“Creo que finalmente la Argentina escuchó el mensaje que decía que a nosotros nos importa la educación pública y que las escuelas tienen que estar de pie las escuelas para enseñarle a nuestros hijos, que nos interesa la universidad pública y que queremos seguir sembrando universidades a lo largo del país para que en cualquier rincón de la Patria los chicos puedan estudiar, que decía que las pequeñas y medianas empresas que invierten y dan trabajo deben ser atendidas, cuidadas y respaldadas desde el Estado, que decía que nunca creímos que la mejor forma de progresar era sacándole los derechos a los que trabajan, y le dijimos que no a la reforma laboral, pusimos de pie y en valor a los que trabajan”, gritó y gesticuló un exultante Alberto Fernández. En los antípodas del presidente Mauricio Macri, el candidato a sucederlo, ya con cifras oficiales que lo confirmaban con grandes chances de destronarlo –47,34% a 32,25%, con el 88 por ciento de los votos escrutados–, fue tajante: “A los que nos recomendaron que se fueran a dormir, les pido por favor que no se duerman más, porque se durmieron mucho tiempo y nos generaron un problema enorme”, dijo ya sobre el final de su esperado discurso, al que arrancó segundos antes de las doce menos cuarto, y al son de una canción de Fito Páez: “Salir al Sol”.
De manual, aunque que no siempre se respete, Alberto Fernández arrancó agradeciendo, y con un fondo de escenario donde se leía lo mismo, un Frente de Todos que devolvía gentilezas a sus votantes, que les reconocía el valor de cada boleta en cada urna, uno de los valores sobre el que más hincapié hizo durante la campaña, de menor a mayor, con su cierre a toda pompa en Rosario.
Algo salió bien: “Esta esta noche se terminó el concepto de venganza, de grieta y de cualquier cosa que nos divida”, proclamó el candidato, como nuevo compromiso de los que viene asumiendo y que volvió a enumerar ante la militancia que colmaba el búnker del Frente de Todos, y que ovacionaba cada tramo de sus palabras. “Estoy seguro de que hoy los argentinos empezamos a construir otra historia y les quiero dar las gracias a todos y todas los que nos dieron el voto, compromiso de su confianza”, insistió el candidato. “No venimos acá a restaurar un régimen sino a crear una nueva Argentina que tome en cuenta las mejores experiencias, que termine con este tiempo de mentiras y que le dé a los argentinos un horizonte mejor para el futuro”, refrendó, y volvió a comprometer: “Vamos a ser ese país. Se lo debo a Estanislao y ustedes se lo deben a sus hijos”, dijo mencionando a su hijo y a todos los jóvenes.
Alberto F. no obvió mencionar nuevamente a los jubilados, como ya lo había hecho en Rosario, como había sorprendido en una entrevista televisiva comprometiéndose que el mismo 10 de diciembre, fecha del traspaso de mando, iba a decretar un aumento de emergencia. En esa línea ratificó: “Nuestros abuelos tienen que tener una salud y tener un ingreso como el que corresponde, y vamos a pagarlo antes de seguir regalándoles a los bancos intereses que no deben ir allí, sino que deben ir al progreso de nuestros jubilados”.
La reacción, ya entonces, de economistas y cronistas de economía no alineados al oficialismo había sido preguntar de dónde iba a sacar la plata. El chiste, ocurrente, de un humorista de un diario porteño había sido que ninguno había inquirido lo mismo cuando Mauricio Macri candidato prometía “pobreza cero”. La obvia respuesta fue que creían que Alberto F. realmente iba a intentar cumplir con lo que había dicho.
No fue la única ratificación del cierre de campaña en el Monumento a la Bandera. En Rosario, el candidato presidencial rubricó un pacto con gobernadores en ejercicio, electos y candidatos a serlo. En el búnker porteño estaba el tucumano Juan Manzur, y ligó un reconocimiento general en su persona: “Va mi agradecimiento a todos los gobernadores que hicieron posible este resultado –guiñó Alberto F–. A todos los que estuvieron en Rosario acompañándonos a Cristina y a mí”. Y refrendó: “Vamos a construir un país distinto, un país donde el sistema federal funcione. Lo vamos hacer; en los cuatro año la Argentina va a tener un gobierno donde gobiernen 24 gobernadores con un presidente”.
Sobre el final, enfocó otro de los pocos cañones que hubo sobre el gobierno nacional: “Lo que la Argentina se dio cuenta –dijo– era que el cambio éramos nosotros, no ellos”. Y lanzó: “Que termine con este tiempo de mentiras y que les dé a los argentinos un mejor horizonte para el futuro”.
Finalmente posó mirada también en los mercados, atento a susurros, incluso desde el propio oficialismo, de dos meses de tormentas hasta la primera vuelta del 27 de octubre. Fue un mensaje tranquilizador, pero no desprovisto de advertencia: “Los que están intranquilos que no se intranquilicen; nunca fuimos locos gobernando. Siempre arreglamos los problemas que otros generaron; una vez más, vamos a arreglar los problemas que otros generaron”.
“La Argentina hoy está pariendo otro país”, concluyó, reafirmando que en ese país que viene trabajará para “que los argentinos recuperen la felicidad que han perdido”.