Con una década consumada en el siglo XXI y su significado en materia de conocimiento humano, pareciera ser que el problema del analfabetismo no existiera. O, al menos, que no debería existir. Sin embargo, la cifra de personas que no saben leer ni escribir llega a 771 millones: son más de 19 Argentinas, y lo más drámatico es que 98 de cada 100 analfabetos viven en países del Tercer Mundo. Frente a ello, desde Cuba, la pequeña isla caribeña de poco más de 11 millones de habitantes, surgió el programa “Yo sí puedo”, que apunta, cada vez en más países, a franquearle la puerta a todos y en especial a los adultos. El programa es desde hace tiempo conocido en Rosario, pero hace un año dio un paso clave: la Multisectorial de Solidaridad con Cuba firmó un convenio con la Municipalidad para aplicar el programa de manera sistemática en la ciudad. Así, durante 2010, unas 400 personas lograron su diploma, lo que les significó dar un importante paso en sus vidas. Asimismo, decenas de voluntarios hicieron posible la implementación del sistema educativo, y a ellos se debe principalmente el éxito. Ante el suceso del plan, el intendente Miguel Lifschitz confirmó en una entrevista con El Ciudadano que se continuará aplicando.
—¿Qué balance hace sobre el proyecto “Yo sí puedo”?
—La verdad es que estamos muy contentos y además muy entusiasmados con la aplicación en Rosario, que vino a partir de una iniciativa de la Multisectorial de Solidaridad con Cuba, de nuestra ciudad, y de otras organizaciones. Ellos conocían el proyecto, lo trajeron a Rosario y a partir de ese momento, con la Secretaría de General de la Municipalidad y con los seis distritos municipales, se puso en marcha con un resultado muy importante durante 2010. En ese marco hicimos dos entregas de diplomas a los graduados, es decir, a un primer grupo durante el primer semestre y un segundo grupo que realizó y finalizó los cursos en la segunda parte del año. Los logros cuantitativamente y cualitativamente, en términos de satisfacción, de entusiasmo, de reivindicación de todos aquellos que participaron del proyecto, fueron muy importantes. No solamente para aquellos que participaron como alumnos, quienes se capacitaron y alfabetizaron, sino también de quienes participaron voluntariamente como instructores y capacitadores. También ellos hicieron una experiencia muy rica en términos sociales y humanos. Con lo cual, el gran desafío que tenemos para este año es multiplicar el proyecto para tratar de llegar a una mayor cantidad de beneficiarios con el objetivo de, en mediano plazo, poder declarar a Rosario libre de analfabetismo.
—¿Cómo tienen pensado continuar, siendo que existe un caudal importante de gente por alfabetizar?
—Probablemente, cuando tengamos desglosados todos los datos del Censo nacional realizado el año pasado, vamos a tener mayor precisión sobre la cantidad de personas de distintas edades que no están alfabetizadas en la ciudad. Estimamos que es un número importante, y no solamente personas adultas, sino también jóvenes. Adolescentes y jóvenes abandonaron la escuela primaria, o ni siquiera la comenzaron, por lo que están en condiciones de analfabetos. Esto implica, en términos sociales y educativos, un retroceso en la Argentina, porque fue un país que durante la década de 1960 o a mediados del siglo pasado prácticamente había erradicado el analfabetismo, sobre todo a nivel infantil y juvenil. Hoy volvemos a tener ese flagelo pero creo que estamos en condiciones de resolverlo en pocos años si aplicamos de manera sistemática el programa “Yo sí puedo”, que tuvo un resultado exitoso. El secreto es sumar voluntades y organizaciones sociales, y, a través de la estructura del Estado sumar voluntarios y así poder llevar a cabo, lo máximo posible, el trabajo que se desarrolla.
—Siendo que este programa alfabetizador surge de Cuba, ¿qué relaciones tiene Rosario con el gobierno nacional o los municipios de la isla?
—Particularmente el municipio de Rosario tiene una relación muy estrecha con Cuba por varios motivos: primero por nuestra pertenencia al Partido Socialista y la simpatía con la experiencia cubana. Más allá de que también tenemos nuestras diferencias, valoramos enormemente los logros y resultados en términos sociales y educativos que produjo la Revolución cubana. Por otro lado, por el hecho natural de que Rosario es la ciudad natal de Ernesto Che Guevara. En ese sentido hemos desarrollado a lo largo de estos años una serie de actividades importantes como ser la realización del mural en la plaza de la Cooperación, luego el Monumento al Che para conmemorar los 80 años de su natalicio, así como la plaza del Che. También podemos decir que en este año se puso en marcha el Centro de Estudios Latinoamericanos Ernesto Che Guevara. Estos son proyectos importantes que generan un vínculo con Cuba y con su historia.
—¿Cómo se piensa y cómo instrumentará el Centro de Estudios desde la Municipalidad de Rosario?
—Está pensado como un espacio de recopilación de materiales de documentación vinculado a la vida del Che Guevara pero también a la historia de América latina y a la lucha de sus pueblos. Será un espacio cultural, de capacitación, de formación y de debate que se irá desarrollando y creciendo en el tiempo. Allí principalmente se buscará juntar la mayor cantidad posible de material testimonial, con variadas fuentes, ya sean documentos escritos, fotográficos, auditivos y cinematográficos, entre otros, de la vida del Che y de los pueblos latinoamericanos.
—¿Cómo piensa la educación? ¿Continúa con la tradición socialista que tenía una importante influencia de Sarmiento?
—Hoy hay que mirar a la educación con los ojos del siglo XXI, con las herramientas tecnológicas que hoy permiten, o permitirían, una verdadera revolución de la educación. Me parece que hay que rescatar los valores fundamentales de lo que fue el proceso educativo en la Argentina, la ley 1.420 de educación pública, laica, gratuita, obligatoria y común, y lo que significó la Reforma Universitaria de 1918 a nivel de estudios superiores. Probablemente habría ya que repensar una nueva ley de Educación, una nueva Reforma Universitaria para poner al sistema educativo en sintonía no solamente con las demandas del mundo del siglo XXI, sino también con las realidades sociales que hoy no son las mismas que había hace unas décadas atrás. En ese sentido, hemos tenido un retroceso cultural, social y educativo que debemos reconocer y tenemos que considerar a la hora de diseñar las políticas educativas. Argentina no solamente ha retrocedido en la universalidad de la educación (porque tenemos sectores importantes que no están escolarizados o alfabetizados), sino también hemos retrocedido tremendamente en la calidad de la educación. Entonces tenemos hoy un inconveniente muy grave muy preocupante. Si bien ha habido en los últimos años, durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, una preocupación constante por aumentar los presupuestos educativos en todos los niveles –esto hay que reconocerlo porque probablemente hoy estemos entre los más altos históricamente entre los presupuestos que invirtieron en educación–, sin embargo este aumento en el presupuesto se ha ido buena parte en la mejora de salarios y buena parte en la mejora de la infraestructura. Y no ha significado un cambio estructural de fondo en el proceso educativo. Me parece que éste es un punto que todavía está pendiente en la Argentina.