El referente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) analizó el escenario político post electoral, la estrategia de la izquierda y su relación con el peronismo
*Por Luciana Mangó y Daniel Zecca
En su paso por el stream Política de El Ciudadano, el referente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), Octavio Crivaro, señaló la necesidad de una representación democrática más directa y cuestionó las medidas del gobierno nacional. Además, advirtió que el resto de la oposición no ofrece propuestas capaces de enfrentar a Javier Milei y dar una alternativa a la clase trabajadora.
En ese sentido, apuntó contra el peronismo, a cuya cúpula acusó de compartir intereses con los sectores concentrados y extractivistas, al tiempo que apostó por un cambio de sistema donde la clase trabajadora y la clase media se unan para revertir la actual crisis económica.
—¿Creés que puede darse en la política un cambio en la forma de representación y un control más directo de los electores?
—Las tradiciones que reivindica la izquierda de la que yo soy parte retoma tradiciones donde existía la revocabilidad de los mandatos y la elección directa de las autoridades de todo tipo. Las experiencias de la Comuna de París y de la propia Revolución Rusa planteaban como un cambio de paradigma que un trabajador pueda tomar medidas y decidir colectivamente. Por ejemplo, si un diputado dice que no va a votar contra las discapacidades y después vota contra las discapacidades, ¿cómo no va a haber un mecanismo para revocar a ese tipo? Si te mintió, si convenció a gente con mentiras flagrantes y toma medidas que van en contra de las mayorías, ¿cómo no va a ser revocable? Este es un momento de una democracia tan degradada que me parece importante recuperar esas tradiciones de revocabilidad y de elección directa donde quien no hace lo que dijo tiene que moverse.
—¿Cuáles creés que son las escalas de representación que serían ideales?
—Creo que la figura del presidente es una figura absolutamente prescindible. Yo creo que habría que apelar, construir y apostar a formas de representación mucho más directas, mucho más masivas, que permitan discutir democráticamente, no sólo los destinos políticos, sino fundamentalmente los destinos económicos.
¿Cómo puede ser que un gobierno para ganar una elección te imponga una deuda con organismos internacionales sin ningún tipo de participación popular? ¿Cómo puede ser que vos tengas un modelo económico que va a liquidar la industria para pagar esa deuda externa -con cierre de fábricas como las que estamos viendo en Santa Fe- y no haya participación directa?
La verdadera democracia está en la economía, en los lugares de trabajo, en la decisión de las principales responsabilidades que se tomen, en si una deuda es pagable o no, si es legal o no. Hay una reducción muy grande sobre lo que uno cree que se puede discutir y a lo que se puede aspirar. Hay que elevar el piso de lo que se puede discutir, en un momento donde es necesario un cambio rotundo de la economía, no sólo en Argentina sino a nivel mundial. Eso es una decisión democrática de sectores populares a los que a veces tratan como estúpidos porque son trabajadores o mucamas, como si los trabajadores no pudieran definir los destinos de una economía, como si nos hubiera ido tan bien con los abogados, los contadores y los tipos de Harvard como (el ministro de Desregulación del Estado, Federico) Sturzenegger.
Hay que apelar a una democracia de los sectores populares y de las clases trabajadoras. Frente a la gran crisis, al desastre que es Milei y a la crisis que arrastra el peronismo, un partido de los trabajadores puede ser una idea que articule cómo salir de esta crisis.
—¿Cómo sería esa democracia más directa?
—¿Quién dice que la Cámara de Diputados tiene que tener menos de 300 personas? ¿No puede ser una Cámara que tenga un representante cada 10.000 y que se reúna en un estadio a discutir democráticamente? y que después tenga que volver a su pueblo o a su fábrica a discutir qué votaron, y que uno diga: «Pero vos dijiste que ibas a votar otra cosa.» Eso sería totalmente posible de hacer.
La descomposición de un sistema capitalista, que es cada vez más obsceno en la desigualdad que promueve, va de la mano con un sistema de representación de la llamada democracia, que es un sistema cada vez más caduco. Frente a eso, generalmente, los cuestionamientos que surgen son por derecha. Por eso se vuelve el bonapartismo, el cesarismo y a las formas autoritarias a nivel mundial.
Es un muy buen momento para empezar a promulgar que, frente a la crisis del capitalismo, hay que aspirar a construir otro sistema social -yo creo que es el socialismo-. Y que frente a las formas cada vez más autoritarias y verticalistas que asume la democracia bajo este sistema, hay que apelar a la democracia de las grandes mayorías y, sobre todo, las grandes mayorías trabajadoras.
—¿Cómo analizás la evolución de la izquierda, de tu partido en particular, pero fundamentalmente de todas las organizaciones que componen el FIT en los últimos años?
—A la izquierda siempre nos están midiendo el aceite electoralmente. Cuando Milei sacó el 17% en Capital Federal, Alejandro Vilca había sacado el 25% en Jujuy. De eso no se habló. Sería raro juzgar la evolución de una corriente política solo por los votos que saca. Creo que la izquierda sí está creciendo en varias dimensiones. Hemos conquistado figuras políticas en la mayoría de las provincias y a nivel nacional con Myriam Bregman, Nicolás del Caño, Christian Castillo, Romina Del Plá. Son figuras que crecen en relación al respeto y al lugar que se ganaron en la lucha de calles y en la lucha de clases. Hemos hecho La Izquierda Diario como una manera de llegar a millones de personas. Hemos evolucionado muchísimo en pensar cómo hablar a través de spots. Estamos pensando permanentemente cómo hacer una corriente que se retroalimenta con militar sistemáticamente en sindicatos, en centros de estudiantes, entre la intelectualidad.
Hemos tratado de poner en pie una construcción internacional, porque si hay un grave peligro en este momento es el regionalismo. Nunca ocultamos que aspiramos a una transformación colectiva de la sociedad. En estos últimos tiempos venimos levantando que, frente a la crisis del peronismo, los trabajadores tienen que construir su propia alternativa, porque el peronismo es cada vez menos una alternativa frente a la derecha, porque no tienen un programa alternativo, porque están metidos en roscas y peleas que son inentendibles para cualquier persona de a pie, porque no se discute contenido en el peronismo.
Hay un gobierno que está reseteando el país de arriba a abajo para convertirlo en una colonia de Estados Unidos y no hay una sola declaración de un dirigente peronista que frente a eso pueda decir qué hacer. Ni hablar de los sindicalistas de la CGT, que son absolutamente cómplices de lo que está pasando. Y en ese sentido, desde la izquierda -aunque sabemos que somos una minoría política- hemos tratado de desafiar permanentemente el rol que a veces se nos asigna y hemos crecido.
—Hablaste de peronismo. ¿Cómo analizás vos, por fuera de la coyuntura, esa relación peronismo-izquierda? ¿Qué pensás de esa relación de armonía entre capital y trabajo que propone el peronismo?
—De diversas maneras. En primer lugar, el que talla de otra manera la relación no armónica entre capital y trabajo es el capital. La clase dominante argentina ha bombardeado plazas públicas con aviones de guerra de la Marina frente a población civil, ha impulsado incontables golpes militares para instaurar sus regímenes y sus intereses sociales, ha hecho el peor golpe militar, como fue el del 76, con 30.000 desaparecidos, y actualmente está apostando de manera casi pornográfica a una reforma laboral, donde la gente se tendrá que jubilar a los 75 años, que haya todo tipo de exenciones de impuestos para los ricos, que se mueran de hambre el resto de las personas y que se liquiden todas las conquistas laborales.
Con ese capital, son irreconciliables los intereses de la clase trabajadora. En mi laburo, si hay una asamblea, estoy codo a codo, discutimos qué hacer, si hay un paro, lo hacemos en común con compañeros que se reivindican peronistas. Nosotros damos luchas diariamente en cada fábrica que despiden personal, y con los compañeros y compañeras peronistas tenemos una relación fraternal. Después, la cúpula del peronismo, la dirección y el partido como tal, creo que está en otra. Son fundamentales para que se aprueben leyes de Milei.
Juan Grabois, atacándonos como izquierda, hizo que salgan electos diputados del peronismo de Tucumán y de Catamarca. Esos tipos al otro día entran a la Casa Rosada, se abrazan con Milei y dicen «acá tenés los votos para la destrucción». Ahí hay una estafa.
¿Por qué no se votó la expropiación de Vicentín? Porque el peronismo tiene un sector que representa abiertamente los mismos intereses sojeros y extractivistas que Mieli. El peronismo está absolutamente penetrado por los mismos intereses de Milei de reformatear la Argentina, con un proyecto extractivista, de destrucción de la industria y de los puestos de trabajo. Unos lo harán de manera más brutal, los otros cuidarán las formas, pero los intereses sociales son los mismos.
La clase trabajadora es la única que, organizada con la clase media -que está muy golpeada actualmente-, puede ofrecer un modelo alternativo de país a una clase dominante que, desde los financistas hasta muchos de los industriales, son antinacionales.
—¿Qué análisis podés hacer del resultado de las elecciones de octubre, con el triunfo de La Libertad Avanza y un alto nivel de ausentismo?
—Fue un resultado inesperado. Tuvo mucho que ver con lo que pasó las semanas previas. Había un chantaje, y entiendo a alguien que haya sentido miedo de qué pasaba el lunes, porque el caos económico es brutal. Operó una extorsión que vino por parte del gobierno norteamericano. No haría conclusiones taxativas de ese voto. El proceso de declive de Milei continúa. Es un gobierno que tiene una debilidad estructural muy grande, que es un gobierno enfrentable, derrotable. Su plan es derrotable, pero hay que poner muchas fuerzas en las calles.
El año pasado hubo muchas peleas parciales, un triunfo que fue el del Garrahan, un segundo triunfo que fue el de las discapacidades. Ambos tuvieron un elemento económico pero también uno moral. Pero no hubo ninguna organización, ni movimiento social, ni sindicato que diga «capaz que si hacemos una lucha unificada es mejor». Eso provoca que los sectores que van macerando un descontento al momento de la elección se queden en su casa. Derrotar a Milei y enfrentarlo no es una opción: es de vida o muerte. Creo que esa es la única manera de que esa decepción y ese desgano que genera se convierta en una salida por izquierda, y no en un fortalecimiento de esta derecha o de otra peor.
—¿Qué visión tenés sobre la reforma constitucional que se sancionó en Santa Fe y sobre la autonomía de Rosario?
—Sobre la autonomía, honestamente todavía no le hinqué el diente. Me parece que hay muchísimo humo. No hay una sola medida que le vaya a mejorar la vida a un tipo que se toma el 112 en Rosario. Servirá para tener cierto margen de maniobra para el que sea gobierno de turno, pero no creo que nada mejore la vida. Con la Constitución pasó algo parecido. No hubo una sola medida a favor de los sectores populares y sí fue una constituyente a favor de que Pullaro pueda ser nuevamente gobernador, en caso que su proyecto presidencial no vuele. Pero ahí se ve también lo mismo: Pullaro no podría haber salido ganador en esa constituyente si no había diputados del peronismo que se sentaron ahí para votar a favor de ellos. ¿De qué te sirve hablar de la renovación de un peronismo si cada vez que puede vota con la derecha, vota con Pullaro o con Milei? Hay que apostar a salidas de fondo desde abajo, desde los trabajadores y por supuesto desde la izquierda.
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