Vestidos con traje blanco y faja roja, sacerdotes mayas encendieron este ayer el fuego sagrado en las majestuosas ruinas de Tikal, norte de Guatemala, y rogaron por tiempos mejores, sin discriminación ni racismo, durante la bienvenida de una nueva era de 5.200 años en su calendario. El acontecimiento había dado lugar a interpretaciones catastrofistas, impulsado a crédulos alrededor del mundo a refugiarse en montañas o búnkers y llevado a científicos a explicar una y otra vez que la Tierra –y su carga de seres humanos– seguirá andando.
Ajenos a las interpretaciones apocalípticas que hablaban del fin del mundo y reunidos alrededor de un círculo en el centro de la Plaza Mayor de Tikal, 550 kilómetros al norte de ciudad de Guatemala, los sacerdotes agradecieron al Creador y Formador por este único momento de sus vidas.
Invitados especiales –entre ellos dos jefes de Estado– turistas y periodistas acapararon las plazas para seguir la ceremonia, dejando poco sitio a descendientes de los mayas, muchos de los cuales prefirieron realizar sus ceremonias de forma más discreta y lejos del espectáculo mediático.
La fiebre apocalíptica fue aprovechada por empresarios y gobiernos para atraer turistas a sitios arqueológicos de México, Guatemala, Honduras, Belice y El Salvador, territorios donde se asentó el imperio maya, una cultura con un vasto legado de conocimientos para la humanidad, ya en decadencia cuando llegaron los conquistadores españoles.
Fortunato Mendoza, de la etnia maya Mam, viajó dos días con sus 55 años a cuestas y fue uno de los pocos afortunados que pudo hacer una ofrenda por la vida en este místico lugar, icono de la cultura maya y declarado patrimonio mundial de la humanidad por la Unesco en 1979.
Fortunato pidió por el “rescate, valorización y convivencia de la cultura maya, y por la protección de la Madre Tierra porque hemos estado distanciados de ella por la influencia de otras culturas”.
“Esperamos verdaderamente un nuevo amanecer, sin divisionismos, discriminación y exclusión hacia nosotros”, dice mientras se acomoda en la cabeza el sombrero blanco y a lo lejos se escuchaban notas de la marimba, un instrumento musical de madera declarado símbolo nacional de los guatemaltecos.
“A nosotros (los indígenas) nos tienen olvidados”, interrumpe su hermano Rafael, 18 años mayor que Fortunato, sentado a su lado en una grada de uno de los templos, en medio del bosque selvático y donde amaneció nublado permitiendo ver sólo esporádicamente al sol que anunciaba el solsticio y la nueva era.
“La historia de los pueblos mayas es triste, nos cortaron las ramas, pero no las raíces y en esta nueva era es el tiempo de retoñar”, anunció al público en medio de la ceremonia el guía quechí Manuel Ico a través de un altoparlante inalámbrico utilizado para esta ocasión.
En la ceremonia de fuego para recibir los primeros rayos del sol, también participaron decenas de extranjeros vestidos de blanco y portando una vela en la mano, quienes se han integrado a la asociación Unificación Maya, cuyo propósito era contrarrestar la mala interpretación de la fecha con el fin del mundo, explicó a la AFP el sacerdote Tata Chus.
“Ojalá sea un despertar de los mayas, cuya cultura es rica por su cosmogonía y filosofía”, comentó la mexicana Deby Katz, hija de padre alemán y madre costarricense.
Al inicio del rito participaron como invitados especiales los presidentes de Guatemala, Otto Pérez, y de Costa Rica, Laura Chinchilla.
Ambos jefes de Estado pernoctaron en las ruinas de Tikal luego de haber asistido al inicio de las actividades, al anochecer del jueves pasado, con la recreación de ritos y danzas tradicionales, frente a la pirámide de la Gran Plaza.