Sociedad

En este mundo peligroso tenemos que estar juntxs: crisis en salud mental

En el marco del Día Mundial de la Salud Mental, reflexiones sobre vínculos fragilizados y un sistema público de salud desbordado por el aumento de demanda. El impacto de una lógica individualista para abordar problemáticas que, en verdad, necesitan una respuesta política y colectiva

Por: Rosario Avalis / Especial para El Ciudadano  / Ilustración: SITJA 

Este año se cumplen quince años de la sanción de la Ley Nacional 26.657 de Salud Mental, que propuso un cambio de paradigma para garantizar el derecho a la protección de la salud mental y los derechos humanos de las personas con padecimiento mental, promoviendo un modelo de atención comunitario, interdisciplinario y que respete la libertad individual.

En agosto de este año el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA presentó un informe sobre la evolución histórica del malestar psicológico en la argentina urbana entre 2010 y 2024. El relevamiento muestra un crecimiento sostenido de la cantidad de personas que declaran tener sintomatología ansiosa y depresiva. Esta situación se ve agravada por el contexto socioeconómico y por otras variables como el género (es más persistente en mujeres) y la edad (afecta más a personas de entre 35 y 74 años). Los datos hacen un especial énfasis en el deterioro de la salud mental. Estamos cada vez más rotxs. 

«Lo mejor que podemos hacer es trabajar en conjunto porque es inabordable todo lo que está pasando. La gente está muy rota, no hay lazos sociales, los lazos familiares están muy fragilizados». Sentada en el patio de su casa, una psicóloga que trabaja en un hospital público de Rosario cuenta que la demanda aumentó mucho y que está quedando corto lo que pueden ofrecer. Los centros de salud y hospitales de Rosario atienden a un promedio de 1.718 pacientes nuevos por mes y son en su mayoría personas que perdieron su obra social por pérdida de empleo registrado.

«La gente está muy precarizada en todos los aspectos, ¿no? Desde lo económico, desde los lazos familiares, los lazos sociales. Entonces, el tipo de patologías o de cuestiones de salud mental que están llegando son muy complejas de abordar porque a veces no tenés ni siquiera con quién», agrega.

Más cuidados por afrontar, menos plata para pagar

También en agosto de este año, un panel médico presentó en el Congreso de la Nación un informe sobre la situación crítica de la salud mental en Argentina. Según los datos extraídos de este informe, elaborado a partir de un sondeo realizado en 16 provincias, hay cada vez más cuidados que afrontar, pero menos dinero para hacerse cargo. Entre las características de los padecimientos actuales se encuentran:

  • El deterioro de las condiciones de vida y derechos vulnerados que incrementan el sufrimiento e impacta en la salud mental.
  • Agravamiento de los cuadros clínicos (mayor aumento de consumos en personas con alta vulnerabilidad psíquica y en edades más tempranas).
  • Dificultad para el alta en las internaciones en hospitales y espacios residenciales para consumos por falta de redes de sostén, falta de vivienda, trabajo y derechos básicos.

Además, el informe detalla las características de los padecimientos en niñxs y adolescentes: aumento de autolesiones, intentos de suicidio y suicidios; mayor fragilidad de redes de cuidado y sostén; aumento de situaciones de violencia y maltrato.

Luciano Vigoni, ex director del programa Nueva Oportunidad, entiende que la angustia tiene que ser una cuestión de política pública porque atraviesa medularmente a toda la sociedad. Además, explica que este mundo más global, tecnológico y financiero en el que vivimos genera a su vez un régimen de desigualdades múltiples: «¿Qué significa esto? Que cada uno vive su desigualdad de manera individual, cree que los padeceres son individuales y que la forma de resolver esos padeceres también es individual», señala.

Además, encuentra entre las principales causas de la ruptura de lazos sociales y consecuente deterioro de la salud mental argentina al neoliberalismo. Indica que la racionalidad neoliberal procura utilizar la economía de mercado como principio para entender relaciones sociales y comportamientos de los individuos. Cada uno es empresario de sí mismo; un individuo que invierte, acumula, arriesga y es el único responsable de los resultados. El positivismo extremo, la felicidad individual, el éxito inmediato como modelo y aspiración constante responde a una lógica de mercado que se reterritorializa en el campo de los afectos.

Su testimonio se produce a partir de su experiencia al frente del programa de inclusión social Nueva Oportunidad de la provincia. «Nos damos cuenta de que no hay pibe con el que no se pueda laburar. Para mí las políticas sociales y las políticas de salud mental a groso modo son políticas que acompañan la vida y que nosotros necesitamos generar una política que sea primero bien territorial. Que en cada lugar, en cada club, en cada vecinal haya posibilidad de encuentro de los pibes a partir de la práctica de una de un deporte, de una experiencia cultural», asegura.

En Rosario hay casi 300 clubes y un centenar de vecinales. Vigoni considera que hay mucha infraestructura pública en el territorio para articular propuestas vinculadas al acompañamiento de las personas, pero hay que destinar recursos. ¿Cuánto meten en Seguridad y cuánto metemos en esto? Porque para nosotros reducir las desigualdades y acompañar la vida va a reducir las violencias también», se pregunta.

Dificultades al momento del alta hospitalaria

Un trabajador social que se ocupa de los casos en sala de internación del Centro Regional de Salud Mental “Dr. Agudo Ávila” identifica un fenómeno de estos últimos años que llama cada vez más su atención: los pacientes no se quieren ir.

«Porque la casa en la que estaban ya no pueden estar más, o los apoyos afectivos que estaban están muy agotados o muy afectados por la problemática salud de esa persona. Los cuidadores ya no pueden cumplir en este momento esa función, hay que acompañar nuevamente a ver si pueden retomar esa responsabilidad», explica.

Las personas de sala tienen características muy marcadas, muchas veces historias atravesadas por el consumo, derechos sociales no garantizados, situaciones socioeconómicas muy complicadas. Esto muchas veces lleva a que la internación se prolongue en el tiempo.

Se trata de personas que requieren de apoyos, requieren “un armado institucional, comunitario, sanitario, que a veces lleva mucho tiempo armar y a veces no se puede incluso”. Los pacientes no se quieren ir porque el hospital les ofrece un techo, cuatro comidas, cuidados, una vida afectiva. Tienen con quién compartir mates en el patio, talleres y actividades culturales. Tienen con quién.

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