María Beatriz Gentile
Por dos chocolates, un queso y un aceite que se llevó sin pagar, Vicente Ferrer de 70 años fue asesinado a golpes por los guardias de seguridad de un supermercado.
El hambre siempre es una página humillante en cualquier historia, sea personal o colectiva. Pero es aún peor y profundamente injusta, en la historia de un país que ha sido y es básicamente productor de alimentos.
Según el Observatorio de la Universidad Católica Argentina, en 14 millones de personas son pobres y 3 millones son indigentes en el país.
Que casi la mitad de la población no pueda satisfacer sus necesidades alimentarias, contrasta enormemente con la concentración económica en la distribución de alimentos que se registra en las últimas décadas.
La estrategia de comercialización de alimentos supermercadista comenzó su expansión en la década de los 80. Por esos años el comercio se abrió a la inversión extranjera y se permitió el giro al exterior de las utilidades empresarias. En 1982 se instaló la cadena internacional Carrefour y seis años después llegaron al país otras dos cadenas internacionales: Makro, supermercados mayoristas de origen holandés, y Jumbo, de capitales chilenos.
En 1995 se instalaba el gigante norteamericano Walmart y en 1998 el grupo francés Casino, adquiriendo el control de la empresa Libertad.
Por esos años se incorporaron dos grupos argentinos: Coto y La Anónima. El primero, iniciado como red de carnicerías, se convirtió en una de las grandes cadenas nacionales. Su estrategia se sustentó en precios bajos, dirigiéndose al consumidor de medianos ingresos y luego fue expandiendo su actividad, hasta lograr instalarse fuertemente con más de 110 bocas.
La Anónima, cuyo origen se remonta a inicios del siglo XX con campos de producción lanera y almacenes de ramos generales en el sur del país, se concentró en la rama de autoservicios y supermercados. Para 2011, se había expandido a 63 ciudades del interior del país, con un total de 116 sucursales, combinando hipermercados (La Anónima), supermercados (Quijote) y autoservicios (Best).
Para 1997 las tres principales cadenas -Carrefour, Disco y Coto- concentraban el 36,7% de las ventas.
En 2007, la fusión de distintas empresas que constituyeron el grupo Paullmann (Jumbo, Disco y Plaza Vea); el grupo Promodes (Norte, Tia, Carrefour y Día) y Coto llegaron a concentrar el 59% de las ventas.
En 2011 estos tres grupos representaban el 70% del total de las ventas del sector en el rubro bebidas y alimentos.
Cuando el presidente de la Nación, Mauricio Macri, lanzó aquello de: “Queremos dejar de ser el granero del mundo para ser el supermercado del mundo”, seguramente ya conocía el informe del Indec, acerca de que tan solo un puñado de empresas comercializan el 80% de todo lo que consumimos o utilizamos para limpieza del hogar e higiene personal y el otro 20% se divide en 30.000 pequeñas y medianas empresas.
2001 y 2002 fueron años críticos. Movilizaciones, cortes de ruta y motines por hambre con saqueos de comercios, mostraron una sociedad empobrecida, abandonada y en orfandad institucional.
En aquella oportunidad, una imagen televisiva mostró a los empleados del supermercado Coto parapetados tratando de evitar el ingreso de los excluidos. Alfredo Coto, propietario de la cadena, entrevistado por un periodista decía: “La gente se puso la camiseta porque fue consciente de que estaba en juego su futuro. Fue un gesto que nos conmovió a todos”.
En cierta medida tenía razón. No sabemos si hablaba del futuro de los empleados, pero del de la empresa, seguro. En 1997 esta cadena concentraba el 10, 08% de la actividad supermercadista, en 2007 subió al 12, un año después llegaba al 13,7 y en 2017 su dueño reconocía en una entrevista realizada por la revista Fortuna que su participación en el sector era del 20%, tan solo a 2 puntos de la cadena que lidera el ranking.
Esta vez, el “Yo te conozco” no alcanzó para evitar el asesinato de ese “jubilado que se llevó comida sin pagar en supermercado y se murió”, como acostumbran a adulterar la realidad los canales del monopolio mediático. Pero esta vez, la camiseta fue por Vicente.
Historiadora, ex delegada de la secretaría de Derechos Humanos de la Nación, decana de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue. De vaconfirma.com.ar