En Argentina, un nuevo golpe de estado perpetrado por las Fuerzas Armadas derrocaba y desalojaba de la Casa Rosada, en la madrugada del 28 de junio de 1966, al presidente radical Arturo Umberto Illia.
Illia gobernó algo menos de tres años y fue respetado fundamentalmente por su dimensión ética, producto de la tarea como médico que desarrolló y le valió el mote de “Apóstol de los Pobres”. Había sido criticado por su postura política en el golpe de 1955 que derrocó a Juan Domingo Perón, aunque luego revisaría su postura y tras su asunción levantó parcialmente la proscripción del peronismo; pero de todos modos fue una figura política olvidada. Como si la historia de estas pampas se negara a recordar.
Agustín Barletti, abogado, escritor, militante radical y desde muy joven amigo personal de Illia, se atrevió, en Salteadores nocturnos a desandar el camino con la intención de echar luz sobre la vida y el recorrido político del estadista en clave de novela histórica.
Publicada originalmente en 1998, recientemente se realizó una segunda edición por la editorial De los cuatro vientos, la cual, según su autor, está “corregida y aumentada” con nuevos materiales surgidos de documentación desclasificada (cables de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires enviados a Washington entre 1963 y 1966) y archivos de texto y sonoros del propio Illia.
En la escritura de Barletti se observa un cuidado extremo por cierta estética literaria que recuerda los clásicos del género. El autor jamás intenta ocultar su simpatía por las ideas de Illia ni tampoco justificar actitudes o posturas del ex presidente.
Esta convicción, o fidelidad con su mirada, hace de Salteadores nocturnos un fresco ameno y también una clase (desde un punto de vista del cual el autor ya anunció) de historia.
En efecto, Barletti cuenta vida y obra de Illia en paralelo a buena parte de la historia argentina como telón de fondo. Una vida novelada, como afirma el propio autor.
El rescate de un joven teniente llamado Juan D. Perón
El derrotero de Salteadores nocturnos transcurre desde una mirada múltiple: la del protagonista a través de sus recuerdos y confesiones, incluso aquellas más íntimas; otras como la de un conscripto que participa en el escuadrón de lanza gases que desalojó a Illia de la Casa Rosada la madrugada del 28 de junio de 1966, y hasta voz del propio Barletti, como una suerte de “comentador” que atestigua lo dicho, que reconstruye la historia desde lo verosímil asignándole un rango de verdadero.
A propósito de la nueva edición, el autor afirmó que “Illia es el espejo en donde todos los políticos debieran mirarse. No sólo fue honesto, también un gran administrador”.
Estos son los ejes por donde transita la novela, sin complejidades, ni especulaciones: honestamente escrita, casi como la conducta del propio Illia
La revisión del pasado histórico escrutado a través de la mirada, y sobre todo de la praxis de Illia, es extrapolada a un presente continuo que hace añorar y desear “otro” Illia, uno actual con aquellas raíces, con aquella esencia.
La estructura de la novela es tan sólida que no es fácil (tampoco tan importante) descifrar los componentes ficcionales. En este sentido, es una cabal muestra de una prolija y eficiente reconstrucción histórica con componentes ficcionales que cumple con los requisitos de ese formato. Barletti cuenta con solvencia aquello que le impacta y le interesa contar.
Hay también perlitas, como cuando cuenta: “Pocos saben que Illia vivió en Europa entre 1933 y 1934 y presenció el naciente fascismo al asistir a los actos públicos de Hitler y Mussolini. Hasta durmió un par de noches en un calabozo en Berlín por negarse a saludar con el brazo en alto a una patrulla de las SS”.
Pero más interesante aún es no solo que quien lo rescata de las mazmorras alemanas es un joven teniente, un agregado militar de una embajada Argentina en Europa, sino el corto pero profundo diálogo que tiene con ese oficial, llamado Juan Domingo Perón.
Esa tónica se repetirá a lo largo de todo el texto cifrando un estilo y una mirada explícita sobre un fenómeno.
Encomiables acciones políticas
En el texto se exponen datos que Illia, según el autor, no quería difundir por modestia. “Durante su presidencia el Producto Bruto Interno creció al 10,3 por ciento anual, tuvo el presupuesto de Educación más alto de toda la historia argentina, el 24 por ciento. Sancionó la ley del Salario Mínimo Vital y Móvil, la desocupación era del 4 por ciento y bajó la deuda externa. A su vez, la victoria diplomática más importante de toda la historia argentina en el tema Malvinas, la resolución número 2065 de Naciones Unidas, que obliga a Inglaterra a sentarse a negociar la soberanía, fue obtenida durante su gestión”, afirma Barletti.
A los militares que fueron a derrocarlo les dijo que no representaban a las Fuerzas Armadas y que eran “salteadores nocturnos que, como los bandidos, aparecen de madrugada para tomar la Casa de Gobierno”. Una pintura de época.
Tal vez la mejor definición, al decir de Barletti, la dio el general Juan Domingo Perón cuando dijo que Illia era «un joven disfrazado de viejo».
Así, Salteadores nocturnos es un texto relevante, atractivo y con una impronta que atrapa. No hace falta compartir la mirada ni con el autor ni con Arturo Umberto Illia para leerlo. Solo es necesario tener interés genuino en conocer parte de la historia argentina desde una perspectiva explícita, nunca ocultada, lo que constituye un valor en sí mismo.
O lo que lo mismo, una propuesta de lectura tan honesta y valiosa como la figura que trata.