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Ya saben casi todo sobre aquel pez vampiro que apareció hace 153 años en una calle de Buenos Aires

Un equipo del Conicet que estudió a las lampreas del río Santa Cruz, en riesgo por la construcción de dos represas, determinó que son de una especie diferente a la que se consideraba hasta ahora. Y se encontró con el curioso registro y descripción que hizo un naturalista argentino-alemán en 1867

Alejandro Cannizzaro

Conicet

Un equipo científico que estudia peces en el río Santa Cruz encontró, analizó y determinó fehacientemente que uno muy particular, que durante más de un siglo se consideró como parte de una especie, no lo era. Se trata de un pez con un cuerpo largo y cilíndrico que ha fascinado a biólogos y naturalistas de todos los tiempos y todas las geografías, ya que se lo sigue considerando uno de los “fósiles vivientes”, animales que apenas han tenido cambios en millones de años. Éste, además, vive en los mares pero su nacimiento y parte de su vida transcurren en agua dulce. Y además, durante parte de su existencia se alimenta de los fluidos de otros peces, un vampiro de agua que un buen día, hace más de un siglo y medio, apareció nadando en una calle inundada de Buenos Aires.

“En 1998 empecé a trabajar en el río Santa Cruz para mi tesis doctoral, estudiando las bases genéticas y los factores ambientales que determinan la anadromía, es decir, el comportamiento de aquellos peces que migran al océano para alimentarse y retornan al río para desovar. Frente a la inminente construcción de dos represas, Cóndor Cliff y Barrancosa, en el cauce principal del río, resultaba urgente generar más información de las especies presentes y de los posibles impactos que podía tener el proyecto”, cuenta la científica Carla Riva Rossi, investigadora adjunta del Conicet en el Instituto de Diversidad y Evolución Austral (Ideaus).

A ella y al equipo que integra, y que avanzó en estudio clave, la empresa Ieasa (ex Enarsa), encargada de supervisar las obras de las represas y garantizar la sustentabilidad ambiental, los invitó a estudiar a la lamprea geotria australis, que habita en ese río. O así se creía: “Así empezó el gran desafío de conocer más acerca de una de las especies de vertebrados más antiguas”, se entusiasma Riva Rossi.

El trabajo, publicado en la revista Plos One, sostiene que el equipo de científicas y científicos que también integra la investigadora asistente del Conicet Pamela Quiroga generó una gran cantidad de información en un lapso corto de tiempo , fundamental frente a la amenaza del hábitat de las lampreas del río Santa Cruz por la construcción de las represas. Y fue a partir de estos estudios que empezaron a encontrar ciertas características en esta especie que les llamaron mucho la atención.

“Comenzamos a investigar acerca de geotria australis, del Hemisferio Sur, presente en Chile y Australasia. Y convocamos a una especialista de Nueva Zelanda, la doctora Cindy Baker, para asesorarnos sobre su ecología. A partir de fotografías e imágenes publicadas observamos diferencias en la morfología oral, la dentición y el tamaño y posición de las aletas entre ejemplares de ríos de Patagonia y aquellos provenientes de otros lugares. Estas diferencias morfológicas, junto con diferencias genéticas ya habían sido reportadas en estudios previos de la especie, pero ningún de ellos había incluido ejemplares de Argentina. Entonces empleamos análisis de ADN mitocondrial en el Laboratorio de Biología Molecular del Ideaus y encontramos diferencias moleculares extraordinarias entre la geotria de Argentina y aquellas de Chile y Australasia”, explica Riva Rossi.

Lejos de detenerse con los resultados conseguidos en laboratorio, el equipo de científicos se dedicó a indagar en archivos históricos. Y halló una sorpresa: un antiguo estudio taxonómico en el que se describía a una especie de lamprea capturada viva en una calle de la ciudad de Buenos Aires, y estudiada por el naturalista alemán nacionalizado argentino Carlos Germán Conrado Burmeister, en 1867. En la presentación científica del ejemplar encontrado, que se hizo en la Sociedad Paleontológica de Buenos Aires, el especialista afirmó: “La nueva especie se ha encontrado en la calle de Buenos Aires, propongo llamarla petromyzon macrostomus. Tiene una longitud de 0,40 metro y una figura prolongada cilíndrica, como todas las especies conocidas, pero bastante comprimida a los dos lados”.

Dos décadas y media después, en 1893, Carlos Berg, zoólogo alemán radicado en la Argentina, revisó el material y le reasignó el nombre de geotría macrostoma.

Lo que llamó la atención de la científica es que estas primeras descripciones por parte de Burmeister y Berg, es que a pesar de ser correctas, como demuestra la investigación del equipo de trabajo del Ideaus, fueron después desestimadas, y se reclasificó a la especie como geotria australis. “Pero nuestros resultados muestran que la lamprea argentina geotria macrostoma es una especie con características únicas en su ecología, fisiología y comportamiento y adaptaciones que son el resultado de procesos evolutivos históricos y recientes en respuesta a las diferentes características de su medio ambiente. Desconocer o ignorar esta singularidad e implementar acciones de conservación diseñadas para otras especies de lamprea, incluyendo a su congénere, la lamprea de bolsa de Chile y Australasia, puede llevar a decisiones erróneas de manejo, inadecuadas para garantizar la viabilidad poblacional y el potencial evolutivo de la lamprea Argentina”, indica Riva Rossi.

 

Vida de lampreas

Según describen especialistas, las lampreas de esta parte del mundo no tienen grandes diferencias de comportamiento con sus parientes de otras. Según publica la enciclopedia virtual Wikipedia, los adultos llegan a medir unos 80 centímetros, aunque no se ha podido determinar aún su real estado de conservación. Se considera, de igual modo, ya como inexistente en el Río de la Plata, donde hace casi 153 sorprendió a los naturalistas de entonces.

Son peces anádromos, esto es que nacen en lagos y ríos de agua dulce. Allí presentan la primera fase de vida, la larval (denominada “ammocetes”), viviendo por entre 3 y 4 años, acaso más tiempo, enterradas en el limo y arena del río, alimentándose de microorganismos a los que captura filtrando el agua.

Terminada esta fase, ocurre una metamorfosis: durante 6 meses cambian su color amarronado por otro plateado, crecen en tamaño y los ojos, antes rudimentarios, terminan de desarrollarse. En esa fase juvenil las lampreas nadan y se trasladan, de noche se dejan llevar por las corrientes hasta que alcanza las desembocaduras de los cursos de agua y pasan a vivir en el mar. Allí es cuando obtienen su alimento parasitando sangre y tejidos corporales de peces vertebrados. Luego de un tiempo pasan a la fase denominada subadulta, por lo regresan a los ríos, a los que remontan aguas arriba y dejan de parasitar. Allí presentan una etapa de maduración sexual prolongada, donde el desove ocurre después de 12 a 16 meses de permanecer en agua dulce. Y tras reproducirse, mueren.

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