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El kirchnerismo, ratificado

El año político. El oficialismo realizó la mejor elección desde 2003 y Cristina Fernández fue la candidata más votada desde el regreso de la democracia. El FPV logró consolidarse y, además, tiene mayoría parlamentaria. Rupturas y nuevas alianzas moldean la centroizquierda

Con el liderazgo de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el Frente para la Victoria logró en 2011 su más amplia victoria electoral desde 2003 y se consolidó como la fuerza mayoritaria en todo el país al conquistar la mayoría parlamentaria e iniciar un tercer mandato presidencial. En las elecciones presidenciales del 23 de octubre, la fórmula que encabezó Cristina junto al entonces ministro de Economía, Amado Boudou, obtuvo un contundente respaldo en las urnas: el 54 por ciento de los votos, por lo que se convirtió en la fórmula más votada desde el regreso de la democracia en 1983.

Nunca antes un mismo proyecto político había conseguido tres períodos presidenciales consecutivos en las urnas y, a su vez, el Frente para la Victoria mostró un grado de representatividad que –en distintos grados– atraviesa a todos los sectores sociales y a todas las regiones. Muy atrás quedaron los candidatos de la oposición, reflejado a simple vista por la diferencia de 36 puntos porcentuales entre el oficialismo y la fórmula del Frente Amplio Progresista (FAP) encabezada por el saliente gobernador santafesino Hermes Binner y por la senadora cordobesa Norma Morandini.

La diferencia se explica, en parte, por el repunte del gobierno nacional después de las elecciones legislativas de 2009. Pero también influyó en los guarismos la atomización de la oposición, que no consiguió presentar una alternativa concreta de gobierno. La aparición de Binner en la escena nacional estuvo precedida por una fuerte disputa entre el socialismo y la UCR, que no lograron plasmar en el orden nacional el mismo acuerdo que les permitió, en la provincia, llegar al gobierno en 2007 –y retenerlo en 2011– después de 24 años consecutivos de gestiones del PJ.

El amplio triunfo de Cristina contrasta con el último antecedente electoral del oficialismo: la derrota en las elecciones de 2009, salpicada por las secuelas del conflicto por la resolución 125. De allí en adelante, el Frente para la Victoria mejoró la relación con el sector agropecuario y se apoyó por completo en la conducción de la presidenta. La tracción de votos de Cristina les permitió a sus postulantes para los ejecutivos provinciales ganar en sus territorios y anticipar una base importante de votos para las presidenciales, aún en distritos como Santa Fe y la ciudad de Buenos Aires, donde no lograron imponerse los candidatos de la Casa Rosada.

El 54 por ciento se explica también por la imagen positiva –superior al 60 por ciento– de la presidenta. Cristina logró una construcción política a través de candidatos propios, ampliando su base de votantes y fortaleciendo a aliados como Nuevo Encuentro. El armado presidencial priorizó además la presencia de jóvenes en sus listas legislativas. Ese protagonismo de la juventud también se vio reflejado en la capacidad de movilización que le dio vitalidad al proyecto político: un fenómeno que ya se anticipaba hacia fines de 2010 luego del fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner.

La primera elección provincial del año, que iba a marcar el pulso de los sucesivos éxitos kirchneristas, se inició en Catamarca donde Lucía Corpacci se impuso ante el gobernador radical Eduardo Brizuela del Moral. En su primer año político sin su máximo referente, Néstor Kirchner, el oficialismo liderado por Cristina supo conducir una gestión que fue convalidada en las urnas en el marco de “un mundo nuevo que implica mayores desafíos y mayores decisiones comprometidas con los intereses del pueblo”, según definió la propia mandataria luego de los comicios de octubre.

Siempre cargados de definiciones políticas, desde que se consagró como la primera mujer reelecta en la historia argentina, los discursos de la presidenta giraron en torno al llamado de unidad de los argentinos, la “sintonía fina” entre sectores de la producción y la demarcación de límites a las corporaciones. En el último mes de 2011, ya con mayoría parlamentaria propia, el oficialismo marcó los tiempos del Congreso nacional aprobando doce leyes de importancia, entre las que se destacan la que declara de interés público la producción, comercialización y distribución de pasta de celulosa y papel para diarios, el presupuesto 2012, el nuevo estatuto del peón rural, la ley de tierras y el paquete de leyes económicas, entre otras.

Ese paquete de leyes es de suma importancia para el gobierno nacional en un contexto de crisis económica internacional al que la Argentina le hará frente, según adelantó Cristina, con medidas heterodoxas, igual que durante la crisis de 2008 y 2009, con inversión pública y aumento del consumo interno. La sanción de cada proyecto –aún de aquellos que generaron roces con la oposición– marca la consolidación política del Frente para la Victoria después de dos años –entre 2009 y 2011– en los que la mayoría opositora en el Parlamento impidió la sanción de normas fundamentales como, por ejemplo, el presupuesto.

 

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