En su paso por el stream Política de El Ciudadano, el secretario general del gremio de Prensa Rosario, Edgardo Carmona, criticó la pretendida reforma laboral de Milei: "Quieren eliminar el derecho del trabajo y transformar la relación en el marco de la regulación del derecho civil". Sobre la concentración mediática y la relación con la política, advirtió: "Si la gente no sabe lo que pasa, la democracia es una ficción, una ficción diaria"
Por Luciana Mangó y Daniel Zecca
El secretario general del gremio de Prensa Rosario, Edgardo Carmona, pasó por el stream Política de El Ciudadano y se refirió a la intención del gobierno nacional de avanzar con la reforma laboral. También analizó el impacto que tendrá en el sector de los trabajadores que él representa si el proyecta logra su aprobación: «Quieren derogar el Estatuto del Periodista, que es una vieja ley de muchísima actualidad, que entre otras cosas protege al periodista para que pueda ejercer su tarea». El referente gremial rosarino también mostró su preocupación por la relación entre política y medios: «Siempre hubo una relación tensa entre medio e interés comercial, interés político, pero hoy la tensión se resuelve a favor del ocultamiento. Y eso está pasando». Y en ese marco, consideró una posibilidad perdida no haber podido plasmar en la recientemente reformada Constitución provinicial, elementos como por ejemplo el reparto de la pauta oficial.
—¿Cómo calificarías el balance de este año?
—Espantoso. Yo creo que lo peor que le puede pasar a Argentina es el gobierno de Milei. Al periodismo, peor. Y a los trabajadores también. Esto es un ciclo conocido, lo vivimos con la dictadura, que es el mismo plan económico, lo vivimos con el menemismo, lo vivimos con Macri y hoy está en una versión exacerbada, muy empoderada en función de destruir derechos.
Este ciclo tiene también la particularidad de sinceridad absoluta en el planteo. Dicen que la justicia social hay que liquidarla y es lo que están haciendo, liquidar la justicia social en todos los planos.
—Arranquemos por la salud, algo tan importante para el trabajador, y su relación con las obras sociales.
—La salud pública es tal vez el hecho más importante: el ataque al Garrahan, donde hay profesionales de primerísimo nivel que la gente no podría acceder pagando, es pulverizar la salud pública en la República Argentina. Se puede hacer. Hay muchos países donde la gente muere en la calle sin poder ser atendida si no tiene plata para tratamientos costosos, novedosos. Hoy nosotros tenemos nuestra propia obra social del sindicato de prensa y la ecuación hoy es absolutamente deficitaria. Por un lado, los salarios muy bajos; por el otro lado, las prestaciones médicas liberadas, medicamentos liberados, esta cuestión de mercado que ellos promueven: seamos libres para que unos pocos puedan vivir y los demás padezcamos situaciones dramáticas.
—¿Qué más intenta cambiar este gobierno?
—El tema del derecho del trabajo, que hoy está tan discutido, que es esto que ellos titulan pomposamente «Reforma», que no es ninguna reforma. No nos asustaría para nada discutir los puntos, artículos de una ley de contrato de trabajo, entre comillas, modernizada, que es la mentira que nos venden, pero que en realidad lo que han presentado es pulverizar la esencia del derecho del trabajo que hemos conocido en los últimos 100 años.
El derecho del trabajo surge como una necesidad de proteger al protagonista central, que es el trabajador, en situación de debilidad frente a la corporación económica, frente al empleador. Es nivelar posibilidades. Por eso el capítulo del derecho colectivo es muy importante, y por eso la protección, poniendo al trabajador en situación de indefensión, brindándole artículos protectivos para igualar esa posibilidad, es la base esencial del derecho al trabajo.
—¿Cuáles serían los puntos más agresivos de la pretendida reforma?
—Me parece que esta reforma nos engaña planteándonos la discusión de las 12 horas, de las vacaciones, todo eso me animo a discutirlo. Pero lo que realmente busca el proyecto es hacer tabla rasa con este equilibrio, poner al trabajador individualmente en la misma sintonía que el empresario, planteando que se puede defender a sí mismo. O sea, es eliminar el derecho del trabajo y transformar la relación en el marco de la regulación del derecho civil.
Entonces, me parece que eso es lo que apunta esta ley, que ojalá se pueda frenar, ojalá no salga, ojalá no sea la traición de gobernadores que se dicen peronistas lo que haga posible que esto se concrete.
—¿Cómo afecta todo esto al gremio de Prensa que vos representás?
—En lo particular, como gremio de prensa, esto tiene un doble problema: que no solamente ataca la posibilidad de defender, porque este proyecto no solamente es discutir contrato de trabajo, sino discutir la vida sindical. También apunta a destruir los sindicatos, la autonomía sindical, las paritarias libres, el control sobre los delegados. Para hacer una asamblea, si hacés la asamblea te descuentan las horas del sueldo. Limita la cantidad de delegados, limita las horas que el delegado puede ejercer su tarea, plantea que la discusión paritaria puede ser perforada a la baja. O sea, destruyen la esencia.
Y por el otro lado, en nuestro caso, se intenta eliminar, derogar el Estatuto del Periodista, que es una vieja ley de muchísima actualidad, que entre otras cosas protege al periodista para que pueda ejercer su tarea. Lo que asegura una tarea un poco mejor, ya en un periodismo bastante cascoteado, con un presidente que plantea que hay que odiarlos más de lo que nos odian supuestamente. Y que en la baja de las protecciones que el periodista tiene, hace más difícil el ejercicio y eso trae repercusión en la capacidad de la gente de enterarse de lo que ocurre. Derecho a la información y libertad de expresión, que en nuestra ciudad, yo ya he planteado públicamente, está bastante limitado por el poder político y la connivencia de muchos empresarios importantes de la ciudad.
Así que bueno, el panorama es complejo, difícil. Yo siempre creo que en la República Argentina la vida nos da sorpresas. El movimiento obrero muchísimas veces ha estado a la altura, ha peleado. Yo creo que vamos a poder resistirlo y que bueno, en la pelea uno siempre tiene la esperanza de poder recuperar lo que te quieren sacar.
—¿Cómo evaluás la reacción a esa reforma?
—Yo creo que por alguna circunstancia que desconozco, hace rato que en el movimiento obrero hay silencio sobre el ataque permanente a las obras sociales sindicales. Ese es el primer dato que me llamó la atención. Las obras sociales sindicales, el 99% está en etapa de una crisis terminal, deficitaria. El bombardeo desde el gobierno con sus medidas, liberación de medicamentos, la sobrefacturación en las prestaciones, hace que la relación, la ecuación salarios y aporte proporcional para cubrir salud, que era una virtud de las obras sociales sindicales: todos pagaban un porcentaje de lo que ganaban y todos tenían la misma prestación médica. Si yo ganaba 100, tenía la misma salud que un tipo que ganaba 100.000, cosa que en la medicina privada no pasa. Vos pagás por la salud que podés. Entonces, vos pagás hasta donde te da. Eso te pone una situación muy compleja frente a enfermedades difíciles, donde hay costos infernales. Nosotros tenemos operaciones de 50, 60, 90 millones. El otro día llegó una factura de 90 millones de un compañero. Bueno, y uno hace lo que puede porque tiene como principio poder ayudar a que el compañero se recupere.
O sea, que lo primero que me sorprende es este silencio. Y después me parece que hay una tardanza en la reacción para algo que ya todos sabíamos. Si bien no teníamos específicamente cuáles eran los detalles de la reforma, todos sabían que estos tipos vienen por todo, porque su política económica lo canta a los gritos. Y acá el futuro es para las corporaciones y además una economía extranjerizada, es una economía que no se maneja en el país. Se cierran las empresas, los empleos, no hay capital propio, no hay necesidad de un mercado interno. El modelo es una necesidad de volver a la primarización de la economía para que las grandes corporaciones internacionales se lleven las materias primas y listo.
En ese modelo, el mundo del trabajo no tiene lugar. No tiene lugar. Pero además nos pasó en la dictadura, donde para frenar el desarrollo de la República Argentina se desaparecieron 30.000 tipos, y muchos, o la mayoría, personal de fábrica, delegados, militantes obreros que defendían derechos de los trabajadores. Ese es el primer quiebre: destruir a la Argentina como una potencia económica que pudiera crecer. Esto que nos plantea Milei, que liberar según su criterio hace que seamos potencia, es una falsedad absoluta que yo no sé por qué se la vota. Si es por desánimo, si es por desencanto, que este pueblo esté asintiendo, por lo menos en lo que es la votación y la falta de interés en discutir este modelo que es absolutamente excluyente de las mayorías.
—Y cada proceso empeora un poco más la situación.
—Sí, es un desguace complejo. Desde la dictadura para acá nunca pudimos recuperar totalmente lo que nos sacan en cada uno de esos procesos. Tal vez a partir de Néstor Kirchner…segundo año del gobierno, se abrieran las paritarias que venían absolutamente congeladas. Porque no nos vamos a olvidar que nosotros estuvimos casi 11 años sin discutir salarios. En todo el periodo menemista y lo que siguió, hubo un congelamiento salarial que solamente se habilitaba por decreto de gobierno. Estuvimos 11 años sin paritaria, la recuperamos con el gobierno de Néstor Kirchner, que hubo dos primeros aumentos de plata fija y después se recuperó la dinámica paritaria.
Y quiero decir que cuando uno habla de paritaria, habla del método más democrático de discusión entre los trabajadores y los empresarios, del proceso de producción en cada rama de actividad. Es mentira que en la Argentina no se discute derecho laboral. Es mentira que en la Argentina no se discuten condiciones de trabajo. Nosotros en las empresas de la comunicación discutimos nuevo empleo, nueva tecnología, salario, categoría. Permanentemente, tenemos 24 paritarias discutidas desde que Néstor Kirchner las habilitó, y eso es casi todo el movimiento obrero en esas circunstancias.
También es cierto que estructuralmente no se pudo resolver la pobreza, y que un 38, un 40% estable de pobres en la República Argentina o de trabajadores en situación irregular también dan una explicación para que estos procesos puedan avanzar, ¿no?
Yo creo que los gobiernos que nosotros acompañamos, que ahora se le da el título de progresistas, peronistas, kirchneristas, mejoraron muchas variables, pero no pudieron resolver lo estructural. Porque quiero decir, cuando vos sos gobierno, tenés un 20% del poder. Y el otro 80% lo siguen teniendo las corporaciones, los intereses transnacionales. Y bueno, creo que alguna vez, cuando lleguemos nuevamente al gobierno, podamos transformar esto. Hay que tener un poco más de valentía y confrontar, porque ganar para terminar repitiendo fórmulas que te llevan a esta situación es bastante dramático.
—Hablaste del tema de los medios y de la concentración mediática que se dio y que se está asentando cada vez más. ¿Cómo es ese panorama actual y cómo influye esto también la influencia de la política en el vínculo con los medios?
—Desde la salida de la dictadura militar, uno de los ejes fundamentales en aquel momento de los gremios de prensa era voltear la ley de radiodifusión de la dictadura y construir una nueva ley de la democracia, donde se asegurara primero, como principio básico universal, el derecho humano fundamental: la información. Hay una cosa que no todos tenemos claro, pero la información no es ni mía ni tuya ni de los periodistas ni de los medios, sino que es de la gente. Un derecho que se llama de tercera generación. Nosotros somos un vehículo. Mientras más posibilidades, más pluralidad haya, la posibilidad de que la gente tenga mejor información, diversa, horizontal y federal, es mayor. Mientras menos tipos controlan la comunicación en el mundo, menos posibilidades de enterarte lo que pasa.
Y yo estoy convencido de que en buena medida esto que hablan de los desiertos informativos ahora, que tiene más que ver con los lugares donde no hay muchos medios, yo les diría que donde hay muchos medios también hay un desierto informativo, porque están tan concentrados. Y hoy la connivencia entre el poder político y la sumisión de los medios de comunicación, no sé si sumisión, o la sociedad que tienen los medios con el poder político, hace que no solamente ya se pague para decir lo que el poder político quiere, sino que se paga para que no se diga lo que el poder político no quiere. Con lo cual el problema es doble. Siempre hubo una relación tensa entre medio e interés comercial, interés político, siempre hubo una tensión, pero hoy la tensión se resuelve a favor del ocultamiento. Y eso está pasando.
—¿En el debate de la reforma constitucional provincial se perdió la posibilidad de regular un poco esa tensión?
—Nosotros lo planteamos un proyecto de reforma del artículo 11. Y si bien aceptaron, los constituyentes aceptaron los grandes lineamientos, que no son inventos nuestros, son estándares internacionales, como el derecho a la información, la libertad de expresión, el libre flujo, etcétera, etcétera, cuando vos transformás eso en algo a consolidar en medidas concretas, hubo bastante dificultad y silencio. Por ejemplo, nosotros planteamos que es necesaria una ley que regule transparentemente la asignación de la publicidad oficial. Bien, gracias. Ninguno, ninguno está dispuesto a dar esa pelea. Ninguno está dispuesto a dar esa pelea ni declamativamente.
Entonces, lo que aportan los santafesinos, los gobiernos de turno en impuestos, los gobiernos de turno lo reparten como les conviene, para apoyar, o silenciar, o condicionar. Y esto es una barbaridad en las democracias modernas. En el mundo hay permanentes intentos de que esto se regule, algunos países con más éxitos y otros con menos éxitos.
Es una corporación impresionante de medios y de intereses, y eso hacia el interior también refleja un grado de concentración que hace peligrar la democracia, ni más ni menos. Si la gente no sabe lo que pasa, la democracia es una ficción, una ficción diaria.
Entonces, vos prendés la televisión y no te enterás. ¿Cuántas notas vieron ustedes en el último mes de fábricas cerradas? ¿Cuándo vieron a los móviles en la puerta de una empresa cerrada por el tema de la extranjerización de esta economía y las importaciones? No están. Pero sí vas a encontrar notas de un gatito que está en un árbol o de un choque. Eso vas a encontrar un montón.
Entonces, me parece que hoy el debate en las sociedades complejas está mediatizado. Y después la irrupción de las redes, o de internet, que hacían pensar una comunicación horizontal, persona a persona, donde iba a fluir libremente, no, aparecieron los buscadores, las condiciones, las operaciones, la guita, los intereses también en las redes, que hoy también me hacen dudar mucho de esa fluidez plural y democrática.
Y a eso se agrega que es cierto que hoy, por suerte, por hablar no te matan, que sí pasaba en la dictadura. Está bueno que no te maten, pero también cuando vos hablás eso se tapa en un bosque de voces tan brutal y tan dirigido, que puede ser que vos hables y nadie te escuche.
Entonces, también ahí hay una complejidad que necesita de un Estado presente, de un Estado potente, de un Estado regulador, eficiente, pero de un Estado. Siempre el Estado. La destrucción del Estado es solamente la ley de la selva, la protección de los poderosos para que hagan grandes ganancias. El Estado tiene que ser presente, regular el derecho público, y el derecho público incluye salud, educación, trabajo, eso que el artículo 14 bis debería asegurar y que en la mayoría de las veces termina siendo un canto de sirena.
—La descripción es alarmante, pero ¿hay espacio para un futuro más prometedor? ¿Por dónde pensás que tendría que ser? ¿Tendría que legislarse en contra de la concentración? ¿Cuál sería la clave para vos de acá?
—Creo que lo primero que hay que recuperar es la mística en la solidaridad, en la unidad. Yo creo que hay toda una campaña. Cuando me hablan de guerra, batalla cultural, primero pienso que este proceso no está empezando, está terminando. Yo creo que cuando vos ves tanta brutalidad en Trump, en Milei, en [José Antonio] Kast, en este tipo en Chile que levanta la bandera de Pinochet, cuando vos ves esa brutalidad expuesta, uno debería pensar que está sobre los finales de un proceso, no sobre el inicio sutil de las derechas sofisticadas. Me parece que hay un final. Quiero creerlo así, hay una esperanza de que uno tiene que apostar a la resurrección de lo colectivo. Yo creo que no hay salida sin lo colectivo, pero lo creo absolutamente.
Yo tengo un primo con algunos problemas de salud, y vos ves que a él lo atiende la salud pública. Y la otra vez hablábamos con un médico que había venido de Europa, y él me dice:»Mirá, en Europa el caso de tu primo nadie lo atendería, lo habrían abandonado. Es estadístico. En Europa nadie pone plata en salvar a un tipo durante 5 años y tratarlo. Y cuando vos hablás de la salud pública en Inglaterra, que hablan de la salud pública en Inglaterra, entonces vos vas a un hospital y te duele acá, bueno, te dicen «te doy un medicamento para el dolor». Bueno, pero ¿y qué tengo? «No, tenés que pagarlo. Si vos querés saber qué tenés, tenés que ir a un sanatorio, tenés que tener plata».
El modelo argentino es un modelo a destruir porque es un modelo ejemplar, aún con todos los defectos que tenemos. El modelo de salud, el modelo de educación, el modelo sindical argentino es único. Yo he estado en Paraguay, he estado en Chile… no existe la ley de contrato de trabajo, nunca existió. No hay convenio colectivo. Las discusiones paritarias son un chiste, las elecciones de delegado no existen. Entonces, en Brasil, potencia mundial, los delegados no entran a la fábrica. Por eso la forma de lucha es el piquete en la puerta. Bueno, la democracia entra en las empresas cuando vos tenés un delegado, cuando tenés una comisión mixta de seguridad e higiene, cuando vos tenés un control sobre la prepotencia empresaria. Que esto es lo que destruye este proyecto de ley del gobierno. Destruye los derechos, pero lo que quieren sacar es la democracia de adentro de la fábrica. Quieren lograr que los empresarios hagan y decidan cómo quieran. Ni siquiera esclavitud, porque el dueño de los esclavos tenía que pagar comida, vestimenta, esto está más barato que la esclavitud. Este el modelo de estos tipos. Me parece que esto no se puede soportar y que va a estar extinguido.
Por eso me parece que acá la esperanza tiene que estar puesta en reconstruir un modelo colectivo, en demostrar que lo individual es muy importante, la entrega individual, el esfuerzo individual, pero siempre en una base de construcción colectiva.
Y no quiero caer en esto, pero quiero dar este ejemplo. El movimiento obrero tuvo resultados muy buenos durante el gobierno kirchnerista, también en el primer gobierno de Cristina Kirchner. ¿Por qué? ¿Por qué? Porque fue política de Estado el trabajo. Había un ministro de trabajo como [Carlos] Tomada, y el gobierno decidió que esa fuera uno de los ejes de su política: mejorar el empleo, mercado interno, mejorar las posibilidades.
Ahora, después, si nosotros no creemos, una vez que logramos ese bienestar, que ya somos clase media aburguesada y exitosa, entonces ya no queremos solamente lo que nos dan, sino que nos gustaría individualmente crecer, romper todo eso que tuvimos, podemos equivocarnos al elegir, pero bueno, eso será un proceso de lucha cultural.
Familiares y amigos de los criminales se esperanzaron con la llegada al gobierno de Javier…
Desde comienzos de 2025, los trabajadores denuncian cesantías y pagos parciales, lo que derivó en…
La mamá de Valentina Garcilazo contó el calvario que vivió en el Hospital Italiano Sur…
En el marco de las distintas obras de infraestructura carcelaria que desarrolla la Provincia, la…
Un estudio reveló que el aguinaldo actúa como “salvavidas” para fin de mes
La Lepra va por el tercer título del año ante Belgrano en San Francisco, Córdoba.…