Sin discursos, rodeados de familiares de víctimas, integrantes de las fuerzas de seguridad y bomberos que participaron ayudando para salvar vidas en el atentado terrorista más importante en la historia de los Estados Unidos; Barak Obama y George W. Bush conmemorarán el 10° aniversario del ataque al Word Trade Center.
Ambos estarán temprano, a las 8:30 hora local, y permanecerán hasta algo después de las 10:10, cuando se recordará el momento en que el primero de los dos aviones que embistieron contra las Torres Gemelas sorprendió a la ciudad con su primer atentado. Luego vendrían tres más en una jornada que hace 10 años cambió la historia de la humanidad.
Obama y Bush estarán acompañados por Michael Bloomberg, actual intendente de Nueva York, y por Rodolph Giuliani, el legendario mandatario de la ciudad en aquel momento. Los cuatro serán simbólicamente los encargados de abrir los grifos de una cascada artificial que en medio del Ground Zero caerá sobre una pared de granito donde están los nombres de las 2.980 víctimas. Será esta la presentación oficial del definitivo monumento a los muertos y sobrevivientes del 11-S, el último gran hecho de violencia política que cambió para siempre a la humanidad. Los actos cobran especial significación tras la muerte, hace unos meses en Pakistán, de Osama Bin Laden, líder de grupo terrorista Al Qaeda y autor intelectual de los ataques terroristas.
También, Obama estará presente en Shanksville, donde se inaugurará otro Memorial, pero para las víctimas del vuelo 93 derribado en esa localidad de Pensilvania, donde los pasajeros de ese vuelo frustraron un cuarto ataque, esta vez contra el Congreso norteamericano. Un cuarto acto se celebrara en la explanada del Pentágono, donde los terroristas de Al Qaeda estrellaron el tercer avión secuestrado.
Los organizadores recibieron el viernes una buena noticia: el clima cambió radicalmente desde el viernes a la noche, y el sol y las temperaturas templadas acompañarán la celebración durante todo el fin de semana. No es un dato menor. Desde el martes Nueva York vivía uno de las peores jornadas de tormentas en años, lo que conspiraba con la velocidad necesaria para terminar de organizar el acto de conmemoración. Aprovechando el cielo despejado, los periodistas de todo el mundo recorrieron el sábado la zona de los alrededores buscando las primeras imágenes para sus informes, mientras desde hace varios días las cadenas de TV más importantes del país transmiten en vivo y en directo desde estudios especiales instalados a las alturas del Ground Zero.
Incluso algunas celebridades que simbolizan a los artistas de la ciudad (Robert De Niro, Bette Midler) pudieron recorrer el Memorial, contratados por algunas cadenas para realizar documentales especiales.
Lo que se abrirá con la presencia de Obama y Bush será el parque de la memoria a las víctimas del 11-S denominado «Memorial Pools», dos estructuras cuadradas de una dimensión similar a la base donde se levantaban ambas Torres derribadas donde en sus paredes figuran los nombres de las víctimas, bendecidas permanentemente por cascadas de agua reciclables. En el medio, un pozo hacia las profundidades dibujará de noche la silueta de las dos construcciones del WorldTrade Center, con gigantescos faroles que apuntan al cielo de Manhattan.
La apertura al público del Memorial será mañana, pero con entradas compradas a u$s 15 previamente a la organización, oficialmente establecida por la ciudad de Nueva York para el recuerdo de las víctimas. Ambas cascadas se ubican entre tres de las cinco nuevas torres que se levantan en el predio del Ground Zero, una de las cuales tiene a Skanska como la empresa dedicada a su construcción.
Nueva York se mantiene expectante ante el acto de hoy. Por momentos, la ciudad parece sitiada. Las fuerzas de seguridad, especialmente la policía de Nueva York, bomberos y hasta agentes identificados como Federales, controlaban a destajo autos, taxis, camiones, embarcaciones y hasta mochilas y bolsos de miles de trabajadores, operarios y miles de turistas que recorren la ciudad. Con especial concentración, son vigilados los visitantes que por estas horas se apilan a los costados de la zona del acto, para poder obtener alguna foto de recuerdo.
Toda la zona del Ground Zero, donde se construye un nuevo complejo superador del que fue el Word Trade Center, está tomada por la seguridad. Los cielos de la ciudad están completamente bloqueados, prohibiéndose cualquier tipo de vuelo, salvo los especialmente autorizados. Tanto Obama como Bush tienen agendas secretas, y sólo muy pocos colaboradores directos saben exactamente cuáles serán sus movimientos.
El viernes incluso hubo quejas de muchos de los bancos y centros financieros de los alrededores del Ground Zero (dentro del distrito de Wall Street), ya que la circulación y operatividad resultaba realmente complicada por el terminante operativo de seguridad ya desplegado para los actos del domingo. Tampoco el viernes fue un día positivo para el barrio: nuevamente la crisis financiera afectaba a la bolsa de Nueva York, luego de haberse conocido un nuevo y preocupante índice de desempleo en el país de 9,1%. Por momentos, el malhumor por las nuevas pérdidas económicas competía con el mal clima por la atención por la memoria de las víctimas y los homenajes a los sobrevivientes y voluntarios.
El de hoy no será el único homenaje. A cuatro cuadras del lugar, en el Battery Park (el parque donde se toman los ferrys hacia la Estatua de la Libertad), flamean unas 2.980 banderas con los nombres de las víctimas bajo la leyenda «Flag of Honor». El lugar también será recorrido por Obama.
El 11 de septiembre de 2001 fue uno de esos días que por siempre será recordado como uno de los eventos políticos en la historia de la humanidad. Fue el más duro ataque contra los Estados Unidos en su propio territorio y desató un cambio radical en la forma en que este país vive su política exterior. Ese día, con George W Bush como presidente, dos aviones de la línea American Airlines embistieron contra uno de los símbolos del orgullo neoyorkino, las Torres Gemelas del Word Trade Center, mientras que otros dos atentados causaron graves daños al Pentágono en el Estado de Virginia. Un cuarto no llegó a embestir contra su objetivo final y se estrelló antes contra la tierra.
Luego de estos hechos, Estados Unidos comenzó una guerra cruzada contra el terrorismo mundial, que cambió radicalmente la política exterior norteamericana, llevó a la guerra de Afganistán, la invasión a Iraq y, según muchos analistas económicos, a una carrera de aumento del gasto en armas que derivó en uno de los causales del déficit fiscal estadounidense. Luego, esta situación provocaría la escalada de la crisis financiera internacional y en los problemas de Barak Obama para enfrentar el panorama de endeudamiento.
Los atentados fueron cometidos por diecinueve miembros de la red Al-Qaeda,divididos en cuatro grupos de secuestradores, cada uno de ellos con un terrorista que se encargaría de pilotear el avión una vez ya reducida la tripulación de la cabina.
Los aviones de los vuelos 11 de American Airlines y 175 de UnitedAirlines fueron los primeros en ser secuestrados siendo ambos estrellados contra las dos torres que formaban el WorldTrade Center, el primero contra la torre Norte, el segundo poco después contra la Sur, provocando que ambos rascacielos se derrumbaran en las dos horas siguientes. El tercer avión secuestrado pertenecía al vuelo 77 de American Airlines y fue empleado para ser impactado contra una de las fachadas del Pentágono, en Virginia. El cuarto avión, perteneciente al vuelo 93 de UnitedAirlines, no alcanzó ningún objetivo al resultar estrellado en campo abierto, cerca de Shanksville, en Pensilvania, tras perder el control en cabina como consecuencia del enfrentamiento entre los pasajeros y tripulantes con el comando terrorista.
Los atentados causaron la muerte de 2.973 personas, más de 6.000 heridos y la desaparición de otras 244, resultando muertos igualmente los 19 terroristas. Inmediatamente después, los hechos fueron condenados por toda la comunidad internacional, incluyendo el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Entre los ciudadanos del mundo, nada volvió a ser igual. Comenzó una reacción de temor generalizado, se elevaron las medidas de seguridad a niveles nunca experimentados antes, se modificaron las normas de seguridad aérea y la vida pública mundial viró hacia el miedo.
Aún hoy las secuelas de esta derivación psicológica continúa viva y las medidas de prevención y de límites a las libertades individuales permanecen intactas. Especialmente en esta ciudad y en estos días, donde lo habitual son los controles multiples e implacables; cuando hace más de 10 años, Nueva York se enorgullecía por ser una de las metrópolis más libres del mundo.