Disentir es un derecho, pensar distinto, también. No estar de acuerdo es, al mismo tiempo, un derecho pero sobre todo, la responsabilidad de poder justificar una posición, sostenerla, avalarla con datos y pruebas, algo fundamental en el periodismo, porque de otro modo es agua que corre y contamina. Pero si todo eso se pone en el contexto de una pandemia por la que en el país ya murieron más de 50 mil personas y millones en el mundo, la responsabilidad es aún mayor. Y mentir y operar políticamente frente a eso debería ser, al menos, un delito.
En el contexto de la “televisión pandemia”, en algunos casos sinónimo de “basura”, el emergente de un tiempo de vacas flacas sin ficciones originales y con adocenados programas de panelistas y nuevos pensadores de un conocimiento bastante dudoso frente a conductores-operadores políticos que en más o en menos empujan los bordes de la grieta, ocupa un lugar ciertamente inclasificable pero muy ruidoso Viviana Canosa.
Otrora conductora de programas de chimentos surgida en principio de las lides de Jorge Rial, Canosa, tras intentos fallidos en la materia, se volcó después de algunos años de alejamiento de la tevé, al periodismo más genérico con una inclinación por lo político y con un pretendido estilo frontal, tan petulante y pomposo como escaso de contenido.
Tras su paso por las noches de Canal 9 con Nada personal, que terminó abruptamente por el bajo rating y un niño de cinco años que murió en Neuquén cuyos padres admitieron que le dieron dióxido de cloro, algo que Canosa tomó (supuestamente) en su programa frente a cámaras, llegó el turno ahora de regresar a América con el programa Viviana con vos, que se emite a diario por la tardes a través de la señal de noticias A24 que pertenece a ese grupo.
Siguiendo con su alto perfil de provocación pueril más propio de una especie de Cruella De Vil del periodismo criollo que de una profesional seria y responsable que se juega por una verdad, hace unos días, a raíz de sus dichos en relación con hisopados supuestamente adulterados “para mantener a la gente encerrada”, negarse a usar barbijo en cámara y después de entrevistar a Marcelo Peretta, el farmacéutico antivacunas y anticuarentena allegado a la líder de Juntos por el Cambio Patricia Bullrich, la Defensoría del Público, actualmente a cargo de Miriam Lewin, organismo creado por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual para canalizar denuncias del público de radio y televisión, se expresó contra Canosa por promover “el pánico social y la desinformación”.
El organismo planteó contundente: “La conductora del programa mediatiza un discurso que promueve el pánico social, la alarma y la desinformación entre las audiencias acerca del sistema de testeos o hisopados que se implementan para detectar y diagnosticar el covid-19”.
Más allá de los cientos de reclamos de usuarios que, ejerciendo su derecho, pidieron explicaciones en relación con un discurso por lo menos temerario de parte de Canosa, ella, sin remilgos, fue por más y ahora quiere a Lewin sentada en su programa, algo que seguramente pone América en una situación por lo menos incómoda, con una conductora antivacunas en el medio del peor momento de la pandemia, con 30 mil nuevos casos por día en el país y con el repudio de la mayoría del arco mediático y político.
Sumado a las disputas que se dirimen en las redes a favor y en contra, que alimentan este tipo de fenómenos, donde miles de personas destilan un veneno que mayoritariamente les fue inoculado desde los medios hegemónicos que también suelen mentir con fines políticos, se sumó además la última tapa de la revista Noticias, que abre con el título “La rebeldía hueca”, planteando un análisis de lo que llaman “el fenómeno Viviana Canosa”, como el gran emergente del fake-periodismo en la Argentina.
Ella, obviamente, les contestó desde su programa, con su habitual estilo en tono bajo y carraspeado “no me callo nada”, “yo no tengo padrinos”, “yo me hice sola”, apelando a una supuesta transgresión que es más de derecha que cualquier otra cosa, y fogoneando, como pasó en la Justicia con el lawfare, algunas mentiras con el objetivo de que en algún momento se materialicen en la opinión pública como una verdad.
Para Viviana Canosa todo esto se resume en la frase de Goebbels: “Miente, miente, que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá”.