Dos meses atrás, cuando por un lado apretaba el frío y por otro el bolsillo, vecinos del barrio qom de la zona note salieron a buscar sustento con lo que hacían, lo que tenían, o lo que podían. Así se armó en un espacio verde próximo a avenida Sabín y Juan José Paso una feria, el Gigante de la Travesía, como la llamaron. No era la única en el área, y coordinaron con otras dos, una más cercana, la Feria del Chaco, en Génova y Chaco, y otra algo más distante, en Larrea y Vélez Sársfield, en barrio Ludueña. Los días que no funcionaba una estaba la otra, y a la comunidad Qom de Travesía, que empujó el nuevo intento, ocupó los días vacíos: lunes y martes. En poco tiempo las y los feriantes pasaron a ser cerca de un centenar y agregaron los sábados y algunos feriados. No es que les haya ido bien, aclara el referente comunitario Miguel Medina, sino que apretaba la necesidad. Pero el rebusque se cortó: este lunes, móviles de Control Urbano y personal municipal obligaron a levantar todo. Y, ante la protesta en ciernes, este martes mantuvieron una reunión en la Subsecretaría de Economía Social de la Municipalidad. Ahí las versiones difieren: “Quieren que salgamos de ahí porque es una vía de ingreso a Rosario y queda feo, quieren ocultar la necesidad”, consideró Medina. Del otro lado de la mesa, el director de Economía Popular, Ramón Aranda, lo negó: “Es una vía rápida. Ninguna de las ferias en la ciudad, y son cada vez más, está en una vía rápida de acceso. ¿Y si pasa un accidente?”, preguntó.
Las posturas persistieron tras la reunión de este martes y, sin un acuerdo aceptado, este miércoles habrá una nueva reunión en las oficinas del cuarto piso del Correo Central. Esta vez con una silla más: la ocupará el titular del Instituto Provincial de Aborígenes Santafesinos, Víctor De Battista.
La situación, este martes, parecía estancada. “Ofrecimos tres lugares alternativos. A todos nos dijeron que no”, se quejó, en diálogo con El Ciudadano, el director de Economía Popular.
Aranda insistió en que no se oponen a la feria, remarcó que cada vez son más –“La crisis se siente”, marcó– y hasta le dio dimensión. Sólo en los últimos tres meses, la cantidad de feriantes en la ciudad, sostuvo, creció un 40%. Y refiere que se acaba de poner en marcha un censo, pero asegura que ya hay entre 5 mil y 6 mil participantes en todas las ferias de la ciudad, habilitadas y reconocidas por ordenanza. Es la 10.468, aprobada en diciembre de 2022 tras varios intentos, para reconocer y dar una regulación a lo que de hecho venía existiendo, que es el intento de una entrada económica para familias que están contra las cuerdas. Es que si bien hay comercio de producciones cooperativas y familiares, con mayor continuidad y formalidad, de un tiempo a esta parte volvió la modalidad del trueque.
Medina lo explica a este diario con claridad: “Se vende ropa usada, herramientas usadas, juguetes usados. Cosas que tienen en las casas y que a otro les puede servir. También se vende ropa nueva, plantas, comida, artesanías”.
La síntesis es que se está vendiendo toda cosa que se pueda vender para ayudar a los ingresos. Y de ahí la ubicación por la que reclaman, que es donde tienen más oportunidad de visitantes, y por la que según dice el referente vienen haciendo trámites de permiso ante las áreas municipales y ante Villa Hortensia, el Distrito Norte, sin conseguir hasta ahora más que la firma de recepción de los pedidos que tramitaron.
Las ferias ya establecidas tienen puestos, tablones para exponer la mercadería y hay quienes alquilan la infraestructura: la ordenanza los integra como “tabloneros”. Resuelven más de un tema, porque hay feriantes que tienen dificultad para agacharse, o se tienen que usar plásticos si el piso está mojado. En el Gigante de Travesía no hay, todas o casi todas las cosas van al piso. “Manteros”, dice el referente, para graficar que la feria está lejos de toda idea de abundancia o comodidad.