Clásico con personajes disruptivos surgidos del teatro del Parakultural porteño de finales de los años 80 que con el paso de los años se mitificó, La Moribunda, de Alejandro Urdapilleta con la actuación de éste junto a de Humberto Tortonese, homenaje funesto-humorístico al otro integrante del histórico trío, Batato Barea, la «moribunda» en cuestión, que se conoció a fines de 1997 en el Morocco y una año después fue reestrenada en el Picadilly y giró por el país (se presentó en Rosario en el Centro Cultural Parque de España), tendrá desde este viernes una nueva versión local de la mano de un dúo de actores integrado por Aquiles Pelanda y Leandro Doti que se conocerá en el Cultural de Abajo.
En esta tragicomedia contada por estaciones, dos hermanas, Kara y Karen, cuidan a una tercera y mayor, Kiri, que agoniza en otro lugar de la casa (tomando como disparador catártico la agonía real de Batato Barea, quien había fallecido en 1991). Mientras la muerte no llega pero late, ambas juegan en un mundo que parece haberse detenido para permitirles desnudar sus miserias, amores y horrores desde una ficción disparatada que es lo único que pueden sostener.
Volver sobre un clásico
“La necesidad de abordar este trabajo nace hace algunos años a partir de lo que nos contaba nuestro maestro Oscar Medina en su taller, a modo de anécdotas, de lo que conocía de su autor, del movimiento under y de él mismo habiendo tenido la oportunidad de ver la versión original. Luego montamos una escena corta de la obra en la muestra de nuestro último año de cursado de taller. Esta escena recorrió algunos varietés de la ciudad y desde hace dos años, pandemia mediante, nos abocamos a la tarea de llevar a cabo nuestra versión completa, porque esta es nuestra Moribunda”, expresaron a El Ciudadano los actores por Aquiles Pelanda y Leandro Doti, formados en el taller Losdemedina.
Y sumaron: “Hay algo del modo en el que originalmente trabajaban estos monstruos del under porteño que naturalmente surgió en la manera que llevamos a cabo nuestra versión. La improvisación, el no saber cómo pero hacer desde el lugar del juego, el despilfarro y básicamente el disfrute de lo que somos: dos amigos actores que queríamos crear y llevar a escena esto juntos”.
Pelanda y Doti armaron un tándem que más allá de la mirada que suele venir del afuera de manera solidaria y que siempre circula en el ambiente, abordó la obra con lo que comúnmente se llama una dirección “hacia adentro”, donde la tarea fue encarada por ellos mismos. “Este montaje surge de un trabajo previo realizado en un taller en el cual nosotros éramos alumnos que estábamos aprendiendo. Al retomar el material, ahora desde otro lugar, nos preguntábamos con cuánto de aquellos personajes iniciáticos debíamos quedarnos, cuánto de aquello debía actualizarse, mejorarse o cambiarse definitivamente. Lo pensamos un poco pero no demasiado; había algo de eso de lo que no queríamos renegar, así que nos entregamos a los ensayos y a lo que nos iba proponiendo esta nueva versión, que en definitiva creemos que es a lo que deseábamos llegar. Las nuevas escenas que no habíamos abordado inicialmente hicieron que se resignificara el modo en el que trabajamos y modificaron la puesta que abordamos finalmente”.
“De este modo, hicimos nuestra propia versión de La Moribunda –completaron–, que sigue siendo, obviamente de Alejandro Urdapilleta, pero le pusimos detalles que de alguna manera amplían e intensifican la historia original, la hacen más «madura» y le agregan una pincelada de originalidad a esta pieza que es un clásico. Estos detalles tienen que ver con textos extraídos de «El diario de Karen», que es un diario que llevaba Alejandro de su personaje, al mismo tiempo y en paralelo que realizaba la obra. Y para la dirección confiamos en nosotros mismos, nos miramos hacia adentro y por momentos revisábamos desde afuera, pero desde un lugar de acompañamiento. Confiamos plenamente en la mirada del otro y eso creemos que se nota tanto dentro como fuera de la escena. En el afuera, desde el área de asistencia, contamos además con la ayuda y el trabajo de Mariu Peirano en la asistencia general y de sonido, y de Agustín Rosso en el diseño de luces y operación técnica, miradas que también aportaron lo suyo en cada una de sus áreas”.
Finalmente, en un tiempo de cambios y diversidades, los actores analizaron el contexto en el que está obra emblemática del absurdo criollo, para algunos, fundacional del postmodernismo en el teatro argentino, está de regreso. “Creemos que Urdapilleta y Tortonese no ocultaban su masculinidad y consideramos que tanto el vestuario como el maquillaje no buscaba feminizar los cuerpos, sino generar símbolos femeninos que a la vez acentuaban rasgos que ya eran monstruosos. No había maquillaje que soporte esos cuerpos y esas acciones, por momentos tan masculinas, refiriéndonos al trabajo físico y hasta acrobático de estos dos actores. La estética de ellos tenía la intención de oscurecer a estos personajes, como si necesitaran oscurecer lo que ya era oscuro, remarcándolo”, expresaron.
Y cerraron: “Nosotros, de alguna manera, quisimos iluminar un poco nuestra obra a nivel estético, sacarle un poco ese rasgo de marginalidad, pero algo de todo eso, de lo oscuro, lo ácido, el límite, sigue estando porque es La Moribunda, y ni nosotros ni ellas (los personajes) pueden escaparle a ese mundo marginal y oscuro. No dejamos de lado algo indispensable en los textos de Urdapilleta que tiene que ver con la ternura que por momentos esta vez acentuada, y con la idea de darle espacio, lugar”.
Para agendar
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La Moribunda, con las actuaciones y dirección de Aquiles Pelanda y Leandro Doti, se estrena este viernes, a las 21, en el Cultural de Abajo, de Entre Ríos 579. Las entradas generales a 500 pesos se reservan a través del WhatsApp +54 9 336 459-4923 y por Instagram: http://@lamoribunda_