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Villar Rojas: “Este es un hecho artístico y un acto de reparación histórica»

El escritor, dramaturgo y director teatral rosarino Sebastián Villar Rojas adelanta los detalles del proceso de creación de “Gioconda: viaje al interior de una mirada”, un “robo” que se convirtió en su nueva proeza escénica que mezcla cine y teatro y que se ofrecerá en el Museo Macro

Sebastián Villar Rojas (Rosario, 1981) es un escritor, dramaturgo, director teatral e investigador escénico que produce fenómenos o acontecimientos teatrales de una dimensión poética, estética y dramática infrecuente, donde la sorpresa, la belleza y lo político siempre se ponen en tensión con la pérdida de sentido o el valor del arte y la desazón del mundo contemporáneo como variables inevitables de la llamada “modernidad líquida”, partiendo de ese concepto utilizado por Zygmunt Bauman, que no casualmente aparece entre sus autores favoritos.

Dónde está el teatro, dónde lo dramático, qué es el arte contemporáneo en el presente y de cara al futuro, y qué hacer con todo eso parecieran ser las preguntas que rondan constantemente en la cabeza de este artista que lejos de buscar un teatro cómodo se desafía a sí mismo y por lo tanto al público frente a su provocadora dimensión de creador.

Villar Rojas vuelve al ruedo esta semana. Esta vez todo partió de la idea de un regalo con carácter de ofrenda, la consecuencia de una gran proeza artística que conjuga las lógicas del cine, el teatro, las artes visuales y la poesía, “cuyas múltiples interacciones, deformantes, parasitarias e inseminantes generan un espacio de enorme productividad poética, narrativa, escénica y metalingüística”, reflexiona el creador acerca de Gioconda: viaje al interior de una mirada, que se conocerá este martes en el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Macro), una coproducción con el Teatro Nacional Argentino-Teatro Cervantes (TNA-TC) que se ofrecerá con entrada gratuita que se reserva online (ver aparte).

Descubrir una idea

“Habíamos terminado la temporada 2016 de El imperio de lo frágil (su trabajo inmediato anterior) también en el Macro; en ese momento interviniendo la muestra Rapsodia inconclusa, de Nicola Costantino, sobre Eva Perón. En el séptimo piso del museo, un montaje audiovisual de veinte metros de largo cubría longitudinalmente toda la sala. Sobre él trabajamos durante dos meses, interactuando con el universo de la imagen en movimiento. En una de las funciones, alguien se acercó y nos dijo: «Vi dos historias: una obra de teatro y una película corriendo por detrás, a veces se tocaban, a veces convivían, a veces estallaban una contra otra creando una tercera». Esta posibilidad nos incendió”, dice hoy Villar Rojas acerca de ese disparo divino donde aparecen las ideas primigenias de todo proyecto.

“La idea de un cine viviente, una obra de teatro que en verdad fuera una película, que al mismo tiempo fuera una muestra en un museo de arte contemporáneo terminó de crear el objeto a construir. «¿Y si robamos La Gioconda?», le dije a la realizadora audiovisual Cindi Beltramone. «¿Y si la traemos como Napoleón se llevó esfinges de Egipto, como todos los imperios se llevaron y llevan la riqueza de sus colonias, pero a la inversa? ¿Y si la traemos como un ritual de reparación histórica: robar el objeto cultural más icónico de Occidente y traerlo a un lejano país, a una lejana ciudad al sur de América latina para que todos y todas puedan verla?»”, comenzó a tramar el creador junto a su equipo, previo a la puesta en marcha de un viaje real que implicó llegar a París y entrar al Louvre con un objetivo claro, pero aun desconociendo las derivaciones.

Concretar el “robo”

Gioconda: viaje al interior de una mirada implicó el “robo” del patrimonio de un museo para luego ser montado dentro de otro. “En principio se trata de la presencia del Museo del Louvre, que es el museo más grande del planeta, en nuestra ciudad que es Rosario: íntegro, con todo su patrimonio y entre sus obras más importantes, obviamente, la emblemática Mona Lisa, «La Gioconda», que va estar también aquí, entre nosotros, a la vista y al alcance de todos y todas”, dijo Villar Rojas en el contexto de una larga charla con El Ciudadano.

“Esto empezó como una especie de operación clandestina que hicimos junto a Cindi Beltramone allá por febrero de 2017: decidimos intrusionar el Louvre de modo clandestino, sin saber demasiado bien qué iba a pasar, descubriendo los detalles a medida que operábamos dentro del museo; así íbamos encontrando la manera de cómo movernos, cómo se movían los guardias, cuáles eran los sistemas de seguridad, y así fuimos dando cuerpo a esta especie de juego que llamamos robo pero que en realidad no lo es; sólo se trata de la toma de registros audiovisuales, tanto de imagen como de sonido, de todas y cada una de las salas de un museo que parece infinito: nos llevó ocho jornadas de rodaje clandestino, de entre ocho y diez horas cada una, desde las 9 que abre el museo hasta las 5 o 6 de las tarde e incluso 8 de la noche dependiendo del día”, rememoró el creador.

Y profundizó: “Fue un tiempo en el que también nos fuimos entrenando, porque claramente no podíamos utilizar ningún equipo profesional para estabilizar los planos, como por ejemplo un trípode. Y fue así que tuvimos que poner en marcha una especie de performance, donde Cindi, que además es la directora de fotografía del proyecto, se transformó ella misma en un trípode viviente, afinando el pulso, entrenando para aliviar el nervio, para que no se notara que estábamos grabando, hasta que fuimos entendiendo cómo era: en principio era como una especie de juego y al poco tiempo nos dimos cuenta que podíamos llevarnos el museo entero”, repasó el director.

El antecedente

“A Valfierno lo conocimos después y supimos que robarse La Gioconda era una enfermedad argentina. Nos descubrimos, entonces, como parte de una tradición iconoclasta o fetichista, y en parte nos liberamos un poco de toda culpa del robo”, sostuvo Villar Rojas acerca del argentino Eduardo de Valfierno, quien hace poco más de un siglo se robó La Gioconda aunque de manera literal, sin importarle ese original sino que, por el contrario, quería replicarla para poder vender las copias y ganar mucho dinero. De hecho su socio, Yves Chaudron, la falsificó seis veces.

“Sólo cuando estuvimos en su templo, en la sala donde La Gioconda vivirá todo el tiempo que occidente sobreviva, comprendimos que habíamos sido víctimas de un rapto de locura, y que nada de lo planeado podía funcionar. Durante días y días buceamos como peces en los laberintos del Louvre, entrenando la mente y el cuerpo para perpetrar el robo. Y una y otra vez nos preguntábamos ¿para qué estamos acá?”, expresó el creador acerca del “robo” del museo íntegro, con sus miles de turistas, y de cara a esos otros grandes interrogantes que vinieron después: “¿Qué pasa si un museo se muda al interior de otro? ¿Es la historia del arte una historia de falsificaciones?”.

“El material de todo el registro ocupa más de 400 gigas de memoria y el gran desafío, más allá de traerlo, era ver qué hacíamos con todo eso, más allá de que en términos políticos teníamos en claro que se trataba de una especie de apropiación del patrimonio de las metrópolis que en una suerte de reparación histórica lo estábamos trayendo a las periferias de la misma forma que los países poderosos y los grandes imperios coloniales se han llevado riquezas de esas mismas periferias. Por eso digo que este es un hecho artístico y un acto de reparación histórica; lo traemos a Rosario que tampoco es una ciudad central de nuestro país porque no es una capital, es decir un viaje también periférico hacia el interior de nuestro propia geografía”, evaluó Villar Rojas.

El permiso

“Finalmente todo este trabajo implicó un proceso de legalización de toda la operación que habíamos llevado adelante y obtuvimos el permiso del Museo del Louvre, a partir de un valioso trabajo en conjunto que llevamos adelante con el Teatro Nacional Argentino-Teatro Cervantes (TNA-TC) y el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario. Nuestra carpeta terminó llegando a la mesa del director del Museo del Louvre. Es un derrotero muy interesante porque pasamos de algo hecho de manera clandestina, como de una organización guerrillera, terrorista, a que nos autoricen el montaje. Fue un momento verdaderamente muy emocionante. Esa carpeta, que tenía todos los archivos audiovisuales y una pormenorizada explicación de todo el proyecto se llamaba en principio Operación Gioconda, pero al buscar esa legalidad se nos ocurrió Gioconda: viaje al interior de una mirada, jugando también con los nombres de los documentales que se ven por televisión, algo que alivianaba su verdadero carácter clandestino y un poco provocador”, expresó el creador, también hermano del reconocido artista plástico Adrián Villar Rojas, de trascendencia internacional.

Al interior de la mirada

El director Sebastián Villar Rojas junto a el equipo artístico.
Juan José García

 

La Gioconda, de Leonardo da Vinci es un cuadro icónico, un fetiche; todos los caminos dentro del Museo del Louvre conducen a ella, por lo general oculta (tímida) detrás de una multitud que le saca fotos afiebradamente. “El interés por La Gioconda tiene que ver con una serie de tensiones entre lo hegemónico y lo contrahegemónico, entre centro y periferia y también con algo ligado a la intuición, porque de alguna forma, después de El imperio de lo frágil, tomamos la decisión de montar un proyecto que involucre cine y teatro y allí lo primero que se me vino a la mente fue La Gioconda, sobre todo una imagen muy fuerte de haberla visto por primera vez en unas fotos que trajo mi hermano de sus primeros viajes a Europa, a París especialmente; fotos del interior del Louvre con turistas pero también con niños muy pequeños estudiando arte delante de los cuadros originales, cuando aquí se estudiaba en la Facultad de Arte con fotocopias de fotocopias. Tuvo una fuerte influencia en todo este trabajo ese deseo que los alumnos y alumnas de los colegios locales pudieran estudiar a La Gioconda, de algún modo, teniéndola adelante en un museo propio y en un lugar propio”, sostuvo el creador.

Y analizó más desde el campo político: “Somos un territorio construido de muchas tradiciones y discursos entre estéticas y poéticas muy diversas donde está también todo el acervo infinito de nuestros pueblos originarios, pero también tenemos marcadamente lo europeo. Me remito un poco a la imagen de Drummond de Andrade de la antropofagia: poder traer todo de la fuente de esa cultura occidental para que la fagocitemos y la transformemos con las herramientas de nuestra propia cultura en nuevas obras y creaciones, pero sobre todo en nuevos sistemas de pensamiento”.

El resultado

“El trabajo final es una instalación inmersiva con una fuerte impronta tecnológica. De hecho, el montaje es una gran escena neo-tecnológica; una película a seis proyecciones que genera un viaje poético por el interior del Louvre. Y es allí donde se inserta Rocío Muñoz Vergara, una poeta y filóloga sevillano-rosarina que eligió hace algunos años a Rosario como su ciudad para vivir y para crear. Ella es no vidente, y allí se ensambla su presencia con todo su enorme potencial discursivo y su gran capacidad poética, para hacernos mirar a todos nosotros, pero mirar poéticamente todo eso que estamos viendo con nuestros ojos. Nadie mejor que ella para llevar adelante ese proceso, en este viaje que va de la vista a la mirada”.

MULTIPLICAR TALENTOS 

Gioconda: viaje al interior de una mirada cuenta con un gran equipo de trabajo y es una coproducción entre el Teatro Nacional Argentino-Teatro Cervantes (TNA-TC) y el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Macro), con el apoyo de la Alianza Francesa de Buenos Aires y Rosario, la Escuela de Bellas Artes de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR, la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario y el Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe.
Cuenta con el trabajo del músico experimental Axel Wainschtein, “que es el encargado de multiplicar la experiencia audiovisual, teatral e inmersiva desde el sonido”, detalla el director. También aparece Lorena Fenoglio, “cuya sensibilidad empieza por el vestuario y se expande como el rizoma deleuziano hacia cada punto, hacia cada detalle, del proceso de ensayos y de funciones”. Para pensar el nuevo museo nacido de instalar un museo dentro de otro, “llamamos al arquitecto Germán Rodríguez Labarre –dice el director–, que trajo con él a Anita Molina Rubino y Guido Chiarito”. Fueron 700 horas de montaje cinematográfico en isla de edición para lograr una película a seis pantallas, trabajo que llevó adelante Cindi Beltramone, “como desde la primera toma de este sueño, en todas las aguas de todos los mares y ríos”. En la posproducción de color, “para que la película estalle en la mirada de cada espectador/visitante, Ana Laura Palottini”. La actriz y poeta Rocío Muños Vergara está al frente de la situación performática-actoral de esta instalación teatral que dura poco más de una hora, y que se revela como “un viaje físico y metafísico por el Louvre y sus misterios”, bajo la dirección general de Sebastián Villar Rojas.

Para agendar

Gioconda: viaje al interior de una mirada se estrena este martes en el Macro, de Brigadier López 2250 (Oroño y el río). Las funciones, siempre con entrada gratuita, serán los martes, miércoles, viernes, sábados y domingos a las 17.30, del 16 de abril al 15 de junio. Las tickets se habilitan de forma online en www.eventbrite.com.ar

 

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