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Yolanda Ponti: crónica de una larga lucha en exigencia de juicio y castigo que terminó en perpetua

Alberto Jaime, coronel retirado del Ejército, fue condenado a prisión de por vida en cárcel común por haber asesinado a la militante oriunda de Rafaela que estudiaba en Santa Fe, el 1° de diciembre de 1976, en marco del terrorismo de Estado perpetrado por la última dictadura cívico militar

Por Mariángeles Guerrero / Especial para El Ciudadano

Mercedes Ponti sale del Tribunal Oral Federal de Santa Fe con una sonrisa inocultable y los brazos en alto. En el pecho exhibe el rostro de su hermana Yolanda Ponti, asesinada por un operativo de inteligencia militar el 1° de diciembre de 1976. La Justicia Federal acaba de condenar a prisión perpetua al coronel retirado Alberto José Jaime, de 79 años, tras ser hallado culpable del homicidio agravado por alevosía y por el concurso de dos o más personas contra la militante estudiantil.

Afuera del juzgado, en el centro de la ciudad de Santa Fe, esperan las amigas de Yolanda, sus compañeras de los 70, estudiantes, militantes sindicales, los organismos de derechos humanos y funcionarias de la Secretaría Provincial de Derechos Humanos.

La lectura de la sentencia se escucha por un altoparlante y la Madre de Plaza de Mayo Otilia Acuña sonríe con satisfacción: un juicio más que hace honor a la memoria, a la verdad y a la justicia. En el inusual intenso calor de agosto, dos fotos de Yolanda flamean en el viento caliente del mediodía: en ellas sonríe con la frescura de quien tiene sueños y toda la vida por delante.

Casi cincuenta años después de la tarde en que el terrorismo de Estado mató a esa joven rafaelina que estudiaba Servicio Social en Santa Fe, el juez Luciano Lauría lee el fallo. Lo hace en acuerdo con los vocales José María Escobar Cello y Elena Beatriz Dilario. Y es escuchado, entre aplausos y gestos de alivio, por quienes sostienen las banderas y la memoria compartida en la suma de retratos de las y los militantes que aún nos faltan, que también sonríen en una juventud detenida en el tiempo.

Además de condenar al ex militar Jaime a perpetua, el TOF 1 de Santa Fe se expresó en forma explícita acerca de dónde deberá cumplir su pena: en cárcel común. Hasta que la sentencia quede firme, el represor continuará preso en su departamento de la ciudad de Buenos Aires y luego deberá ser encarcelado en un instituto del Servicio Penitenciario Federal.

La decisión del tribunal se ajusta a lo pedido tanto por la querella, llevada adelante por H.I.J.O.S. Santa Fe (con el patrocinio de la abogada Lucía Tejera), y el fiscal Martín Suárez Faisal. El juez Lauría anunció además que la audiencia en la que se dará lectura de los fundamentos del fallo se celebrará el próximo 23 de agosto.

La prueba clave del asesinato de la joven es un sumario que instruyó el Ejército en 1976, tarea que debieron realizar porque en la balacera de las fuerzas represivas murió uno de los suboficiales del Destacamento 122: el sargento Oscar Alberto Cabezas. Los hechos ocurrieron en hora pico, en la concurrida esquina de Lisandro de la Torre y 25 de Mayo en la capital provincial.

En ese sumario quedó asentado que Jaime y sus cómplices -todos fallecidos al día de hoy- vieron cómo Ponti subió a un colectivo de la Línea 3 en barrio Barranquitas (al oeste de la ciudad) y la siguieron hasta el centro en dos vehículos, un Dodge y un Renault 6.

En la denuncia que dio inicio a la causa en 2013, el fiscal federal Walter Rodríguez relató que Jaime «impartió la orden por radio» de interceptar al micro y «dos hombres bajaron del Dodge para detenerlo a pie», mientras el Renault 6 le bloqueaba el paso.

El sumario permitió conocer que la patota estaba integrada por siete efectivos. Además de Jaime y un agente civil de inteligencia que no fue identificado, actuaron el suboficial Nicolás Correa, el teniente Julio César Domínguez, el sargento Elodoro Jorge Hauque, Cabezas y el oficial de la policía santafesina Héctor “Pollo” Colombini.

Jaime es el único de los integrantes de ese grupo de tareas condenado por el crimen de Ponti, quien primero fue herida en el abdomen y luego fue rematada con un disparo en la cabeza. Además de Yolanda, murieron el chofer del colectivo, un transeúnte y el ya mencionado Cabezas.

“La Justicia a veces no responde a los tiempos de las víctimas, a los tiempos del proceso de verdad, y durante estos años fueron falleciendo el resto de los integrantes de esa patota”, señala la abogada Tejera.

Mercedes Ponti reflexiona: “Lo que más me impactó del juicio fue ver a este hombre (por Jaime) muy tranquilo, como si él no hubiese estado en el lugar de los hechos”.

Tras la sentencia, afirma: “Estábamos esperando esto después de tanto tiempo, por lo menos para poder estar un poco más tranquilos. No sé si esta persona tiene conciencia pero que se le remuerda un poco”.

Entre lágrimas, otra hermana de Yolanda, Ibe, agradece: “Para nosotros fue una experiencia nueva, ser testigos de un juicio de lesa humanidad. Y nos sentimos tan cuidados y tan protegidos que no tenemos palabras para agradecer. Hoy Yoli descansa en paz y la tenemos siempre en el corazón de todos ustedes y en nuestra familia. Ella siempre está presente”.

Su hermana Mercedes agrega: “Simplemente tengo que agradecer a todos ustedes porque están siempre. Yo no estaba en este lugar. Yo siempre los veo por televisión, veo su insistencia y gracias a esa insistencia se logró lo que se logró. Gracias a todos, porque ahora Yoli descansa en paz y nosotros estamos más tranquilos”.

“Hay que seguir luchando”

La abogada Tejera tampoco ocultó su emoción: “Se logró la sentencia que pedimos, que es perpetua. Durante este juicio pudimos conocer a través del relato de los familiares de Yolanda quién era ella, que era una militante política comprometida socialmente con su tiempo. Durante el debate sus hermanos nos mostraron la calidez, el compromiso y la solidaridad que ella tenía con apenas 18 años”.

Con la premisa de que el único lugar para un genocida es la cárcel, Tejera hace referencia a la prescripción explícita de que Jaime vaya a prisión común: “Celebramos lo establecido por el tribunal en relación al lugar del cumplimiento de la condena perpetua de Jaime, quien goza de la prisión domiciliaria y estuvo prófugo durante más de cuatro años de la Justicia”.

La letrada se refirió a la sentencia como “ejemplar”. Y además valoró su contexto político: “Parte de la emoción que tenemos es que esta sentencia se haya dado después de las elecciones del domingo pasado. Me emociona profundamente que sigamos en la calle pidiendo juicio y castigo, que sigamos comprometidos con los juicios”. Y añadió: “No todo está perdido: nos sabemos en la calle, nos sabemos movilizados y con los compromisos sociales de los compañeros y compañeras que desapareció un Estado terrorista, que puso en marcha un mecanismo para desaparecer a quienes pensaban distinto y a quienes querían construir otros lazos de solidaridad”.

-¿Qué mensaje puede dar para las familias que aún siguen esperando que inicie alguno de los juicios de lesa humanidad que están vigentes?

-Que hay que seguir luchando. La militancia y los abogados que intervenimos en las causas de lesa humanidad venimos dando constantemente una disputa de sentido con el Poder Judicial, exigiendo que las instituciones se robustezcan, que podamos dar cuenta en un juicio oral de la dimensión de los hechos que ocurrieron durante el terrorismo del Estado. Llegar a un juicio por una sola víctima y por un solo imputado, como el caso de Yolanda, no es el mejor escenario porque entendemos que no se trata de un homicidio de una sola persona, sino que el homicidio de Yolanda fue parte de la criminalidad del Estado expuesta en el territorio de la ciudad de Santa Fe.

Yolanda Ponti: una bandera para las nuevas generaciones

Hugo Kofman, del Foro contra la Impunidad y la Justicia, toma el micrófono y resalta la edad que tenía Yolanda, parte de la generación perseguida por una dictadura que implementó el neoliberalismo con el terror y la sangre. Es inevitable pensar en ella, en la sonrisa que persiste en las fotos y no recordar a Floreal Avellaneda, a María Claudia Falcone y a tantos adolescentes asesinados por un Estado genocida.

“A los 18 años Yolanda supo estar a la altura de la lucha de ese momento. Fue una compañera, tal como lo dijeron los relatos que escuchamos en este tiempo, sensible, solidaria, que estuvo con la gente más humilde, justamente vinculada a su propia vocación de trabajadora social. Fue un ejemplo para la juventud argentina y para todos nosotros”, sintetiza Kofman.

Entre las personas que celebran el veredicto, hay muchas chicas jóvenes. Cuando se expone la sentencia, piden la palabra en las afueras del TOF y se expresan. Florencia Gómez, estudiante de Trabajo Social —la misma carrera que estudiaba Yoli— habla visiblemente conmovida. “El juicio de Yolanda Ponti me atraviesa de manera particular porque es uno de los rostros y nombres que persisten y que están presentes cotidianamente en nuestra casa de estudios. Esos rostros y esas fotos que, si nos detenemos a observar, nos transmiten lucha, compromiso y nos inspiran cotidianamente”, dice entre aplausos de los presentes.

En tiempos donde se habla de una forma homogénea de ser joven y del posicionamiento de las juventudes frente a los asuntos políticos del país, Gómez hace una invitación: “Como estudiantes, como jóvenes santafesinos destacamos la importancia de seguir construyendo memoria, verdad y justicia cotidianamente y poder asumir la responsabilidad histórica con nuestro pueblo, de construir una sociedad mejor, esa que tantos compañeros y compañeras soñaron y que les costó su vida”. Sus palabras se convierten en estandarte cuando afirma: “Hoy el legado de Yolanda está más presente que nunca”.

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