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¿Por qué Grecia no puede devaluar?

Por: María Iglesia

Mucho se compara la situación de la Grecia actual con la crisis en la Argentina de fines de los 90. El fuerte déficit fiscal, la etapa recesiva y el rojo en el balance comercial son algunos de los condimentos que equiparan el contexto de cada uno de estos dos países. Pese las similitudes, lo que marca la mayor diferencia es la salida de la crisis para reencauzar el camino del crecimiento nuevamente.

Bien se sabe que en la Argentina, luego de ajustes (que supusieron aumento del desempleo y disminución de los salarios y de los haberes jubilatorios, entre otros) y de privatizar prácticamente todos los servicios públicos, llegó el momento de la devaluación a principios de 2002. Fue precisamente mediante el fuerte cambio en el valor del dólar que se logró lo que en economía se conoce como “competitividad precio”. El modelo del dólar alto significó pasar de los déficits gemelos (tanto fiscal como en cuenta corriente) y de la recesión a una etapa de alto crecimiento y de mejoramiento en las cuentas. Esto se logró, principalmente, porque con la devaluación los productos que la Argentina exporta se volvieron más “baratos” para otros país. Entonces, traccionado por las exportaciones, el efecto expansivo se multiplicó a todos los sectores de la economía. Claro que esta no fue una situación del todo feliz. Todas las decisiones de política económica provocan impactos no deseados. Es por eso que resulta de fundamental importancia evaluarlos para así adoptar la socialmente menos dolorosa.

Sin demasiadas cartas a su favor, hoy Grecia atraviesa la difícil etapa de reducción del gasto público y de privatizaciones. El país helénico se comprometió a bajar su déficit desde su nivel actual, de 13,6 por ciento como porcentaje del PBI, a un 2 por ciento del producto en 2013. Además, la semana pasada su ministro de Finanzas anunció que el Estado se desprenderá de una gran parte de las empresas, hasta ahora estatales, de transporte, correos y aguas. Con esta última medida buscan disminuir el gasto en 1.000 millones de euros en tres años. Así, a la castigada sociedad griega le esperan difíciles meses por venir. ¿Por qué no busca una alternativa con una devaluación?

Desde que Grecia decidió adoptar como moneda propia al euro, perdió la autonomía en su política monetaria. Es como si la Argentina a fines de los 90s hubiese estado dolarizada. Si bien la Convertibilidad supuso una situación similar, otorgó un grado de libertad: que sí se pudiera devaluar la moneda. Pero incluso bajo la hipótesis de una Argentina dolarizada romper con ésta hubiese sido más sencillo que la situación por la que atraviesa Grecia: en su opción de abandonar el euro no interviene solamente su simple evaluación, sino que todo el bloque económico de la Unión Europea ve con malos ojos esta alternativa. Aseguran que de darse así, podría ocurrir un resquebrajamiento de la

Unión Monetaria. En ese sentido, Alemania dejó muy en clara su posición y se pronunció fervientemente en contra. El mayor fantasma se relaciona que las dificultades que acarrearía para el euro constituirse finalmente como una reserva internacional de valor.

De acuerdo a Martín Feldstein, economista norteamericano y profesor en Harvard –quien se muestra poco optimista respecto al futuro de la unión monetaria europea–, Grecia se dará cuenta tarde o temprano que el costo del ajuste es considerablemente superior al de efectuar una devaluación que, de una vez y para siempre, incremente la competitividad de forma equiparable a cuatro años de una costosa deflación acompañada de recesión.

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