Una investigación releva muestras en ríos y arroyos del área metropolitana bonaerense y vincula la presencia de estos compuestos con el crecimiento urbano, la falta de tratamiento cloacal y variaciones estacionales en el consumo de medicamentos
Los medicamentos de uso cotidiano no desaparecen después de cumplir su función en el cuerpo. Analgésicos como el ibuprofeno y el paracetamol, y otros fármacos como el sildenafil, más conocido como viagra, pueden recorrer un largo camino desde el consumo doméstico hasta los arroyos que desembocan en el Río de la Plata.
Así lo demostró el reciente estudio científico llevado adelante por especialistas del Centro de Investigaciones del Medioambiente (CIM, CONICET-UNLP-asociado a CICPBA) y publicado en la revista Environmental Toxicology and Chemistry. En este trabajo se midió la contaminación por fármacos en distintos cursos de agua superficiales de la región metropolitana de Buenos Aires.
Cada vez que una persona toma un medicamento, solo una parte del principio activo es aprovechada por el organismo. El resto se elimina a través de los desechos humanos y se incorpora a las aguas residuales. Ese proceso, cotidiano e inadvertido, es el primer eslabón de una cadena que puede terminar en ríos y arroyos.
“Todo lo que consumimos sigue un proceso después de que lo desechamos. Esa molécula no desaparece, sigue presente en el ambiente”, explicó Daniela Pérez, becaria del CONICET en el Centro de Investigaciones del Medioambiente (CIM) y primera autora del estudio.
Los fármacos forman parte de lo que la ciencia denomina “contaminantes emergentes”: compuestos que no eran considerados un problema ambiental hasta hace pocas décadas y que hoy generan preocupación por su persistencia y sus posibles efectos.
La principal vía de ingreso de los medicamentos al ambiente es el sistema de aguas residuales. Cuando existe red cloacal, los efluentes pueden llegar a plantas de tratamiento; cuando no, las descargas se vuelven directas.
“La principal fuente de ingreso está relacionada con nuestras aguas residuales. Cuando no hay cloacas, el impacto es más claro porque esos desechos llegan directamente a aguas superficiales”, señaló Pérez.
A esto se suman otras prácticas habituales, como la mala disposición de medicamentos vencidos. Pastillas arrojadas por el inodoro o la bacha terminan formando parte del mismo circuito. También pueden existir filtraciones desde rellenos sanitarios, aunque en menor medida.
El estudio del CONICET analizó 16 compuestos farmacéuticos en distintos arroyos y puntos de muestreo. Entre los más frecuentes se encuentran el paracetamol y el ibuprofeno, dos de los analgésicos más consumidos en Argentina, y la carbamazepina, un antiepiléptico de uso extendido.
“Hay compuestos que son muy frecuentes a nivel global y acá se repite el mismo patrón”, indicó la investigadora.
Además, el trabajo permitió observar variaciones estacionales. “En verano aparece más el sildenafil, mientras que en invierno se detecta más salbutamol, que se usa para tratar afecciones respiratorias. Eso va de la mano con el consumo”, explicó Pérez.
Un aspecto clave del estudio es el vínculo entre la presencia de fármacos y el grado de urbanización. Los arroyos que atraviesan zonas densamente pobladas muestran mayores concentraciones de estos compuestos.
“La densidad poblacional influye directamente en la cantidad y concentración de fármacos que encontramos”, afirmó Pérez. En ese sentido, aclaró que las mediciones no se realizaron sobre el Río de la Plata en sí, sino en arroyos que desembocan en él, donde el impacto de las ciudades se vuelve más evidente.
El trabajo no evaluó riesgos para la salud humana, sino que se enfocó en generar información de base, ya que “primero hay que saber qué concentraciones hay en nuestras aguas. Este estudio representa ese primer paso”, explicó Pérez.
Con esos datos, las próximas etapas de investigación apuntan a analizar los efectos sobre las comunidades acuáticas y avanzar hacia evaluaciones de riesgo más amplias.
La presencia de fármacos en el ambiente también expone las limitaciones de la infraestructura sanitaria. En la provincia de Buenos Aires, por caso, la cantidad de plantas de tratamiento cloacal es reducida y muchas no cuentan con tecnología específica para remover contaminantes emergentes.
“Antes de pensar cómo removerlos, necesitamos saber qué hay que remover. Por eso la importancia de conocer el estado de situación”, remarcó Pérez.
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