Aunque su rendimiento disminuyó ante formas más complejas y con menos simetría, los resultados generales apuntan a una capacidad visual innata para interpretar irregularidades geométricas. Este tipo de intuición espacial podría estar relacionada con su habilidad para orientarse en el entorno, una función clave para su supervivencia.
Este hallazgo no solo resalta la inteligencia de los cuervos, sino que también plantea preguntas fundamentales sobre la evolución de la cognición. La idea de que los seres humanos son los únicos con intuiciones geométricas complejas está quedando obsoleta. Al parecer, esta capacidad está profundamente arraigada en la evolución y podría encontrarse en otras especies.
Los investigadores concluyen que estas intuiciones no son necesariamente el resultado del aprendizaje o la educación, sino una herencia evolutiva que ha permitido a ciertos animales interpretar su entorno con notable precisión. Los cuervos, una vez más, se posicionan como protagonistas en el estudio de la inteligencia animal, ampliando nuestras fronteras sobre lo que consideramos «mente compleja» en el reino animal.