“La economía es política”. Así comienza el libro de Alfredo Zaiat Economía a contramano, que la semana pasada presentó en Rosario ante un colmado auditorio en el teatro El Círculo. El periodista, jefe de la sección Economía del diario Página 12, pone el eje en derribar mitos económicos, en chocar contra saberes convencionales, “ideas que se han instalando durante décadas en el sentido común argentino como si fuesen verdades absolutas”, remarcó el también docente de la UBA.
Zaiat habló de la economía desde la perspectiva de una ciencia social y como herramienta al servicio de un proyecto político de país, de los “hombres de negocios dedicados a comercializar información económica”, de la obsesión por el dólar y de las tensiones inflacionarias, entre otros temas que circulan por el libro al revés del mundo económico tradicional.
“Hay que cuestionar ese saber convencional, como las corrientes neoclásicas, o líneas ortodoxas o, como se conoce en la Argentina, el pensamiento neoliberal, que hoy a nivel mundial sigue teniendo muchísima fuerza”, arrancó Zaiat su disertación, al inaugurar el ciclo de economía política que organiza el Sindicato de Prensa de Rosario (SPR), Amsafé y la CTA provincial. “La economía es una ciencia social porque es un espacio donde intervienen actores con intereses contrapuestos y, por consiguiente, hay tensión, conflictos que derivan en fenómenos políticos, económicos y sociales”, sostuvo.
Según el periodista, “para el neoliberalismo la economía aparece por encima de la política. Esa es una idea falsa. Y ahí aparece la figura del economista rey, del gurú, un técnico que encubre posicionamientos político-ideológicos, y que no está mal. La trampa es que oculta intereses de una minoría detrás de un supuesto saber neutral. No son economistas; son hombres de negocios dedicados a comercializar información económica”. Y sentenció: “Los economistas no saben lo que va a pasar. Basta contraponer los pronósticos con los resultados concretos”.
Zaiat amplió: “No hay un modelo económico, hay un proyecto político con objetivos económicos, que en el caso de la Argentina están explicitados como crecimiento económico, inclusión social y generación de empleo a partir de una reindustrialización. Algunos podrán estar de acuerdo, otros no, pero ese es el marco conceptual para ingresar al debate. En los 90 también había un proyecto político, que era favorecer la concentración económica, la flexibilización laboral, la apertura de la economía, la apertura financiera a capitales especulativos. El decálogo del Consenso de Washington”.
Dólar
Para Zaiat, “uno de los temas centrales de la política económica es el dólar”. A partir de noviembre de 2011 comenzó a regir un sistema de control y administración de acceso a la moneda extranjera. Esto generó molestias en diferentes sectores sociales y se presentó en forma atolondrada, con deficiencia informativa. “Ahora bien, ¿qué es lo que motivó la instalación de este régimen de control de divisas, que, a mi entender, tardó muchísimo en aplicarse? ¿Para qué son necesarias las divisas en los países en vías de desarrollo?”, preguntó el analista económico.
Y se respondió: “Para el comercio exterior, para financiar la compra de bienes de capital destinados al desarrollo de la industria, y se necesitan dólares porque desde hace décadas se ha convertido en moneda universal a partir de que existe un imperio, que es Estados Unidos. También se utilizan para pagar deuda externa y acumular reservas. Esto último permite crear diques defensivos frente a las crisis especulativas externas. Así, la Argentina pudo amortiguar costos ineludibles de la crisis internacional que estamos transitando. Y en la Argentina estas divisas también se utilizaban para la fuga de capitales, que es perturbadora de la estabilidad económica porque es la derivación de un ahorro local hacia el exterior”.
“Siempre se dice que la compra de dólares es un rasgo cultural de los argentinos”, indicó Zaiat, y se permitió cuestionar esta idea “porque los rasgos culturales se construyen, no nacen de la nada. Hubo medidas políticas-económicas que fueron construyendo esos rasgos culturales, esos comportamientos de los principales sujetos económicos de dolarización y fuga de capitales”.
El periodista señaló que “esto ocupó buena parte del ciclo kirchnerista y los controles llegaron ante una creciente fuga de capitales, que en 2011 superó los 23 mil millones de dólares. Hay que analizar los costos del actual régimen de control de divisas con los costos que hubiese derivado una fuerte devaluación e inestabilidad política. Llama la atención que el mismo sector que dice que todo está mal, que vamos camino al abismo, es el mismo que tiene la capacidad de ahorro para comprar dólares”.
Zaiat recordó que “hasta octubre de 2011 una persona podía comprar 2 millones de dólares mensuales sin justificar cuál era el destino de esas divisas: un régimen ultraliberal de acceso a la moneda extranjera que no tenía otro país de la región, que se construyó con la reforma de la ley de entidades financieras en 1977, en dictadura, que permitió la liberalización financiera. La Argentina no emite dólares y por lo tanto debe cuidarlos. A fines de 2011 había en la Argentina unos 2 mil dólares per cápita: es el país que ocupa el primer lugar de cantidad de dólares per cápita por fuera de Estados Unidos. Para comparar, Brasil tenía para esa misma fecha 6 dólares per cápita”.
En la misma línea, Zaiat marcó un segundo período de construcción de rasgos culturales de dolarización. “Fue la nefasta convertibilidad, la fantasía de que un peso era igual a un dólar durante diez años y medio. Esto generó dolarización de los ahorros, profundizando la idea de que el dólar tenía que reemplazar a la moneda nacional. Toda sociedad que aspira a tener un país con crecimiento, inclusión social y desarrollo necesita recuperar la soberanía monetaria”, dijo el autor de Economía a contramano.
Inflación y empleo
“Hay un problema de aumentos de precios, y frente a eso resulta fundamental hacer un buen diagnóstico”. Dicho esto, Zaiat consideró que “hay un bombardeo constante sobre cuáles son los motivos de las tensiones inflacionarias. Los argumentos tradicionales son que se emite mucho dinero, que hay un gasto público creciente y que hay demandas exageradas de los trabajadores con los aumentos salariales. O sea que la culpa la tiene el Estado y los sindicatos. Pero… ¿no falta un actor en ese discurso ortodoxo? Sí, faltan los empresarios, el capital, el que aumenta los precios. Y en un contexto de profunda crisis, bienvenida sea la emisión monetaria y el mayor gasto público, contrapuesto a las políticas de austeridad de países europeos”.
Zaiat mencionó, desde su óptica, cinco causas de tensiones inflacionarias en la Argentina: “La devaluación (la Argentina devalúa su moneda a diario, con pequeños ajustes), el aumento de los precios internacionales de materia prima y alimentos (los empresarios quieren igualar esos precios en el mercado local y el Estado interviene con las famosas retenciones, mientras los que proponen bajar las retenciones son los mismos que están preocupados por la inflación); la concentración de la oferta en oligopolios y monopolios, la revitalizada puja distributiva entre capital y trabajo, y la estructura productiva desequilibrada y heterogénea que genera cuellos de botella en sectores claves del proceso productivo”.
Por último, reflexionó: “El otro gran problema que tiene la economía argentina es el empleo. La calidad del empleo, la remuneración, que el 35 por ciento de los trabajadores siga en negro, que haya un 7 por ciento de desempleados más un 8 por ciento de subempleados, la fragmentación del mercado laboral y la dispersión salarial. Por eso el empleo tiene que estar problematizado y debe ser debatido. Porque si sólo se pone el tema de la inflación en el centro del debate se cae en la trampa de la ortodoxia, que busca proteger a los empresarios. Por todo esto es necesario interpelar el saber convencional económico en la Argentina”.