Los venezolanos votaban este domingo, con afluencia moderada y entre denuncias de irregularidades, en unos cuestionados comicios en los que el presidente Nicolás Maduro busca reelegirse pese a la severa crisis interna, el boicot opositor y el rechazo de varios países.
A mitad de la tarde de este domingo, pequeñas filas de votantes se mantenían en algunos centros de votación en zonas tradicionalmente chavistas, pero otros lucían semivacíos o desolados.
«Mientras más votos, más paz», dijo Maduro, al llamar a su partido a movilizar votantes, consciente de que una baja participación empañaría su eventual victoria, aunque expertos señalan que ese escenario le favorece pues tiene un voto duro de 25% del electorado.
La opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) promovió la abstención al boicotear un proceso que considera una «farsa» para perpetuar a Maduro. Pero el ex chavista Henri Falcón se separó de sus filas y es el principal rival del mandatario.
Falcón y el pastor evangélico Javier Bertucci, otro adversario de Maduro, pidieron votar contra lo que llamaron «pesadilla» y «desastre», aunque denunciaron «chantajes» del oficialismo.
El gobernante partido socialista registra a los votantes en unas controversiales carpas llamadas «puntos rojos», que –dijeron los candidatos– se instalaron a menos de 200 metros de los centros, violando la ley.
La presidenta del poder electoral, Tibisay Lucena, dijo atender las denuncias y no dio estimado de participación. Unos 20,5 millones de electores están llamados a estos comicios adelantados, que darán un mandato de seis años a partir de enero de 2019.
«No voy a participar en este fraude. Lo que vivimos es un desastre», dijo María Barrantes, de 62 años.
Apagones; falta de comida, medicinas, transporte y agua; precios por las nubes con un ingreso mínimo que da para un kilo de leche en polvo, abruman al venezolano y cientos de miles emigraron en los últimos cuatro años.
Pero con una oposición dividida y sus principales líderes inhabilitados o presos, y con un vasto poder institucional con los militares al frente, Maduro se encamina a la reelección.
«La economía no sirve»
Venezuela ha vivido en el gobierno de Maduro una de sus peores crisis: El FMI estima la caída del PIB en 15% y la hiperinflación en 13.800% para 2018.
El país y la petrolera PDVSA fueron declaradas en default parcial en 2017, y la producción de crudo cayó al peor nivel en tres décadas.
«La economía que tenemos hoy no nos sirve porque fue infectada de neoliberalismo», dijo Maduro, exchofer de bus y sindicalista de 55 años en el poder desde 2013, prometiendo cambios para traer «prosperidad».
Aunque 75% de los venezolanos rechaza su gestión, se beneficia de los leales al fallecido Hugo Chávez (1999-2013) y de la dependencia de sectores populares de programas sociales y clientelistas.
«La cosa está dura pero es culpa de la guerra económica», dijo Rafael Manzanares, de 53 años, quien vive de la caja de alimentos subsidiados que vende el gobierno.
Maduro culpa de la debacle a una «guerra económica» de la derecha aliada con Washington, pero muchos al gobierno socialista.
Falcón, exmilitar retirado de 56 años, propone dolarizar la economía, revertir expropiaciones y aceptar ayuda humanitaria.
«Mis cuatro hijos se fueron a Colombia para poder enviarme dinero», aseguró Maritza Palencia, de 58 años, quien votó por un «cambio».
En varios países, migrantes venezolanos realizaron pequeñas protestas contra los comicios. En el Vaticano, el papa Francisco oró para que Venezuela encuentre «el camino de la paz y la unidad».
«No cambia nada»
Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea (UE) y una docena de países latinoamericanos sostienen que la elección no es justa ni transparente y acusan a Maduro de socavar la democracia. El presidente reiteró este domingo que le «resbala» que le digan «dictador».
El mandatario advirtió que hará «respetar aquí y en el mundo (…) la voluntad del pueblo», y exigió cesar la «feroz campaña» de Estados Unidos y varios gobiernos en su contra.
Casi todo el círculo del gobernante está sancionado por la UE y Washington, que recién sumó al número dos del chavismo, Diosdado Cabello, a su lista de 70 autoridades venezolanas sancionadas – incluido Maduro-.
«La farsa de las elecciones no cambia nada», aseveró este domingo el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo.
Estados Unidos, al que Venezuela vende un tercio de su producción de crudo, prohibió a sus ciudadanos negociar deuda venezolana y amenaza con un embargo petrolero.
«Donald Trump está decidido a aumentar la presión», cree el internacionalista Mariano de Alba.
Pero Maduro confía en que esos gobiernos finalmente lo reconocerán, así como en el apoyo de China y Rusia y de la, hasta ahora incondicional, cúpula militar.
«La crisis es tan severa que puede provocar o una fricción dentro de la alianza cívico-militar gobernante o una ruptura social de mayor escala», advirtió Crisis Group.
Más de 300.000 soldados custodian los 14.600 centros que, tras doce horas de votación, cerrarán a las 22 GMT.