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Victoria agridulce contra el narcotráfico en México

El caso del Chapo era una deuda pendiente del Estado mexicano, luego de su misteriosa fuga ocurrida en enero de 2001.

El festejo del gobierno mexicano por la captura de Joaquín “Chapo” Guzmán, líder del temido cártel de Sinaloa, podría ser corto. El paso al costado del capo del narcotráfico podría encender nuevamente las pugnas entre bandas rivales por el trasiego de la droga y el territorio, que dejaron decenas de miles de muertos entre 2006 y 2012.

El cártel de Sinaloa, también llamado del Pacífico, cuenta con el dominio de cinco estados al norte del país, en la frontera con Estados Unidos, el principal consumidor de cocaína del mundo. Aunque la organización haya sido decapitada, el Chapo cuenta con un número dos incondicional, Ismael “Mayo” Zambada; si bien se desconoce si el resto de los súbditos accederán a su dirección o iniciarán una guerra interna para correrlo del mando.

Con todo, Guzmán, de 56 años, cuenta con una larga lista de enemigos poderosos que fue cosechando con asesinatos y represalias, y su detención podría debilitar la imagen del cártel de Sinaloa frente a otras bandas. La detención podría abrir una inmediata cacería sangrienta en busca de “castigar a traidores o chivatos”, sostuvo Alejandro Hope, analista de seguridad pública en el Instituto Mexicano de Competitividad (Imco), a medios internacionales. En concreto, ciudades limítrofes como Tijuana o Ciudad Juárez volverían a sus recientes tiempos violentos, cuando eran disputadas por Los Zetas. 

“Eduardo Guerrero, experto en seguridad, ha demostrado que el descabezamiento de los cárteles ocasiona una tremenda disrupción en estos, lo cual produce olas de violencia”, afirmó el periodista mexicano Leo Zuckermann en el diario local Excelsior. “Recordemos que el crimen organizado es como una empresa. Pero, a diferencia de las corporaciones legales donde existen reglas y contratos, aquí las sucesiones por la dirección general resultan muy complicadas”, graficó. “Descabezar al jefe produce tensiones entre los mandos medios y superiores; muchos ven esta oportunidad para mejorar su posición dentro de la organización. Los conflictos se multiplican y suelen resolverse a balazos. A eso hay que sumar que, en momentos de disrupción de un cártel, las corporaciones adversarias ven una gran ocasión para ganarle territorios a sus rivales, lo cual también produce violencia. De esta forma, según Guerrero, la detención de un capo genera olas de asesinatos, sobre todo en las regiones controladas por el cártel descabezado”, resumió.

Pese el fantasma del resurgimiento de la violencia, que en menos de diez años mató a más de 100.000 personas, el gobierno de Enrique Peña Nieto dio un golpe en la cara al narcotráfico. El caso de Guzmán era una deuda pendiente que el Estado mantenía para con los mexicanos luego de que misteriosamente lograra fugarse de un penal de máxima seguridad el 19 de enero de 2001, al parecer, apañado por las autoridades de turno. Mucho más por los rumores que apuntan a que el fortalecimiento del cártel de Sinaloa se debe a la protección de los gobiernos del PAN (Partido de Acción Nacional), que estuvo a cargo de la presidencia desde 2000 hasta 2012. Estas versiones persiguieron al Partido Revolucionario Institucional (PRI) de Peña Nieto, debido a que durante las décadas que se mantuvo en el poder era de conocimiento público que mantenía acuerdos con los cárteles de la droga.

“Las reacciones a la captura pueden no notarse en semanas o meses sino en años”, explicó el experto Hope. “El Chapo era la imagen misma de la impunidad de México. Se burló de las autoridades durante 13 años. Su caída lanza el mensaje al resto de criminales de que si hasta él fue capturado no es bueno tener un perfil tan alto. Eso puede contener la violencia”, matizó.

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