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«Humanos y bots: entre la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser»

El ChatGPT4, la nueva versión de inteligencia artificial de la empresa OpenAI con sede en San Francisco (EE.UU.), logró responder a las expectativas de sus creadores al generar respuestas complejas a partir del análisis de datos en línea, un verdadero salto cualitativo en el devenir antropológico

Elisa Bearzotti/Especial para El Ciudadano 

Luego del bochorno veraniego de los últimos días, me regodeo con el balanceo de las pocas hojas que cuelgan de los árboles antes del inminente despojo otoñal… y pienso en la mudanza de las cosas. Si bien sabemos que la vida es cambio permanente, casi nunca somos conscientes de la novedad que se avecina con la llegada de un nuevo día, y del definitivo desapego que implica la jornada transcurrida. Quizás porque nos resulta imposible detectar los átomos en movimiento que constituyen la esencia vital de cada ser… quizás porque demasiada conciencia se vuelve intolerable.

Sin embargo, hoy propongo esta necesaria reflexión dado que en estos días he visto multiplicarse en mis redes sociales los comentarios -algo asombrados, preocupados y alertas- ante la presentación del ChatGPT4, la nueva versión de inteligencia artificial de la empresa OpenAI con sede en San Francisco, Estados Unidos, entrenado para generar respuestas complejas a partir del análisis de los datos en línea. Según los expertos, este nuevo paso de los sistemas de inteligencia artificial, ya incorporados totalmente a nuestra vida cotidiana de un modo subrepticio, implica un avance definitivo sobre las capacidades humanas, y un salto cualitativo en el devenir antropológico.

Brinda consejos y mucho más 

Un artículo publicado por el New York Times, que lleva la firma de Cade Metz y Keith Collins, informa que “esta nueva versión de inteligencia artificial ha superado a su predecesora. Se especializa en una gran variedad de temas e incluso asombra a los médicos con sus consejos de salud. Puede detallar imágenes y está a punto de contar chistes casi graciosos.

Greg Brockman, presidente y cofundador de OpenAI, demostró cómo el sistema podía describir una imagen del telescopio espacial Hubble con lujo de detalles y relacionar datos a partir de esa imagen”. Para hacerlo más simple: si se le proporciona una fotografía del interior de un refrigerador, puede sugerir algunos platillos con lo que hay a la vista.

Por otra parte, tiene conocimientos más sólidos. “Anil Gehi, profesor adjunto de Medicina y cardiólogo de la Universidad de Carolina del Norte, describió al chatbot el historial médico de un paciente que había atendido un día antes, incluidas las complicaciones que sufrió tras su ingreso en el hospital. La descripción contenía varios términos médicos especializados que una persona sin formación científica no podría saber. Cuando Gehi le preguntó cómo debería haber tratado al paciente, el chatbot le dio la respuesta perfecta. Y esos conocimientos son además extrapolables a otras áreas, desde la programación informática hasta la contabilidad”.

El mismo artículo describe como, entre las nuevas funciones del GPT4 se encuentra una aún más reveladora de los alcances que puede llegar a tener esta versión de la IA: puede competir con los editores periodísticos. “Cuando se le proporciona un artículo de The New York Times, casi siempre puede dar un resumen preciso y exacto del mismo. Esto demuestra que el nuevo bot se ha vuelto una forma avanzada de inteligencia, ya que implica un excelente nivel de comprensión de textos y la capacidad de articular esa comprensión”.

«Cambiará nuestra forma de vida» 

Quien por supuesto no podía quedar al margen de esta innovación es el multimillonario y filántropo Bill Gates, padre de la revolución tecnológica más grande de la historia. De acuerdo a lo consignado por el diario Perfil, el visionario de 67 años expresó en su blog Gates Notes que la promesa de esta nueva tecnología es el “avance tecnológico más importante desde la interfaz gráfica de usuario”, que permitió a las personas interactuar más fácilmente con las computadoras mediante el uso de íconos, menús y ventanas, y estableció el estándar para los sistemas operativos modernos. “El desarrollo de la IA es tan fundamental como la creación del microprocesador, la computadora personal, internet y el teléfono móvil”, escribió Gates. “Cambiará la forma en que las personas trabajan, aprenden, viajan, reciben atención médica y se comunican entre sí. Industrias completas se reorientarán en torno a ella.

Las empresas se distinguirán según cuán bien la utilicen”, indicó. Como sabemos que en estos temas Gates no “toca de oído”, es muy fácil deducir la razón por la cual se viene reuniendo con el equipo de OpenAI desde 2016, y también por qué ahora tomó la decisión de respaldarlos con una inversión adicional de 10.000 millones de dólares. El empresario dijo sentirse motivado “por el potencial de la IA para reducir algunas de las peores desigualdades del mundo”, desde la atención médica hasta el cambio climático y la educación.

Sin embargo, reconoció que la tecnología “plantea difíciles interrogantes en torno a la fuerza laboral, el sistema legal, la privacidad, los sesgos y más”, y se refirió también a la amenaza de “humanos armados con IA”, concluyendo que los gobiernos deben colaborar para establecer límites con las empresas privadas. También está lo que él considera un riesgo a más largo plazo: que la IA no esté alineada con los humanos o que trabaje en contra de las personas. “Esas dudas se volverán más importantes con el tiempo”, dijo Gates.  

Justamente por esas aguas anda navegando Christian Espinoza Baquero, periodista, profesor de nuevos medios y experto en narrativas digitales quien, ante los desafíos que impone el desarrollo cada vez más sofisticado de la Inteligencia Artificial se pregunta cómo podemos hacer para interactuar mejor con ella y se cuestiona sobre los posibles y veloces impactos sociales.

Entre otras cosas anticipa que el Prompt será el creador de “una ciudad cyberpunk futurista, al estilo de una película polaroid, una exquisita configuración de iluminación, detalle ultrafino de 8k, prensa privada, foto de prensa asociada, fotografía angelical, obra maestra”, advirtiendo además sobre una nueva enfermedad: la algoritmización del pensamiento. Hace unos días, intercambiamos unos chats por Instagram y ante mi pregunta de si era posible escapar de esta realidad tan semejante a una distopía futurista me respondió: “cada vez es más complejo”… Una forma sutil de asumir el inevitable cambio antropológico que se avecina: humanos “enredados” con humanoides, entrelazados por un fuerte e indestructible vínculo de necesidad y dependencia que modificará para siempre nuestro estilo de vida, nuestros modos de trabajar, estudiar, disfrutar, de pensar y pensarnos… En este momento resulta imposible no recordar a Isaac Asimov y “El hombre bicentenario”… imposible evitar la nostalgia anticipada por la desaparición inminente de un ser humano sin prótesis digitales… imposible impedir que nos envuelva la voz de Carlitos quien –cual profeta perenne- sigue llorando un tango para recordarnos a través de su garganta sin erres “la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”. 

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