No se oye, no se huele, ni se ve, pero está ahí: es la contaminación electromagnética. Muchas actividades humanas están íntimamente relacionadas con ella
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Horacio Cangelosi / Carbono News
La contaminación electromagnética (CEM), también conocida como electropolución, o electrosmog es la presencia y exposición excesiva o crónica a niveles no naturales de campos electromagnéticos en el medio ambiente. Un campo electromagnético es una combinación de ondas eléctricas y magnéticas producidas por la oscilación o aceleración de cargas eléctricas que se desplazan a la velocidad de la luz y que pueden viajar por el vacío.
Estos campos pueden provenir de diversas fuentes, incluyendo tecnologías utilizadas en la vida cotidiana y en la industria, en general radiaciones de espectro o campo electromagnético generadas por equipos electrónicos u otros elementos producto de la actividad humana.
Foto: Pixabay. Cuando hablamos de CEM, nos referimos solo a las radiaciones no ionizantes, cuyos campos electromagnéticos, en general, son demasiado débiles para romper átomos, enlaces moleculares, tejidos biológicos y ADN. En este grupo se encuentran las ondas de baja frecuencia como las microondas, las ondas radioeléctricas, etcétera. Podemos identificar entre ellas:
En las últimas décadas experimentamos un crecimiento sin precedentes en el número y diversidad de fuentes de campos eléctricos y magnéticos. Ya sea para asegurar sistemas fiables de comunicación, orientación, control remoto, computación o asistencia médica electrónica. Se suman los sistemas electroenergéticos, de muy baja frecuencia y de alta potencia, y su incidencia biológica.
Foto: Pixabay.Entre los más estudiados están la telefonía celular y las líneas de transmisión eléctrica y sus equipamientos asociados. Los científicos han sugerido que la exposición a campos electromagnéticos emitidos por estos dispositivos, podrían tener efectos adversos sobre la salud, como cáncer, especialmente leucemia y al cerebro, reducción de la fertilidad, pérdida de memoria y cambios adversos en el comportamiento y desarrollo de los niños.
Es importante destacar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo reconoce desde 1973, cuando celebró en Varsovia un Simposium Internacional, bajo los auspicios de los gobiernos de Polonia y de Estados Unidos (EE.UU.), donde los científicos dejaron en claro que la radiación de microondas (no ionizante) tiene efectos biológicos. Los resultados de este evento fueron publicados en el libro titulado «Efectos biológicos y peligros para la salud de la radiación de las microondas».
La Agencia Internacional de Investigación del Cáncer, dependiente de la OMS, incluyó en 2001 los campos electromagnéticos de baja frecuencia en la Clasificación de Sustancias Carcinogénicas. En 2011 incluyó en la misma categoría los campos electromagnéticos de los teléfonos móviles. El Consejo Europeo, en su resolución 1815, insta a los estados miembros, haciendo recomendaciones concretas, para que se apliquen medidas de precaución.
La CEM de la industria inalámbrica parece enfrentarse al mismo escepticismo que se vivió cuando unos pocos sostenían en la década de los ‘60/’70 que el cigarrillo causaba cáncer y se les reían en la cara. De hecho, hasta se permitía fumar en vuelos de línea. Pero bueno, las tabacaleras dejaron de ser hegemonía hoy y vinieron los juicios millonarios. Un poco tarde porque dejaron su tendal de muertos.
Se habla de controversia científica, pero todos los estudios e informes independientes concluyen, sin excepción, que hay efectos nocivos para la salud, por supuesto aquellos estudios encargados por las grandes empresas de telefonía móvil, son negadores de este tipo de influencia nociva sobre la salud humana..
Algunos ejemplos son: Resoluciones de Salzburgo (2000), Informe Parlamento Europeo (2002), Estudio Reflex (2004), Llamamiento de Bruselas (2007), Estudio Bioinitiative (2007 en adelante), OMS (2011), Resolución 1815 del Parlamento Europeo (2011) y así un largo etcétera. Sus principales conclusiones son que los niveles de exposición «legales» aplicados en muchos países (incluido el nuestro), son miles de veces superiores a lo que la salud podría soportar. Hay unanimidad.
La investigación sobre los efectos de la CEM en la salud humana es un campo activo y los resultados han sido variados. Algunos estudios sugieren que la exposición a largo plazo a niveles elevados de campos electromagnéticos puede estar asociada con dolor de cabeza, fatiga, problemas de sueño, alteraciones en el sistema inmunológico y efectos sobre el desarrollo neurológico en niños.
Considerando estos hallazgos, muchas organizaciones de salud pública, como la OMS y la Comisión Internacional de Protección Radiológica (ICNIRP), han establecido directrices y límites de exposición a campos electromagnéticos para proteger la salud pública. Estas guías se basan en estudios que han evaluado los efectos térmicos y no térmicos de la exposición a CEM.
La investigación sobre los efectos de CEM continúa, especialmente con el aumento del uso de tecnologías inalámbricas y la implementación de 5G. Se necesitan más estudios para entender completamente los efectos a largo plazo y determinar patrones de exposición segura. Si bien la comunidad científica sigue trabajando en esta área, es recomendable mantenerse actualizado y seguir las recomendaciones de organismos de salud para garantizar la seguridad en el uso de tecnología.
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