Fueron 695 minutos. Una eternidad que parecía no tener fin. Un montón de partidos llenos de sufrimientos. Algunas derrotas dolorosas que provocaron la salida de Méndez. Hasta que un día Newell’s hizo un gol. Costó, pero llegó. Y no fue un nueve, aunque hubo dos en cancha. El grito lo provocó Saúl Salcedo, con un cabezazo que hizo explotar al Coloso, que tenía el festejo retenido y tuvo su desahogo.
Un gol, simplemente eso. Necesario para descomprimir tensiones. Y para ganar después de mucho tiempo. Fue 1 a 0 frente a Tigre, en el inicio de un interinato de Ricardo Lunari que arrancó con una sonrisa, algo que se extrañaba en el Parque.
La presencia de Ricardo Lunari en el banco trajo algo de calma. Las ansiedades con mezcla de enojo de los hinchas bajaron. Y se escucharon algunos aplausos al DT, una buena señal de un Coloso que en los últimos tiempos vivió al borde del ataque de nervios.
Lunari hizo lo suyo también. Rompió el desgastado 4-3-3 por un 4-4-2 que cayó mejor. Y puso en cancha a los pibes Mateo Silvetti y Valentino Acuña, para devolverle semillero y potrero a un Newell’s que en el partido anterior salió a la cancha sin un solo jugador surgido de Bella Vista.
El otro detalle táctico fue la presencia de un doble nueve, con el Colo Ramírez y Juanchón García. Romper una racha interminable de partidos sin anotar necesitaba de cualquier recurso y poner dos centrodelanteros era una alternativa, aunque se notó que había poco trabajo de esta fórmula.
Así y todo, Newell’s debió irse al vestuario en ventaja. Por intenciones, posesión del balón y terreno y chances de gol, la Lepra hizo un poco más que Tigre en la primera mitad del partido. Incluso tuvo un penal a favor por infracción a Ramírez que Lobo Medina obvió en cancha e inexplicablemente el VAR tampoco entendió como falta, sin siquiera hacer chequear la acción al árbitro, lo que provocó el lógico enojo de Lunari, los jugadores leprosos y los hinchas.
Pasaban los minutos y el gol no llegaba. No alcanzaba con el entusiasmo del pibe Silvetti, tampoco con la lucidez de Banega. Y la paciencia de la gente empezó a perderse.
En el medio hubo un penal para Tigre, que tras muchas deliberaciones el VAR junto a Lobo Medina no lo sancionaron. Hasta que llegó ese minuto tan esperado. Iban 27 del complemento. Un tiro libre para centrar que no tenía pinta de peligroso. De esos hubo muchos en los últimos partidos y nunca fueron efectivos. Esta vez no. Banega le dio con precisión y Salcedo se desmarcó con maña y cabeceó de pique al segundo palo, para inflar la red de gol. Hubo suspenso, porque el VAR siempre busca hormigas para sacarle la pasión al fútbol. Pero fue gol. Y hubo festejo. Y victoria con algo de sufrimiento, para que valga más. ¡Al fin Newell’s!