Por: Santiago Baraldi
Invitado por la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario, el juez Eugenio Zaffaroni disertó el viernes pasado, ante un auditorio repleto, sobre “Los medios de comunicación y la criminalización de los pobres”. El ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación trazó un análisis detallado sobre cómo “desde los medios se instala el miedo”. Frente a los resonantes sucesos de violencia que impactan a la sociedad y que desde la política suelen denominarse “sensación”, Zaffaroni sostuvo: “Se dice cualquier cosa porque la Argentina no gasta un peso para saber lo que pasa, no se puede prevenir lo que no se conoce”.
Muchas veces referenciado como “garantista”, el magistrado indicó que “hay un juego de destruir al Estado de Bienestar para reemplazarlo por esto: que la política no tenga más espacio y que las fuerzas monopólicas de la economía manejen todo”. Antes de la charla con alumnos y docentes, Zaffaroni habló con El Ciudadano y dejó conceptos claros sobre el rol de los medios.
—Ante hechos policiales mediáticos, desde la política se habla de “sensaciones”. ¿Cree que la inseguridad es una sensación?
—Si la inseguridad es una sensación o no, no lo sabe nadie. En la Argentina no se gasta un sólo peso para saber lo que pasa, no hay cuadro de situación, por lo cual, cada cual puede decir cualquier cosa. De modo que no tenemos perfil de víctima, no tenemos perfil de victimarios, no tenemos momentos de riesgos de victimización, no tenemos diagnóstico. Entonces, ¿qué se quiere? ¿Prevenir algo que no se conoce?, imposible. Y no hay diagnóstico porque no se invierte en hacer una investigación de campo. Cuando se trata de bajar niveles de violencia no hay investigación científica. Cada uno dice lo que quiere y por otro lado no tenemos datos para decirle eso es cierto o no. No todo lo que se dice es verificable, ese es el problema. Es decir: hay un hecho delictivo (en una sociedad de 44 millones de habitantes va a haber), hay más, hay menos, tienen características distintas, estamos en un momento de mayor dinámica criminal, de menos… no lo sabemos. Todo lo que se dice es olfato, es el espacio que se le da a una noticia que puede ser cierta o no, pero el problema es que no se puede encarar una política de prevención seria en la medida que no haya un cuadro de situación, permanentemente actualizado.
—¿Es responsabilidad del Ejecutivo nacional brindar esas estadísticas?
—Corre por cuenta un poco del Ejecutivo. Se necesitaría una ley que habilite los datos, porque son secretos. Si queremos desde la Universidad investigar no nos dan los datos, todo es secreto. En Estados Unidos tienen acceso a los datos y les pagan para que investiguen. En Inglaterra se hacen investigaciones de campo que son impresionantes, acá no se hace nada de eso; se habla. Se pasa de la televisión a la mesa de café y de ahí a la ley. Obviamente, así no se puede hacer nada en serio.
—En este sentido, ¿qué rol cumple la Ley de Información Pública?
—Hay datos que se consideran que son sensibles, entonces se mantienen en reserva. En el tema de inseguridad es sensible cuando uno quiere investigar a la Policía, por ejemplo. Incluso desde la Justicia se utilizan métodos viejos para realizar estadísticas, llenar planillas, pero no tenemos estadísticas depuradas en función de prevención. Ninguna estadística es ingenua, todas buscan algo, y hay que hacer estadísticas con un protocolo orientado a prevención, no de juntar números por juntar. Me dicen que hay más homicidios o menos homicidios, pero no me dicen qué clase de homicidios; si son intrafamiliares, si son en ocasión de robo, si son puñaladas en el boliche…
—Hay un latiguillo instalado en la sociedad: “el ladrón entra por una puerta y sale por la otra…”
—Tenemos más de 70 mil presos en el país, de los cuales un 70 por ciento está procesado y un 25 por ciento de ese 70 va a ser absuelto, de modo que también tenemos presos para nada.
—¿Cree que hay rispideces entre el poder político y el judicial?
—No veo rispidez, veo funcionamiento de los poderes. Algunos codazos hay, como debe ser, pero es el funcionamiento normal de una democracia. La República funciona.
Los medios y un “mundo paranoide”
Luego de la entrevista con este diario, el doctor Zaffaroni se explayó sobre el rol de los medios y el tratamiento de las noticias que impactan a la sociedad en su disertación en el Aula Magna de la Facultad de Derecho. “Los medios hacen una abierta campaña vindicativa que no es original de aquí sino que nos viene de Estados Unidos, cuando la criminología mediática instala el mundo paranoide. Aquí, el chivo expiatorio es el pibe, el adolescente o joven habitante de nuestros barrios precarios. La técnica es clara: primero muestro a un pibe que mató a una viejita cuando salía del banco, luego muestro un pibe tomando cerveza en la esquina: no se en qué momento va a salir a matar a otra viejita. Ese es el asunto. Cuidado que el chivo expiatorio no es el delincuente, no, no. Se maneja el sentimiento de venganza o indignación que pude producir un hecho brutal pero para recaer sobre el grupo. Se selecciona una víctima que tuvo una pérdida. Pero cuando se elige a la víctima, que en criminología la llamamos “la víctima héroe”, que debe tener algunas características que nos permita identificarnos, se le da el escenario, donde se corta el proceso de elaboración del duelo. Se deja que la víctima diga lo que quiera, no se la cuestiona porque está en medio de su dolor y ahí se le pregunta si “cree en la pena de muerte” y la víctima comienza con exabruptos y se hace inmostrable, no sirve, la tiran.
“Si no se mejora vamos a una quiebra del Estado de derecho”, dijo Zaffaroni, y agregó: “Esto se manifiesta en un grado de autoritarismo perversamente creativo, es un autoritarismo cool, de no pensar, de dejarse llevar por el sentimiento del miedo y la venganza. En el siglo pasado y principios de éste vivimos una huelga de inteligencia. Un autoritarismo que no tiene color, ni creatividad. No tiene nada, como resultado de una manipulación del miedo que nos victimiza a todos”.