La clase trabajadora portuaria tiene un conflicto con la patronal encabezada por Vicentin y la empresa Ultramar. Desde abril, el gremio Supa viene reclamando y la empresa redobla la apuesta, sin despeinarse. Ahora, a pocos días de Navidad, Terminal Puerto Rosario insiste con los despidos y los descuentos por las huelgas que mantuvieron por estos días. La patronal, TPR, tiene buenos modales.
Vicentin tiene buenos modales. Estafó al Estado, y a cientos de pequeños productores, con los mejores modales. Claro, por estos delitos no marchan presos; tampoco acatan la conciliación obligatoria y no pasa nada, mientras la desesperación crece en los largos ratos bajo el sol. Sin que nada pase.
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César Aybar, al frente del gremio, describió cuando le pedían explicaciones por la irrupción en el Concejo y la sede del Ejecutivo municipal: “Condenamos cualquier tiempo de violencia, pero los compañeros están desesperados. La empresa los tiró a la calle, hay gente que no tiene para comer. No hay nada más reaccionario que el hambre”.
La violencia no es buena en ningún aspecto: la desesperación es mala consejera, sobre todo cuando ninguna de las puertas de las cómodas oficinas del Estado se abre. Cuando a nadie parece importarle el destino de trabajadoras y trabajadores.
En un diciembre caliente, estibadores con telegramas en la mano, estibadores que no cobran, estibadores con malos modales.
Los títulos de los portales, la tele, la radio, sólo hablan de las roturas que provocaron trabajadoras y trabajadores al irrumpir en dos palacios: Vasallo y de los Leones. Pero ignorar a los estafadores y al propio Estado con los mejores modales parece estar bien visto. El «andá pa’ allá bobo» cada vez cobra más vigencia.
Y al final estalló: el largo malestar en la terminal portuaria de Vicentin llegó a la Municipalidad
Sólo los que pasamos por esa experiencia sabemos de esa desesperación. A nosotras y nosotros, trabajadoras y trabajadores del diario El Ciudadano, nos bajaron las persianas varias veces cuando teníamos patrones. Con buenos modales.
Salimos a la calle, tocamos el bombo, tomamos la Secretaría de Trabajo frente a la indiferencia neoliberal instalada a comienzos de los 2000, que estalló un año después, y que en Rosario por ejemplo dejaba un tendal en el propio puerto de Rosario, en manos la firma filipina Ictsi. Que un trabajador o una trabajadora no coma tiene que ser un tema de Estado. Pero no lo es. Y la desesperación no tiene buenos modales.