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Violencia de género: la construcción de los discursos y sus implicancias

La presentación de estos crímenes como situaciones individuales, ocultan una problemática social que atraviesa a toda la sociedad, como es la violencia hacia las mujeres y el femicidio como el último eslabón de una cadena de violencias cotidianas que suceden producto de un sistema patriarcal

Mercedes Simoncini/ Licenciada en Trabajo Social

El cadáver de María Soledad de 17 años fue arrojado a una zanja al costado de una ruta muy transitada entre Catamarca y el pequeño pueblo en el valle donde María Soledad y su novio Luis Tula vivían en setiembre de 1990.  Fue un acontecimiento que conmovió a toda la sociedad porque los involucrados en el asesinato estaban directamente  relacionados con el poder.  Aún no se utilizaba el término  femicidio,  ya que  no había sido incluido en el Código Penal de la República Argentina.

El Movimiento de Mujeres estaba en sus albores, y eran muy escasas las protestas, reclamos   sobre   la violencia de género y  sus consecuencias más extremas como la desaparición física.

Sin embargo las marchas del silencio, lideradas por sus propias compañeras, la monja Marta  Peloni, y la propia familia de María Soledad,  marcaron un antes y un después en la vida aparentemente tranquila que se llevaba en esa provincia, e instalaron diferentes interrogantes,  dilemas y debates sobre las causas de su asesinato.

En la sociedad se vislumbraba  un cambio importante de época donde el movimiento de mujeres que ya estaba más consolidado comenzó a levantar cada vez con más fuerza  las consignas de “Ni una Menos. Si nos matan a una, matan a todas”.

Estas significativas transformaciones en visualizar una problemática social, y relacionarla con los derechos de las mujeres a una vida libre de violencia fueron marcando  hitos que se retomaron  y proclamaron  en las calles, en los barrios y aún hoy continúan creciendo. Después de María Soledad, se sucedieron otros crímenes de mujeres jóvenes que tuvieron un impacto cada vez mayor en toda la sociedad.

Los cuerpos de estas jóvenes fueron encontrados a semana o días, luego de su desaparición.  A un costado de la ruta, en un contenedor de basura, en zanjones a la vera de un camino, o enterrados en el patio de la casa del mismo asesino. Las pruebas periciales comprueban que han sido violadas, ultrajadas, con cicatrices de quemaduras y torturas.

Un cuerpo es encontrado, y dentro de unas horas da cuenta de una historia que ayuda a los investigadores a descifrar los detalles de la muerte: la posición en que se hallaba, el estado de la ropa, si tenía tatuajes, el corte de cabello. Detalles macabros  que  se van presentando como piezas de un rompecabezas que son informados a la población en forma reiterada.

En este proceso de construcción de los relatos dirigidos a  la población contribuye a que las mismas personas destinarias se conviertan en actores con capacidad para discernir, opinar, y juzgar  sobre las propias víctimas,  las causas del crimen y las posibilidades de encontrar a quienes fueron culpables.

De esta manera transfieren  datos e información que llevan a  un proceso de reconstrucción subjetiva de la realidad,  influyendo en la percepción que tiene el público de los hechos sociales y que está en función, entre otros factores, de los medios que consumen.

Cada información muestra un determinado enfoque de la realidad que está narrando, fruto de una determinada selección de hechos, personajes, fuentes, conceptos,  imágenes y palabras claves en las que el propio medio pone el énfasis.  La misma realidad social se puede afrontar periodísticamente de muchas maneras distintas en función de la selección y del énfasis que se le otorgue al contenido de la noticia.

Una modalidad de estos discursos, tanto sea en el ámbito judicial, como periodístico  es la denominación y el uso de la palabra caso. Así podemos encontrar que se los mencione como   “el caso María Soledad”, “el caso Ángeles Rawson” y así una cadena de casos.

La utilización de la palabra caso, singulariza generalmente un episodio delictivo que provoca curiosidad, inquietud, despierta interés y una particular reacción ante un orden que aparecería como trastocado. También está asociado a lo escandaloso, a lo raro, lo inusual.

La presentación de estos crímenes como situaciones individuales, ocasionales, ocultan una problemática social que atraviesa a toda la sociedad, como es la violencia hacia las mujeres y el femicidio como el último eslabón de una cadena de violencias cotidianas que suceden producto de un sistema patriarcal, basado no solo en instituciones cómplices de sostener esta violencia e impunidad, sino también de otros silencios y ocultamientos.

Los  mecanismos de ocultamientos que intentan desvirtuar la realidad de la violencia hacia las mujeres,  pueden ser muy variados, desde la utilización de términos confusos para definir la situación, o de mostrar el hecho de violencia extrema (el asesinato) y no el proceso que la desencadena, responsabilizando de alguna forma a la mujer, con el uso de expresiones dubitativas respecto de su apariencia física, de si hubiera podido defenderse.

En Trabajo Social la utilización del concepto “caso” está instalada desde las teorías de Mary Richmond, y aun hoy se sigue utilizando en nuestros modos de referirnos a situaciones en las que estamos interviniendo, como así también lo hacen desde otras profesiones con quienes interactuamos.

En función de estas consideraciones, se hace necesario reflexionar  sobre las  consecuencias, y las responsabilidades que se tiene como colectivo profesional  en  considerar críticamente  las implicancias del uso de la palabra caso, en qué contextos se utilizan y  los parámetros utilizados al mencionarlo como tal, tanto sean en lo profesional como en lo cotidiano.

Un punto importante relacionado con la intervención y el ejercicio de las prácticas es la noción de responsabilidad. “ser responsable significa ser capaz de dar respuesta a la pregunta acerca del porqué de nuestras decisiones y acciones, así como hacernos cargo de sus consecuencias,  dado que generalmente participamos en situaciones que pueden ser consideradas verdaderos problemas éticos….”  (1) Agnes Heller 2002)

 

( 1) Agnes Héller filosofa húngara, quien falleció a los 90 años en julio de 2019.  Realizó valiosas reflexiones sobre la vida cotidiana y fue una activa feminista.

 

 

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