Por: Sebastián Hadida/ NA
La diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires María Eugenia Vidal no vive sus mejores días. Muy lejos de la era dorada cuando era conocida por sus adeptos como «La Leona», la ex gobernadora bonaerense es consciente que retrocedió varios casilleros en los últimas semanas, y que en la Provincia su palabra ya no tiene ni de asomo el predicamento que supo ostentar.
En parte, ella misma puede atribuirse la responsabilidad de haber sacrificado el capital político que tenía cuando a mediados del año pasado renunció a encabezar la lista de Juntos en la Provincia, y pasó de ser «orgullosamente bonaerense» -según exhibía la descripción de su perfil de Twitter- a convertirse en el instrumento de Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad para ponerle un freno a las ambiciones de Patricia Bullrich en el bastión histórico del PRO.
Temerosa de una nueva derrota en territorio bonaerense después del doloroso y abultado revés electoral del 2019, aceptó el enroque que le ofreció Rodríguez Larreta para jugar en la Ciudad (donde ganó pero no colmó las expectativas), desairando a los intendentes y a la dirigencia bonaerense del PRO que confiaban en una boleta con ella a la cabeza.
Allí empezó a perder terreno, pero en la última semana se encadenaron una serie de acontecimientos que la dejaron severamente golpeada y con la urgencia de reinventarse rápidamente si todavía tiene aspiraciones de una candidatura presidencial en 2023.
El peor día fue el lunes de la semana pasada cuando la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) filtró en los medios una filmación de una reunión secreta llevada adelante en junio de 2017 en una sede del Banco Provincia, en la que altos funcionarios de su gobierno, tres jerarcas de la AFI, un legislador bonaerense del PRO y el intendente de La Plata, Julio Garro, se ponían de acuerdo para fabricar pruebas contra sindicalistas (en particular contra el jefe dela seccional platense de la UOCRA, Juan Pablo «Pata» Medina), con la presunta complicidad de jueces y del Procurador general bonaerense, Julio Conte Grand.
La AFI denunció en sede judicial la constitución de una asociación ilícita a través de una mesa judicial que se desarrolló en el seno de la gestión de Vidal. Cuando era gobernadora, «La Leona» hizo de la detención del «Pata» una bandera política y señalaba que en la provincia no había «más lugar para la mafia y la extorsión».
Claramente comprometida en el escándalo (que incluyó la tristemente célebre frase de su ministro de Trabajo, Marcelo Villegas, quien confesó que le gustaría tener una «Gestapo» para «embestir» sindicalistas), la diputada del PRO se refugió en el silencio, resignada a esperar que el paso de los días corriera la noticia de la agenda mediática.
Ese mismo lunes, perdió su silla en la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio que integraba desde fines de 2019 en su carácter de ex gobernadora. Para hacerla más ejecutiva, se decidió dejar afuera de la mesa a los representantes provinciales que no estuvieran gobernando, y una de las que pagó por esa decisión fue justamente Vidal.
«La decisión fue avalada por la mesa provincial de Juntos por el Cambio y por dirigentes nacionales», supo NA de altas fuentes bonaerenses de la coalición opositora.
Para coronar la semana negra, Vidal perdió en la Legislatura bonaerense la pulseada contra los intendentes del PRO y la UCR que habían pactado con el peronismo una reforma legislativa que habilitó en los hechos un mandato más para aquellos jefes comunales que en 2023 completarán dos mandatos consecutivos. También enmendó un error que contenía la reglamentación que permitía que un intendente que renunciara antes de los dos años de mandato (dejando a un interino en el cargo) pudiera presentarse otra vez luego de dos períodos.
El fin a las reelecciones indefinidas había sido otro estandarte del Gobierno de Vidal, y un trofeo personal que ahora sus propios compañeros de ruta rifaron en una maniobra política de recíproca conveniencia para los intendentes del oficialismo y de la oposición.
Las fuentes consultadas de Juntos por el Cambio apuntaron que la ex gobernadora fue la única que se quemó con el tema de las reelecciones de intendentes, y contrastó con los presidentes de los partidos opositores Patricia Bullrich (PRO), Miguel Pichetto (Peronismo Republicano) y Gerardo Morales (UCR), quienes avalaron la estrategia reformista, mientras que Rodríguez Larreta eligió la neutralidad.
En lugar de dejar que el asunto fluya en su cauce natural, Vidal eligió nadar contra la corriente, batallando en los medios y en redes sociales junto a un puñado de legisladores bonaerenses leales para hacer caer el proyecto, y hubo incluso acaloradas discusiones con ex colaboradores suyos.
Por caso, el ex secretario General de la Gobernación, Fabián Perechodnik (alejado del vidalismo y alineado con Garro) votó a favor de la reforma, al igual que el ex intendente de Quilmes Martiniano Molina, otro que tomó distancia de la ex gobernadora en el último tiempo.
También el ex ministro de Gobierno bonaerense Joaquín de la Torre, quien hasta antes de las elecciones hacía gala de su fidelidad a Vidal- votó a favor del proyecto reformista de Juan Pablo Allan (PRO).
El intendente de Lanús y quien fuera jefe de campaña de Diego Santilli en la provincia, Néstor Grindetti, no pudo contener su bronca y descargó duras críticas hacia Vidal por querer boicotear la votación. «No quiero entrar en una polémica, pero Vidal ahora está en la Ciudad. No sé por qué se pone tan dura con esto. Yo soy de los primeros que trabaja por la unidad y eso internamente lo saben. Entonces, yo creo que las discusiones hay que darlas hacia adentro y no por los medios», fustigó.
Con los puentes rotos y la relación herida con los intendentes de JxC y otros actores importantes de la oposición bonaerense, Vidal podría dar la pelea por una improbable candidatura presidencial, colisionando con las aspiraciones de Rodríguez Larreta, o aceptar el lugar que el jefe de Gobierno le hizo en la Ciudad, para pelear en las PASO 2023 contra el radical Martín Lousteau, en un duelo mano a mano para alquilar balcones.
Algunas voces, sin embargo, deslizan que la relación entre Vidal y Rodríguez Larreta no atraviesa su mejor momento, y que las fricciones comenzaron meses atrás a raíz de la incomodidad de Vidal por el rol que desempeñó Fernando Straface como jefe de campaña electoral.
Sin dudas, la ex gobernadora tiene por delante un complejo camino en el que deberá reconstruir las relaciones políticas y recomponer la confianza con los distintos actores clave de Juntos por el Cambio, si quiere volver a ser la del 2015-2019.
Todavía late en su memoria la oportunidad perdida del 2019, cuando muchos a su alrededor soñaban con el «Plan V» para las elecciones nacionales que Mauricio Macri perdería a manos del Frente de Todos.