«Se acostó en la camilla boca abajo y le dije, date vuelta que te van a poner el suero, mirá para arriba así no ves la aguja. Le pusieron cuatro inyecciones juntas y quedó inconsciente. No reaccionó más y murió». Esas fueron las últimas palabras que Sandra le dijo a su nieta Liz, la nena de nueve años que murió el 2 de febrero en el hospital de Niños Zona Norte. A tres meses de eso, la familia de la chiquita pide Justicia.
La familia de Liz denuncia mala praxis de parte del personal médico y de las enfermeras que la atendieron. La nena había ingresado al centro de salud un sábado (el día anterior a su muerte) porque tenía fiebre, vómitos y diarrea. Quedó internada, le hicieron análisis y le colocaron suero. Le habían diagnosticado un cuadro de gastroenteritis.
Al día siguiente, la nena mejoró: le habían quitado el suero y podía caminar sola para ir al baño. Según contó su abuela, el domingo le avisó a una enfermera que su nieta tenía fiebre: transpiraba, estaba toda empapada y empezó a hablar cosas sin sentido.
«A la nena se le empezaron a enfriar las piernas. De la cintura para abajo era un hielo. Y de la cintura para arriba eran 40 grados. Cuando la enfermera le quiso tomar la temperatura ya no le marcaba nada. Le dieron dos paros cardíacos y murió”, lamentó Sandra.
Y siguió: «Quiero saber cuál fue la causa de la muerte de mi nieta y qué fue lo que le inyectaron. No murió por un virus intrahospitalario».
El director del centro de salud, Eduardo Casim, dijo que «no entendía por qué se dio ese fatal desenlace». «Tengo 30 años de pediatra y no logro explicar qué pasó”, señaló por entonces.
Desde el Ministerio Público de la Acusación (MPA) confirmaron que recibieron el informe infectológico pedido, en su momento por Fiscalía, proveniente del instituto Malbrán y que éste fue remitido al Instituto Médico Legal de Rosario (IML) para poder hacer la autopsia con esos datos y los exámenes complementarios y anatomopatológicos.
De acuerdo a lo que indicaron, una vez que se haga, se fijará una fecha de la junta médica para el análisis de los resultados y determinar la causa de la muerte.
Sin embargo, la abuela de Liz dijo que «nadie les informó que los análisis iban a ir al instituto Malbrán de Buenos Aires. Fiscalía y el Instituto Médico Legal nos dijeron que estaban en el Cemar. Nos tienen como bola sin manija».
«Era como una hija para mí»
Liz vivía con su papá Jonatan, de 28 años, y su abuela paterna (Sandra) desde hacía tres años. “Siempre estaba con una sonrisa. Era como una hija para mí. Donde ella quería ir, la llevábamos. Era hermosa”.
A tres meses de la muerte de su nieta, la mujer tuvo que empezar terapia para poder sobrellevar semejante dolor.
Sandra contó que era una nena activa. Iba a una academia de baile. Le encantaba ir a los cumpleaños de sus amigos y participar de los actos escolares. «Este año tenía que empezar 5° grado. Pero nunca va a pasar», lamentó su abuela.