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Viejas broncas detrás de un crimen en el límite de Rosario y Funes

Dos hermanos de la vecina localidad quedaron presos tras ser imputados por el crimen de Martín Moreira, asesinado en forma brutal en Tero al 9100 (Mendoza a la misma altura). En sede judicial se hizo mención a que tanto víctima como victimario se conocían de antes y habían tenido conflictos

Los hermanos Jonatan y Brian G. viven en el límite este de Funes, sobre calle Urquiza, donde atienden una heladería familiar. No muy lejos está el barrio Unidos de Rosario, ubicado detrás del Mercado de Concentración de Fisherton, hacia el norte de avenida Juan José de Calasanz al 9000 (prolongación de Mendoza), una zona de barrios incipientes que combina chalets residenciales fuertemente enrejados, casaquintas, viviendas modestas y amplios terrenos y potreros, cuyos yuyales evidencian el poco uso. Allí, en la intersección de calle Tero y Manuel de Ugarte, Martín Moreira, 20 años, murió el miércoles por la tarde de un escopetazo que le reventó el estómago. Las primeras versiones relacionaron el asesinato con un conflicto por la venta minorista de drogas: esa zona alimentó las crónicas policiales con disputas de bandas dedicadas al narcomenudeo, quema de casas y desbaratamientos de cocinas de cocaína, además de reclamos por la inseguridad. Sin embargo, ese trasfondo no cobró fuerza en una audiencia imputiva celebrada este viernes, al término de la cual el juez dictó que los hermanos G. quedaran presos por el plazo de ley por ese brutal crimen, al parecer derivado de viejas broncas que, como ocurre en tantos casos que engrosan las estadísticas de homicidios, se dirimen con armas de fuego.

La pica venía de antes, y quizá sólo los protagonistas sepan los pormenores. Lo cierto es que en sede judicial el fiscal Luis Schiappa Pietra relató, sobre la base de prueba recolectada, que Jonatan G. tuvo un cruce de palabras con Martín Moreira, que ese día se generó luego de que el primero chocara unos tachos con su Ford F100, y Martín le reclamara con un “qué te pasa”.

También se supo por el lado de una testigo que Martín había tenido un «inconveniente» con una ex pareja de Mandi.

“Preparate porque ahora vengo. Acordate de que vos me debés una”, respondió Jonatan, de 26 años, a quien en la calle conocen como Mandi. Al rato, volvió armado junto con su hermano dos años menor, Brian, a cumplir su palabra, siempre según Fiscalía.

Eran las 14.30 y la jornada era sofocante; faltaba unas horas para la lluvia torrencial que mitigó el calor. Martín Moreira tomaba una Coca con una vecina –testigo directa– cuando la F100 asomó la trompa otra vez por calle Tero y estacionó al 9100, contó Schiappa Pietra. Jonatan se bajó con una escopeta, escoltado por su hermano, también armado.

Según explicó el fiscal, Moreira vio a los hermanos y eligió plantarse. Se levantó la remera y mostró que no tenía armas: “Mirá que estoy liso”, dijo, como invitando a los puños. Jonatan dijo «mirá lo que tengo para vos», le dio un culatazo en la nuca y optó por lo irremediable: le efectuó un disparo a tan corta distancia que los perdigones se esparcieron por el interior de su cuerpo, incluso el taco del cartucho operó como si fuese un proyectil, incrustándose en la carne, dijo el fiscal. Moreira murió poco después camino a un centro de salud.

Schiappa Pietra relató que los hermanos escaparon por una calle lateral y descartaron la escopeta de caño recortado calibre 16 a unos 150 metros, que luego halló la policía y coincide con la descrita por los vecinos, incluso estaba manchada con sangre que será analizada. En el lugar del hecho se generó una trifulca; allegados a Moreira estaban decididos a hacer justicia por mano propia y no se descarta que en ese marco Brian G. haya recibido el disparo que le afectó el brazo. Esa causa quedó en la Unidad de Flagrancia. “Fue una situación compleja; había mucha gente del barrio muy alterada”, dijo el fiscal.

La Ford F100 quedó en el lugar y al rato quedó reducida a cenizas. Poco después, arreció una fuerte lluvia que dificultó el trabajo de los peritos de la Policía, pero estuvo lejos de apagar las broncas en ese sector que está dominado, según investigadores, por el clan Villalba.

Brian G. recaló en el policlínico San Martín, herido en el brazo, y poco después fue detenido. Su defensa, el abogado Pablo Bedouret, dijo que la agresión que sufrió ocurrió antes de la agresión a Moreira y fue el desencadenante del conflicto y que la camioneta fue blanco de tiros.

Jonatan, apuntado por la Fiscalía como el matador de Moreira, volvió a Funes y se entregó por consejo de su padre, dijo el fiscal.

La imputación que les cupo a ambos fue homicidio agravado y portación ilegítima de arma de fuego de uso civil. Para Jonatan, en carácter de autor. Y para Brian como partícipe secundario: “Acompañó al hermano portando un arma de fuego (que no fue utilizada en el hecho. Y lo hizo a sabiendas de que su hermano iría a dar muerte. Si bien no disparó, hay un dolo compartido”, dijo el fiscal.

El juez Ismael Manfrín aceptó el planteo de la Fiscalía y dictó la prisión preventiva por el plazo de ley de los hermanos G.

El de Moreira es el quinto crimen en ese confín oeste desde fines de 2017. La quiosquera Débora Jiménez, murió el 7 de septiembre de 2017 con un disparo en la cara en Magaldi al 8700; Milton González, alias Turro, de 17 años, el 3 de octubre de ese año en la misma cuadra; y Juan Carlos Schneider, fue ejecutado de un balazo en el pecho el 5 de julio del año pasado en Magaldi al 9800. A esos crímenes se le sumó el del joven colombiano Joan Steven Grueso Hernández, el 16 de agosto de 2018, en Manuel Ugarte al 800, cuyos móviles aún no están claros.

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