El paisaje es bien conocido por todos y está exactamente igual a como lo recordaban. Poco o nada cambió con respecto a la anterior visita, apenas seis meses atrás, cuando el sueño de jugar en la Primera B Metropolitana aún no se había cumplido.
Como si de un “amuleto” de la suerte se tratara, las instalaciones del Club Atlético Carcarañá fueron nuevamente el lugar elegido por el plantel de Central Córdoba para llevar a cabo la parte más exigente de la pretemporada, que culminará hoy a la tarde con el regreso a Rosario, donde el técnico Marcelo Vaquero planea comenzar a profundizar en lo estrictamente futbolístico de cara al debut previsto para el 11 de agosto ante Barracas Central en condición de visitante.
Es que de momento, en los ocho días de estadía que permaneció el Charrúa en el predio de Cremería, los verdaderos protagonistas fueron los profes Ricardo Trusendi y Marcelo Giménez, encargados de poner a punto físicamente a los futbolistas de cara al duro desafío que se viene dentro de poco tiempo.
Es cierto que para muchos de los jugadores ese tiempo habrá parecido bastante más largo de lo que en realidad fue. Y no es para menos. Confinados en un inmenso predio de 17 hectáreas casi exclusivamente para ellos, el inminente regreso a la ciudad luego de una ardua semana de entrenamientos es motivo de alegría suficiente para la mayoría.
Atrás quedó la etapa más pesada de la pretemporada, pero también una de las más importantes, donde los nuevos entran en confianza con los más viejos y donde verdaderamente se gesta esa unión y camaradería tan necesaria en cualquier grupo humano de trabajo, además de construirse los cimientos para fortificar tanto el cuerpo como la mente.
Y en ese sentido, la elección de Carcarañá como escenario no pudo haber sido más acertada. Como pasó hace seis meses pero con el Negro Palma al mando, Marcelo Vaquero también apostó por la sencillez y la comodidad de Carcarañá para fortalecer lazos entre los futbolistas.
¿Lujo y dependencia? ¿Con qué fin? Humildad y sacrificio valen muchísimo más en el mundo del fútbol. Y los jugadores de Central Córdoba lo saben muy bien.
Esa fue la fórmula del éxito en la recta final del campeonato de Primera C, cuando en contra de todos los pronósticos el Matador conquistó el Reducido y la Promoción, algo prácticamente imposible para muchos.
Cremería guarda los secretos y las ilusiones más valiosas que permitieron aterrizar en la B Metropolitana. Ese paraíso es más que un “amuleto” de la suerte, es el lugar que encaja perfectamente con lo que la entidad de Tablada pretende para su plantel: serenidad, seriedad y confiabilidad para afrontar otro desafío tan o más valioso que el que recientemente escribieron con gloria en Ciudad Evita, luego de meses de maquinar y luchar contra todo tipo de contratiempos tanto internos como externos.
Y sin dudas que en el abecedario de las pretensiones charrúas, la C de Cremería está en primer lugar.