“Era un momento en el que se percibía que de alguna manera íbamos a una especie de ruptura. Me hubiera gustado que 20 años después estuviéramos en otro contexto, y no en uno en el que esa sensación está tan presente de vuelta», recordó en una charla con la agencia de noticias Télam el también realizador de Pizza, birra, faso (1998) y Un gallo para Esculapio (2017-2018).
Producida por Ideas del Sur y emitida originalmente por el entonces Canal 7, el primero de los 11 episodios que componen Okupas se emitió el 18 de octubre de 2000 y fue un verdadero suceso para el canal público.
Aquel día midió 3.5 puntos de rating, una cifra casi inalcanzable para la señal hoy en día a excepción de la transmisión de los grandes eventos deportivos, y los televidentes se fueron sumando hasta que en su episodio final alcanzó los 6.7.
Con el protagónico de un muy joven Rodrigo de la Serna, en compañía de Ariel Staltari, Diego Alonso y Franco Tirri, la historia de un grupo de jóvenes de clase media empobrecida y sus aventuras con el mundo criminal, las drogas y la amistad ganaría al año siguiente tres premios Martín Fierro y tendría varias repeticiones en diferentes canales de allí en adelante.
Aunque hoy sólo se encuentra como contenido ilegal en YouTube (hay interés de varias plataformas y podría llegar pronto al streaming), Okupas marcó una bisagra en la televisión nacional.
Mientras que Los Simuladores (2002-2004) pasará a la historia como la gran serie del post 2001, en un registro fantástico que daba carnadura a los sueños de venganza de la clase media contra las injusticias del sistema, Okupas dejó un testimonio de lo que la década menemista había hecho en las capas medias y bajas de la sociedad.
Como síntesis del argumento del programa, un veinteañero encargado por un familiar del cuidado de una vieja casona porteña para evitar que sea ocupada, acaba siendo él mismo, sin perspectivas ni horizontes, quien junto a unos amigos se convierte en el «ocupa» del inmueble. Ese horizonte marginal, con delincuentes, presidiarios, locos y otras especies, fue retomado desde Tumberos (2002) o Sol Negro (2003), hasta la actualidad con la acaso más surrealista El Marginal.
Mientras trabaja silenciosamente y sin ofrecer detalles en el desarrollo para Netflix de la adaptación también en forma de serie del clásico del cómic nacional El Eternauta, Stagnaro repasó sus recuerdos de Okupas, las razones de su vigencia y su rol como precursor del registro realista marginal en la tevé argentina.
La serie presenta la imagen de marginalidad de las clases medias pauperizadas y cierto sentimiento de falta de un norte especialmente para los veinteañeros. En ese sentido, el director habló de cómo esa realidad se traslada hasta el presente. «Más que sorprenderme, me duele. Me hace sentir que estamos atrapados en una espiral cíclica. Veníamos de años muy complicados y esta situación de la pandemia por supuesto que complicó todo muchísimo más», expresó.
Otro aspecto que la serie conserva con frescura es su oralidad, los diálogos, el lenguaje de sus personajes, algo que forma parte de un modo de escritura. «Es absolutamente importante, y diría que muchas veces esa capa del modo de hablar de los personajes es algo que terminamos de definir con los actores. En ese punto hay un equilibrio, porque a veces se tiene la idea de que el actor está inventando lo que se dice y definitivamente eso no es así; siempre sucede en el marco de una escena en la que está claro lo que tiene que pasar y cuál es el desarrollo de la verbalidad del personaje, cómo eso incide en otros factores generando tensión en los momentos de la escena. Pero siempre me pareció importante darle espacio al actor para que eso que está escrito con una lógica, con una estructura, lo pueda hacer propio y lo diga desde su propia manera de hablar para que tenga la mayor verdad posible».
Por su parte, acerca de cómo recueda el proceso de creación de Okupas, Stagnaro evocó: «Para mí es algo que está bastante vinculado con un espíritu casi amateur. Si bien tanto yo como algunos de los chicos de la parte técnica venían de hacer Pizza…, que ya era un trabajo claramente profesional, todavía éramos muy pibes y estábamos embebidos de un espíritu donde los límites entre lo profesional y la pasión pura no estaban muy claros. Había una entrega absoluta, eso quedó muy impregnado en la atmósfera de lo que se cuenta y que hizo que se transformara en una dinámica muy grupal. Siento que es lo que hace que de alguna manera haya perdurado. Fue algo distintivo del proyecto; que la amistad verdadera se entremezclaba con el trabajo y eso influía sobre la trama».
Al mismo tiempo habló de su parecer acerca de si la miniserie sirvió de inspiración para muchas producciones que vinieron luego: «En mi percepción, el universo de Okupas, de alguna manera, es una derivación del universo de Pizza…. Es cierto que en la tele es un registro que todavía no se había transitado y veo que después de eso se transitó hasta el hartazgo. Involucró indagar en un lenguaje que todavía no estaba presente en la tele pero que después, como todo en la tele, fue canibalizado, estandarizado y transformado en un mero producto. En su momento aportó bastante aire, pero en ese punto no siento que haya marcado un gran hito, porque en definitiva lo que sucedió es que la misma maquinaria televisiva terminó fagocitando la posibilidad de explorar lenguajes nuevos. Lo que hizo fue tomar ese lenguaje y explotarlo hasta agotarlo».
«Hay que asumir riesgos y jugar un poco más»
«Se estandarizó un poco y hoy las series se transformaron en el consumo cultural. Eso es bueno y malo», opinó el cineasta. Pese a que en su carrera ha creado más ficciones televisivas que películas, Stagnaro confesó que no fue sino hasta hace pocos años que comenzó a ver series con más asiduidad.
«Si bien los yanquis la tienen clarísima y estás frente a algo que está construido con una astucia tremenda y un conocimiento muy fino de la artesanía que significa, al mismo tiempo no dejan, en general, de estar agarradas de recursos y mecanismos bastante estandarizados, y trato en la medida de la posible no quedar preso de eso», explicó.
Para el director, esa búsqueda por fuera de las recetas establecidas es lo que distinguía a Okupas: «Si algo tenía y que me gustaría no perder, y no es tan fácil no perder, es esa ingenuidad en la mirada que te permitía jugar y no estar atado permanentemente a la fórmula de las cosas».
«Uno lo que ve en las series es que en la mayoría de los casos están tan estandarizados los recursos, las dinámicas y los modos de sostener la tensión y la atención, que están todas dentro del mismo motor», abundó. Y agregó que busca «asumir riesgos y jugar un poco más».
En tanto, Stagnaro también abordó la preocupación que siente por el estado del sector audiovisual y cómo este podrá salir adelante tras el paso de la pandemia: «El cine es una pequeña parte de esa realidad que es abrumadora, que no queda otra más que arremangarse y remarla, como hemos hecho tantas veces. Más allá de que me llena de frustración y de dolor, son situaciones en las que muchas veces esas limitaciones impiden, pero cuando lográs atravesarlas podés transformarlas en una fuerza a favor, plasmar algo que de otro modo no hubiera sucedido y más genuino».