Francisco Tenorio Cerqueira Junior estaba en Buenos Aires como parte de la banda de los máximos referentes de la Bossa Nova. Después de uno de los conciertos en el Gran Rex, la madrugada del 18 de marzo salió del hotel donde se alojaban los músicos para comprar cigarrillos y nunca más supieron de él. El Equipo Argentino de Antropología Forense pudo certificar por comparación de huellas dactiloscópicas que se trata de la persona que encontraron acribillada en un baldío de Tigre dos días después del secuestro. Al cuerpo lo enterraron como NN y no fue recuperado
A Francisco Tenorio Cerqueira Junior lo conocían como Tenorinho. Pianista, era uno de los más renombrados protagonistas del samba jazz, el movimiento musical que desde Brasil se expandió a todo el mundo a partir de la década de 1960. Su rastro se perdió una madrugada de marzo de 1976 en la Argentina ya violenta donde a los pocos días comenzaría a consolidarse un Estado terrorista. Medio siglo después, el trabajo por la memoria recuperó parte de su historia silenciada. Su cuerpo, en cambio, sigue desaparecido.
Tenorio Jr. estaba en Buenos Aires como parte de la banda que acompañaba a Vinicius de Moraes y Toquinho para una serie de recitales cuando, el 18 de marzo de 1976, casi una semana antes del golpe de Estado, una patota que se movía en un Falcon verde lo secuestró. Lo «levantaron» apenas bajó de la habitación del hotel Normandie en el que se alojaba. En pleno centro porteño.
Cerqueira había salido a comprar cigarrillos. Eso es lo que dejó escrito en un papel, en el hotel. Cigarrillos y un remedio. Fue alrededor de las 3 de la madrugada, después de una noche brillante en el teatro Gran Rex, donde estaban programados tres conciertos con entradas agotadas. A las 3.20, Toquinho llamó por teléfono a la habitación que ocupaba Vinicius para avisarle que el pianista no había regresado. Lo atendieron la artista plástica Renata Schusseim y la poeta Marta Rodríguez Santamaría, novia por entonces del poeta insignia de la Bossa Nova, que se habían llegado hasta el Normandie y aún estaban despiertas.
«El espectáculo tuvo una revelación que sorprendió a muchos espectadores: el excelente trabajo de Tenório Jr., el pianista que ejecutó una brillante composición, constituye la expresión más auténtica de la música brasileña contemporánea». El Cronista Comercial elogió así al músico en su reseña del recital de Vinicius y Toquinho. Desde la madrugada de esa edición del diario, nada se supo de él. Entonces sumaba 35 años, estaba casado, tenía cuatro hijos y su esposa esperaba el quinto, que nació un mes después.
Hubo denuncias de su familia, del propio autor de «La Garota de Ipanema» y luego de organismos de derechos humanos en la Argentina, Brasil y otros países. Las desesperadas consultas iniciales con la Embajada de Brasil, los recorridos por hospitales, pedidos de información a las autoridades no dieron resultado. Todos los intentos por saber qué había pasado dieron con el vacío. Casi medio siglo después, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) comprobó que era su cuerpo el que, dos días después del secuestro, encontraron con varios impactos de bala en el baldío que era el cruce de Belgrano y avenida Panamericana, en el partido de Tigre.
Ahora hay una certeza: se sabe que a Tenorinho lo asesinaron y que ese fue un crimen enmarcado en el terrorismo de Estado, enseñoreado en la Argentina desde antes de la dictadura. El Plan Condor, la coordinación represiva de las dictaduras de la región –las existentes y las que asomaban inexorablemente, como la de Argentina– ya estaba operando. El cuerpo del pianista, como el de otras muchas víctimas en esos tiempos desaforados, nunca fue recuperado.
¿Por qué lo asesinaron? El músico brasileño no tenía militancia política conocida. Entonces, tal vez, fue por su fisonomía. Los criminales cebados de impunidad que ya integraban patotas paraestatales luego devenidas en Grupos de Tareas tenían grabado a fuego un lombrosiano perfil de sus «objetivos». El pelo largo y la barba que lucía Tenorio Jr. en ese momento eran sinónimos de «subversivo». Si efectivamente se trató de un «blanco equivocado», no es el único durante aquellos años de ignominia.
La Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad de Argentina, que lleva adelante un relevamiento de causas judiciales iniciadas en la provincia de Buenos Aires entre 1975 y 1983, recuperó el expediente del hombre que encontraron, acribillado, en el baldío de Tigre. El 22 de marzo de 1976, el cuerpo fue enterrado como NN en la sección D, tablón 8, sepultura 42 del cementerio municipal de Benavídez. Antes, la policía confeccionó un sumario en el que figuran sus huellas dactilares y una escueta referencia a la muerte violenta. Sin más averiguaciones.
El trabajo por la verdad y la memoria da frutos. Desde hace años, la Procuraduría revisa los archivos sobre hallazgos de cadáveres en la vía pública que fueron archivados sin que se haya determinado su identidad. «Luego, los estudiamos para ver si hay ahí pistas que permitan la identificación de la víctima. En el caso de Tenorio, había un juego de huellas dactilares que pudo ser comparado y así lograr su identificación», dijo Natalia Federman, integrante de ese organismo dependiente del ministerio Público Fiscal.
«La aparición de cadáveres en vía pública, incluso en el marco de la dictadura militar, deja huellas, piezas de un rompecabezas que se pueden seguir», agregó Mariella Fumagalli, directora para Argentina del EAAF.
Con el expediente recuperado y el trabajo de investigación del EAAF, la Cámara Federal de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal ordenó cotejar las huellas que constan en el documento policial de 1976 con las de Tenorio Jr. archivadas en Brasil.
Por relación de fechas y otros indicios, más la inexistencia de coincidencias con los datos del Registro Nacional de las Personas de Argentina, había sospechas fundadas de una posible relación. Finalmente, el equipo de antropólogos reconocido mundialmente pudo confirmar que el cuerpo enterrado en el cementerio de Benavídez dos días después de que lo dejaran en el baldío de Tigre era el del pianista brasileño.
«Su familia ya fue notificada en Brasil por la Comisión Especial de Muertos y Desaparecidos Políticos (CEMDP) de ese país y por el fiscal Ivan Marx, consejero de la Comisión», señaló el EAAF.
Fumigalli, coordinadora del EAAF, amplió: «Muchas veces, la identificación llega tanto tiempo después que esos cuerpos que ingresaron en cementerios en calidad de NN fueron en su momento levantados por procedimientos administrativos de cada cementerio. Después de una determinada cantidad de años, un cuerpo que no es reclamado puede ser levantado y enviado a un osario común». De ahí en más, no hay más indicios.
El Equipo de Antropología logró hasta ahora 140 identificaciones a través de cotejos dactiloscópicos de personas desaparecidas durante la última dictadura en Argentina.
Tenorio Jr. había nacido el 4 de julio de 1940 en el barrio carioca de Laranjeiras, detrás de Flamingo y Botafogo. Estudió en la Facultad Nacional de Medicina mientras se adentraba en los secretos del piano. A los 30 años era uno de los profesionales brasileños más convocados para las sesiones y shows.
Lo consideraban un referente del encuentro entre la bossa nova y el jazz. Para Nana Caymmi, Edu Lobo y Ruy Castro era «el mejor pianista de su época». El crítico Ruy Castro sintetizó el vacío artístico que produjo el Estado terrorista argentino: «La música brasileña podría haber sido otra si Tenorio no hubiera desaparecido». Y concluyó: «Es el eslabón perdido de la modernidad artística».
El artista dejó numerosas grabaciones con otros músicos, pero un solo disco solista, «Embalo», de 1964, venerado como una obra maestra del samba jazz y la bossa nova instrumental. Lo grabó a los 24 años en la antigua Facultad de Ciencias Médicas, mientras cursaba el cuarto año de la carrera. Su nombre figura en registros de Milton Nascimento, Edu Lobo y Gal Costa, entre otros grandes de la música brasileña.
En diciembre de 2011, Caetano Veloso visitó el Parque de la Memoria y evocó el talento y la calidad humana de su amigo Tenorio Junior. «Es un precio que la música brasileña debió pagar», dijo sobre su desaparición. Fue durante una recorrida por el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado, un espacio público de 14 hectáreas ubicado a la vera del Río de la Plata en la Ciudad de Buenos Aires. «Obliga a ver de manera diferente la condición humana y la posibilidad de vivir en sociedad», reflexionó el fundador del Tropicalismo. «Da miedo, da rabia, pero también la responsabilidad de no olvidar, de no desistir».
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