La Isla de Los Mástiles es una de las pocas, en la zona, que pertenece a Santa Fe. Frente a Granadero Baigorria y formada a partir de un siniestro entre buque y barcaza, la provincia le cedió en comodato a ese municipio la mitad sur. Fue en 1997 y con una contraprestación: el compromiso de garantizar un manejo sustentable y la preservación del ambiente, rico en biodiversidad. Esto último requiere lo contrario al «dejar hacer»: un ordenamiento territorial que surja de estudios rigurosos y establezca qué actividades no están permitidas, cuáles sí y bajo qué condiciones en cada lugar.
Trilce Castillo es bióloga y trabaja en el diseño de un plan de manejo de ese territorio insular con particular énfasis en la pesca artesanal. Es la que llevan adelante familias y grupos en la zona. Un enclave singular de esos trabajadoras y trabajadores del río es, por cercanía, el barrio conocido como Remanso Valerio. Está pegado, hacia el norte, a la traza del puente Rosario Victoria. Castillo es, además, becaria posdoctoral del Conicet en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UNR. Desde ese lugar es que desde hace dos años pone su experiencia en pesquerías artesanales del Delta para trabajar con el municipio baigorrense y otros actores colectivos en la incorporación de la pesca de sustento al plan de manejo.
La gestión de la isla no está excenta de conflictos, tanto en Granadero Baigorria como en Capitán Bermúdez, ciudad a la que se le cedió la mitad norte. En ambos municipios, hubo fuerte rechazo de organizaciones ambientales a los proyectos de concesión para explotaciones comerciales privadas (paradores, embarcaderos) por períodos extensos que llegan a 30 años. También, por ocupaciones ilegales e intentos de ventas de lotes en esos territorios fiscales. Como en el resto del humedal, hubo denuncias por prácticas ganaderas insustentables con sus consecuencias de sobrepastoreo y, sobre todo, quema descontrolada de pastizales.
La mitad de la superficie de la isla resultó arrasada por el fuego en los grandes incendios del humedal desatados en 2020, muchos de los cuales quedaron bajo sospecha de inicios intencionales. Precisamente por eso, la UNR la eligió como modelo de estudio de las consecuencias de ese ecocidio: permitía comparar el territorio afectado con el había conservado su flora y su fauna.
Los conflictos en torno a la Isla de los Mástiles incluyen los reclamos de pueblos originarios, como los mocovíes, que fundan el rechazo a diferentes proyectos de explotación en la vulneración de sus derechos culturales y territoriales.
Con ese panorama, y al cabo de una serie de negociaciones, en Granadero Baigorria se conformó en 2022 un Comité Multisectorial. Pretende ser un espacio participativo para definir cómo intervenir ese frágil espacio que, por contrapartida y como el resto del humedal, brinda importantes servicios ambientales y es hábitat de una gran diversidad de especies animales y vegetales. Lo integran, además de representantes del Ejecutivo y del Concejo locales, funcionarios del área de Ambiente de la provincia, organizaciones ambientales, vecinos autoconvocados, referentes empresarios de los sectores turísticos y productivos. Y especialistas de la UNR y el Conicet.
La UNR y el Conicet firmaron un convenio técnico con la Municipalidad de Granadero Baigorria con el objetivo de aportar a un plan de manejo de la isla como área natural protegida que integre al sector pesquero artesanal en el ordenamiento de ese espacio insular. «Se puede considerar que tanto la isla como su área de influencia son parte del territorio pesquero, porque son áreas que los pescadores de Baigorria utilizan para sus actividades cotidianas, tanto las ‘canchas de pesca’ como las áreas de ‘ranchada’”, explica Castillo.
La investigadora, consultada por El Ciudadano, recordó que se incorporó al Comité Multisectorial en febrero de 2023. Primero como miembro activo de la mesa diálogo para la gestión del área protegida en representación de la Secretaría General de la UNR. Luego, desde el Conicet. El objetivo es «integrar a la pesca artesanal en la toma de decisiones sobre el ordenamiento territorial en el Delta del Paraná en un contexto de cambio climático». Y, esa experiencia, proyectarla hacia el diseño de «manejos sustentables de pesquerías fluviales de Argentina».
El objetivo es introducir un actor clave en el humedal que pemanecía en segundo plano. Castillo enfatiza que «tanto la isla como los cauces fluviales circundantes forman parte del territorio pesquero de barrios de pescadores tradicionales, como El Remanso Valerio y El Espinillo«. Entonces, sigue, «el desarrollo de un plan de manejo se presenta como un potencial foco de conflictos para la interacción con la comunidad de pescadores y otros actores aun no incluidos en las discusiones de la mesa de diálogo».
Sobre el actor social clave en el ecosistema que se pretende integrar en el manejo de la isla, la bióloga Castillo destaca la existencia de las llamadas canchas pesqueras. Son espacios que los pescadores mantienen limpios para hacer su actividad. Especifica que hay canchas de pesca de familias, de barrios o de grupos. No están delimitadas formalmente, pero los trabajadores del río sí las tienen precisadas. En general son espacios en los que se respeta el uso compartido. «Hay todo un sistema de turnos, una organización interna del sector pesquero que las conocen, las mantienen», explica la investigadora.
El trabajo ya construyó un informe y mapa de actores y una “zonificación” de la isla mediante la adaptación al territorio de los estándares de la Administración de Parques Nacionales. Fue un trabajo progresivo, que incluyó talleres y sucesivas correcciones en base a los consensos logrados entre los integrantes de la mesa de diálogo. Los resultados fueron incorporados, como anexo, a la reglamentación de la Ordenanza 5621/20 que declara área protegida al territorio insular cedido en comodato a Granadero Baigorria.
«Como en todo proceso participativo, uno de los mayores desafíos es alcanzar consensos entre las partes, garantizando que todas las miradas sean consideradas», destaca Castillo. Y, casi una definición, agrega: Castillo agrega: «Muchas veces, el rol científico-técnico es la construcción de mediaciones».
La Isla de los Mástiles, tal como es en la actualidad, comenzó a formarse a partir de un siniestro náutico en octubre de 1943. La barcaza “Plaza Libertad”, una embarcación chata que cargaba 1.580.000 kilogramos de trigo a granel y 887 bultos, encalló en un banco de arena. Fue en lo que hasta entonces eran tres islotes cuya más antigua referencia data de 1888 y totalizaban apenas 25 hectáreas.
Poco después, el buque petrolero “Presidente Figueroa Alcorta”, perteneciente a la flota de YPF y que navegaba aguas abajo vacío, embistió a la barcaza. Le abrió un surco en el casco que provocó su hundimiento.
La barcaza quedó allí, y la sedimentación hizo su trabajo. Hoy, la Isla de los Mástiles (por los de la barcaza que se veían cuando había bajante, hasta la década de 1960), abarca unas 916 hectáreas según una mensura de 2004.
Los comodatos de la provincia le cedieron 427 hectáreas al municipio de Baigorria y 389 al de Capitán Bermúdez.
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