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Voluntad hay, falta estructura

El caso de Mariana, cuya hija Victoria necesita ingresar a una escuela especial y no consigue banco, ayuda a entender los desafíos de un Estado que lucha para integrar a la vida en sociedad a personas con capacidades diferentes.

El comienzo del año lectivo suele ser conflictivo, no sólo por cuestiones como la discusión de la paritaria docente (y los paros en que suele derivar) sino porque se pone a prueba la estructura del sistema. Esto incluye personal, edificios y las reparticiones gubernamentales que deben actuar para dar respuesta a las demandas de la sociedad, en este caso vinculadas con la educación. Es que el avance en políticas inclusivas imprime nuevas exigencias: existen leyes, grupos de trabajo del Estado y sobre todo familias que se juegan su bienestar. Mariana Vaccaro, por ejemplo, transita semanas de angustia porque su hija, Victoria, no encuentra banco en una escuela especial de la ciudad ya que su autismo no le permitió ingresar al primer grado de una escuela común.

El caso de Victoria, como el de la gran mayoría de las personas con capacidades diferentes, es proporcionalmente menor al resto de la matrícula 2015 pero ayuda a mostrar los bemoles de un sistema educativo puesto a prueba. Se necesita de evaluaciones, supervisores y un sinfín de trámites para asegurar que casos como el suyo lleguen a buen puerto: el que posibilite que la nena sea integrada, incluida a cuanta instancia de la vida social avale el Estado, desde una plaza, un teatro hasta un acto escolar.

“Hay un doble discurso. Se habla de inclusión, se dictan las leyes pero no se derivan los recursos para garantizarla”, explica la madre de Victoria.

Desde el Ministerio de Educación, en tanto, prometieron brindar una respuesta a la familia en alguna de las más de treinta instituciones (entre públicas y privadas) de la ciudad.

“Hace casi diez años que se ha duplicado la matrícula de escuelas comunes y bajó la de especiales. Se apuntaba a la integración y ahora a la inclusión, donde la escuela se debe acomodar a los diferentes alumnos”, explicó la directora de escuelas especiales, María Beatriz Álvarez.

Carencias

Victoria nació con trisomía 13, lo que la lleva a tener comportamientos autistas. Desde los 2 años está escolarizada, realiza actividades de estimulación y asistió a colonias de verano municipales. No se pierde fiesta de cumpleaños o cita de juegos. A su tiempo y manera es una alumna más del jardín 62 “José Nicolás Puccio” del barrio Alberdi. Eso hasta el año pasado. Al momento de ingresar al nivel primario Victoria debió someterse a una evaluación para que el Ministerio de Educación defina si le sería beneficioso entrar o no a una escuela común o debe hacerlo a una especial.

“Debían conocerla afuera de un consultorio, en un aula”, cuestiona su madre sobre aquella evaluación. Cuya conclusión fue que lo mejor para Victoria era asistir a una de las escuelas especiales del Gran Rosario.

A fin del año pasado su madre era consciente de que el camino de la estimulación temprana de la nena no debía interrumpirse. “Está acostumbrada a los actos, paseos escolares y jugar con sus compañeros. Son pares. Ella necesita escuelas especiales que trabajan a la par de otras comunes. Comparten actos pero tienen sus talleres y currícula especial”, cuenta Mariana.

Hay pocas instituciones de este tipo en la ciudad; ninguna que trabaje así en la esfera pública. En noviembre pasado Mariana contactó a los tres colegios con esta modalidad: el Padre Contardi, el Santa María (que trabaja junto a la escuela Madre Cabrini) y La Casa del Sol Naciente. Desencuentros con los supervisores y directivos que acusaron “falta de lugar en las salas” fueron parte del fin de año de Mariana. Lista de espera, nuevas evaluaciones y más reclamos al Ministerio de Educación santafesino siguieron hasta que Victoria llegó a una escuela especial de Granadero Baigorria, dedicada más a la asistencia social que al trabajo con chicos con discapacidad, según la madre.

“La inclusión es relativa porque el sistema es poco abarcativo. No todas las patologías de los chicos necesitan del mismo abordaje. Y a falta de recursos (profesionales, cargos de maestras especiales, etc.) se responde con la voluntad de los docentes. Hay casos de maestras que se juegan y modifican la currícula para incluir a chicos y otras que hacen lo contrario”, analiza la mujer.

Definición

Anteayer Mariana y la directora de escuelas especiales, María Beatriz Álvarez, mantuvieron una reunión para realizar una evaluación del caso.

Para Álvarez, el de Victoria y Mariana desafía la estadística: “Más del 90 por ciento de las personas con las que intervenimos no busca una escuela especial sino una común”, señaló la funcionaria.

Según la funcionaria, ante un ingreso de un alumno que presupone una problemática para la escuela se convoca al personal del Ministerio y se analiza el caso. “Salvo que llegue por derivación de un centro de salud o de estimulación temprana ingresan por las comunes y luego se define qué hacer: si va a una escuela integrada o no. Todo depende del perfil del alumno. Lo que sabemos es que deben ser las instituciones las que deben amoldarse a los alumnos y no al revés”, explicó Álvarez.

Disponibilidad

La mayoría de las 117 escuelas especiales públicas están en el nodo Rosario y la capital santafesina. A la par funcionan veinticuatro instituciones de gestión privada y doce servicios pedagógicos que trabajan con otras ocho escuelas especiales para brindar atención al ámbito rural.

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