Poco antes de las 18 la inconfundible voz del padre Ignacio Periés puede escucharse sin necesidad de muchos parlantes en el corazón del barrio Rucci. A dos horas del multitudinario Vía Crucis que conduce el ceilandés en el noroeste de Rosario hay muy poca gente. El cura da la misa preliminar en la parroquia Natividad del Señor, el punto de partida del recorrido para recordar el camino de Jesús antes de su crucifixión en el Monte Calvario. La nave de la iglesia está llena, pero los alrededores no. Las calles tienen más vendedores de comida, agua y santería que fieles. La mayoría hace una cola para cargar los 5 litros de agua bendita que entrega la parroquia en su cocina. No hay mucha espera. Otra parte de fieles toca y saca fotos a una estatua de la Virgen María que tiene al bebé Jesús en brazos: le rozan fotos de personas mientras otros toman mate sentados en el cordón de la vereda.
Frente a la parroquia, el minimarket Salvador tiene las mesas ocupadas. Aun así, Diego, el encargado, dice que para esta hora la marea de gente y el hormiguero alrededor de la “Natividad”, como se conoce a la iglesia, en otra época fueron una constante. Ahora no.
“Es el ajuste al Vía Crucis”, bromea a su compañera. Su fe está puesta en que la multitud llegará con el paso de las horas. En la calle Rosa, que todos los años vende bidones para los que se lo olvidaron, cuenta: “Los pongo a 40 pesos. Es una changa habitual. Veo muy poca gente, pero van a llegar”. Después mira donde dobla calle Mena: es el camino hacia la Circunvalación y las estaciones del Vía Crucis. En cada una Periés hizo colocar parlantes por donde su voz explica cada momento de la trayectoria de Jesús. Muchos años atrás Peirés acompañó la caminata. Al volverse su celebración mucho más popular que las organizadas en el resto del país el religioso eligió guiar a los fieles con un micrófono desde un palco a metros de la última estación, la cruz gigante en uno de los accesos a Rucci. Por el tiempo que dura el Vía Crucis nadie en Rucci puede escapar a la palabra de Periés.
Seguridad y mercadeo
Falta una hora y media para la caminata principal. Los empleados de la Municipalidad encargados del control admiten que ven menos personas que años anteriores. Detrás la escuela N°1229, frente a la parroquia, hay colgados carteles que denuncian: “Rucci Tierra de nadie”, “Rucci Zona Liberada”, “Seguridad”. La firma es de “vecinos autoconvocados”. Pocos fieles los leen y hay mucho silencio sólo interrumpido por los pocos gritos de vendedores de pastelitos y roscas de Pascua.
Germán y Gabriela vienen de Córdoba. Desde 2015 llegan al Vía Crucis de Periés por recomendación de un familiar que les contó de los atributos del religioso que nació en Sri Lanka. Son católicos y este año trajeron más pesares que los propios. Metieron en el bolso las sillas plegables y los problemas del resto de la familia. “Años anteriores veníamos todos con la familia, pero las cosas están más apretadas con la plata. Venimos igual, pero sólo nosotros dos”, explica Germán. Detrás de los cordobeses la luz de la cúpula de la parroquia, casi la mitad de alta que el tanque de Aguas Santafesinas al costado del centro de salud, es faro para quienes llegan de la Circunvalación. Antes tienen dos cuadras de vendedores de comida, crucifijos, denarios (pulsera de diez cuentas para rezar), agua y hasta choripanes que tientan a quienes se prohibieron la carne los días antes de Pascuas.
Falta media hora para el Vía Crucis y los comerciantes de ocasión, experimentados o no, ya tienen armados los puestos y charlan con personal de la Municipalidad. Los consultados comparten una mirada: hay menos gente en la previa. “Algunos estarán llegando tarde. Hay que tener fe”, dice Luis, que hace 10 años vende rosarios de madera y hasta relojes con la imagen del padre Ignacio. Para él, la crisis económica argentina no afecta la creencia y apuesta a que vuelvan a ser unos 300 mil quienes pisen las calles de Rucci como en 2018.
Tres por cien
“Lo que más salen son las velas (tres por cien pesos) con la imagen del padre (por Periés). Mucha gente de afuera de Rosario lo tomó como costumbre. También se llevan muchos denarios”, opina María, que es vecina de Rucci y mantiene otro puesto cerca de Circunvalación.
“Tenés que esperar al final, cuando el padre da la bendición. Ahí pide que quienes tengan algo para bendecir lo levanten en sus manos así la reciben”. De esa manera, María vende un rosario. La mujer que paga es de Armstrong y está con sus amigas en lo que es un viaje tradicional para el grupo. Son de Buenos Aires y Córdoba. Los kilómetros parecen no importarles. “Nos sirve mucho a cada una”, dice la mujer y acomoda la silla que trajo para la espera.
A 20 minutos del comienzo de la peregrinación los vendedores ven más aguaciles en vuelo que feligreses a quienes ofrecer sus mercancías. El calor pesa en el cierre de la tarde y las nubes cierran los claros en el cielo. “No va a llover. Al menos no hasta después del Vía Crucis. Hay menos venta que el año pasado, pero nos arreglaremos”, dice Juliana, que viajó desde Empalme Graneros a vender vasitos de plástico con una vela y la infaltable foto del padre Ignacio.
La cara del religioso también está en pulseras, llaveros, banderines y hasta un almanaque que circula cada vez más entre la gente. Muchos usan la mochila al revés y se dejan guiar por los vendedores hasta la parroquia. Faltan minutos para que comience el Vía Crucis y los vendedores dejan de dar respuestas. Se concentran en lo que vinieron a hacer.
“A pesar de la crisis”
El primer gran grupo de la peregrinación arrancará a las 20. A esa hora Periés hablará con la prensa de cómo le duele la pobreza del país, pero rescatará de esa ecuación a Santa Fe, donde no se siente tanto. Algo similar dijo en 2018. “Las personas no vienen sólo a pedir trabajo. Las necesidades son distintas. Este año el tema es venir y seguir los pasos de Jesús. Todos tienen problemas. No sólo este año. La gente se mueve a pesar de la crisis por la palabra de Jesús”, explicará Periés y cerrará: “Queremos aliviar la mochila hoy. Los políticos deben servir al pueblo. A veces subís al puesto y olvidás lo que prometés. Ellos fueron elegidos para dar paz, seguridad y trabajo”.
Será cuestión de fe.