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Investigadores del Conicet-Rosario revelan cómo las superbacterias resisten un nuevo antibiótico

El director del IBR Conicet alertó sobre la situación de la ciencia tras un paso clave en la lucha contra las bacterias infecciosas

Un equipo de científicos, desde el Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR Conicet UNR), investigó y logró un avance del que hoy la comunidad médica mundial está tomando nota. Alejandro Vila y Brenda Warecki lideraron este trabajo que desembocó en el descubrimiento del mecanismo molecular que explica la resistencia de ciertas bacterias al antibiótico cefiderocol, un fármaco de última generación diseñado para tratar infecciones graves.

Un hallazgo que le sale al cruce al hecho de que cada año mueren dos millones de personas en el mundo por infecciones causadas por bacterias multirresistentes. Ya lo publicó la prestigiosa revista The Lancet Infectiuous Diseases, y en esto anda este científico rosarino que, no obstante advierte que «en Argentina hoy la ciencia está al borde de la quiebra».

Vila reflexionó en diálogo con Rosario/12 sobre la situación crítica de la producción científica y la necesidad de mantener la inversión pública en conocimiento, educación y tecnología. Su hallazgo, y el de su equipo, ofrece nuevas pautas terapéuticas para el uso del antibiótico y tiene impacto directo en los protocolos médicos internacionales.

Por eso fue la propia empresa Shionogi, que produce el fármaco, la que se involucró en financiar el proyecto. «La resistencia a los antibióticos es una pandemia silenciosa: se estima que muere una persona cada seis segundos por infecciones resistentes», explicó Vila, quien lleva más de dos décadas estudiando cómo los microorganismos logran evadir el efecto de los antibióticos.

Pero el contexto –motosierra libertaria mediante– es de creciente fragilidad institucional. «La Agencia Nacional de Ciencia y Técnica está paralizada desde hace dos años, sin pagar proyectos aprobados ni abrir nuevas convocatorias. Eso desalienta a los jóvenes y pone en riesgo los equipos de trabajo que tardaron décadas en consolidarse. En toda mi carrera, nunca vi un momento tan preocupante como este para la ciencia», señaló.

«Nuestro trabajo –explicó el director del IBR– sirve como guía para los médicos, los infectólogos, para atender qué antibióticos se puede usar en qué caso y en qué caso no. Es lo que llamamos ‘medicina de precisión’. Los médicos ya saben, hay muchos antibióticos que se usan para determinadas situaciones genéricas, otros que son específicos. Las bacterias están hace millones de años y evolucionan. Por eso este trabajo ayuda. Ahí se nota la importancia de las políticas públicas de salud que indiquen un buen uso administrado de los antibióticos. No siempre es necesario prescribir el de última generación, porque si no con eso generamos resistencia y es peor. Nunca le vamos a ganar a las bacterias», dijo.

Vila destacó que el financiamiento de su último proyecto contó con una colaboración puntual del sector privado, pero aclaró que «la ciencia básica –de la que surgen los conocimientos que luego se transforman en tecnología o innovación– depende del apoyo sostenido del Estado», dijo.

El científico también remarcó el valor del modelo santafesino de apoyo a la investigación, que garantiza por ley la inversión del 0,5 % del presupuesto provincial en ciencia, tecnología e innovación. «Gracias a esa política, Santa Fe se ha convertido en una excepción dentro del panorama nacional. No solo este gobierno, desde Bonfatti para acá, cada gobierno provincial mantuvo esa continuidad, y eso demuestra que la ciencia debe ser una política de Estado, no una política de turno», distinguió.

Mientras tanto, los últimos años exhiben deserciones en la usina científica de Ocampo y Esmeralda, como consecuencia del desfinanciamiento progresivo. Vila lamentó la partida de jóvenes colegas que abandonan doctorados o emigran al sector privado ante la falta de recursos y salarios insuficientes.

«Hoy la ciencia argentina está al borde de la quiebra. El sueldo de un becario del Conicet no llega al millón de pesos. Si no se revierte la situación, vamos a perder una generación de investigadores y técnicos, y eso luego lleva décadas recuperarlo. También con los equipos que están dejando de funcionar, que requieren repuestos que son caros. Si no se sostiene cierto nivel de inversión, vamos a la destrucción del sistema científico», alertó.

A pesar de las dificultades, el investigador sostuvo que la ciencia pública sigue generando conocimiento de alto impacto, como demuestra el reciente hallazgo de su equipo. «Es un trabajo que combina excelencia científica y utilidad inmediata: ayuda a salvar vidas. Pero para que este tipo de avances sigan ocurriendo, el país necesita entender que invertir en ciencia y educación no es un gasto, sino una forma de construir futuro”, concluyó.

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