Los neurólogos cuentan cada vez con más y mejores herramientas terapéuticas para reducir la frecuencia e intensidad de los episodios
La migraña duele, aísla, limita y agota, según evidencia un nuevo estudio internacional que analizó cómo las enfermedades que suelen coexistir con esta dolencia -como la depresión o los trastornos del sueño- amplifican el impacto de esta condición en la vida cotidiana.
En personas con migraña, a mayor frecuencia e intensidad de los episodios, mayor es el riesgo de desarrollar comorbilidades y muchas de ellas, relativamente comunes y diversas, se asocian con esta condición, incluyendo hipertensión arterial, trastornos cardiovasculares, bipolaridad, ansiedad, epilepsia, asma, alergias y desórdenes gastrointestinales y determinadas enfermedades autoinmunes.
El trabajo publicado en junio de 2025 en la revista científica Advances in Therapy, se basó en una muestra de 674 personas con migraña, de las cuales casi la mitad presentaba al menos una comorbilidad diagnosticada. El estudio midió la calidad de vida para personas con migraña y el grado de deterioro en la productividad laboral y las actividades diarias y los resultados muestran una tendencia clara: quienes tienen migraña y además presentan un cuadro de depresión o trastornos del sueño reportan una calidad de vida significativamente peor que quienes solo tienen migraña.
“Estos hallazgos invitan a mirar más allá del dolor físico que causa esta enfermedad: detrás de cada episodio de migraña puede haber una carga emocional, social y funcional que muchas veces pasa desapercibida, incluso para los profesionales de la salud”, afirmó la Dra. Natalia Larripa, médica neuróloga, integrante del Servicio de Movimientos Anormales y Clínica de Cefaleas de FLENI.
Entre los participantes, el 60% eran mujeres y la mayoría tenía entre 30 y 50 años, plena etapa de desarrollo profesional y familiar, mientras que más del 85% trabajaba activamente, pero una porción importante reportó haber perdido eficacia laboral por su condición. Aunque la mayoría experimentaba migrañas episódicas (menos de 15 episodios al mes), se observó que la combinación con comorbilidades multiplicaba el impacto. En particular:
Pese al impacto de la enfermedad, sólo el 18% de quienes participaron del estudio había consultado a un médico en los seis meses previos al relevamiento. Esto indica algo significativo: muchas personas normalizan sus síntomas o no encuentran respuestas eficaces dentro del sistema de salud.
“No se trata solo de dar con el medicamento correcto, sino de abordar de forma integral a la persona: detectar el impacto de la enfermedad en el estado de ánimo y en los problemas de sueño, entre otros, y trabajar con un enfoque empático e interdisciplinario”, sostuvo la Dra. Fiorella Martín Bertuzzi, Presidente de la Asociación Migraña y Cefaleas Argentina (AMYCA).
La migraña está entre las principales causas de discapacidad a nivel mundial. “Además de adecuar el tratamiento agudo para la crisis de migraña, es imprescindible identificar y abordar la complejidad de factores que condicionan el curso de esta enfermedad”, agregó la Dra. Larripa.
“En países como Argentina, donde también existe alto sub diagnóstico y una profunda invisibilización de la carga de esta enfermedad en la calidad de vida de las personas que la tienen, estos hallazgos permiten reforzar un mensaje clave: para mejorar la vida de quienes conviven con migraña, es necesario prestarle al problema la atención que se merece”, concluyó la Dra. Martín Bertuzzi.
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