Rosario, lunes 14 de julio de 2025
Search
Rosario, lunes 14 de julio de 2025

Refinería: la Pompeya de la zona norte que resiste y el barrio que pasea su memoria con un museo itinerante

En la zona norte, es un lugar de interés histórico y turístico que conjuga la huella de su pasado industrial con el desarrollo urbano actual

Por Ana C. Berdicever

Barrio Malvinas o Refinería. Es uno de los primeros barrios obreros de Rosario: trabajadores portuarios, ferroviarios y, como guarda en la memoria el segundo de sus nombres, de la Refinería de Azúcar Argentina Sociedad Anónima. La primera del país, asentada en 1887. Tiene otra singularidad: en torno de su historia se construyó un museo itinerante. Sin lugar físico, con el aporte de los viejos -y no tanto- vecinos, sus relatos y un trabajo riguroso de curaduría.

En la zona norte, Refinería es una muestra de los acelerados cambios urbanos. Nuevos y exclusivos edificios conviven con lo que queda de su antigua y original arquitectura.

Gustavo Fernetti, arqueólogo, museólogo y arquitecto, es uno de los fundadores del Museo Itinerante. Pero no sólo de eso. En diálogo con El Ciudadano, repasó esa iniciativa y otras que buscan recuperar la identidad desdibujada por sucesivos emprendimientos inmobiliarios. Por ejemplo, los recorridos guiados por la zona que retomarán en breve. Y, por supuesto, jugosas anécdotas de esa zona tan particular de la ciudad.

 Cambios acelerados

“El barrio cambió siempre”, aclaró Fernetti. No es sólo en los últimos años. Hoy se puede ver la convivencia de viejas y nuevas etapas de esa metamorfosis constante. Entre Puerto Norte, postulado de modernidad, y las casas bajas y antiguas del barrio.

Por ejemplo, la avenida Carballo. Allí estaban las vías ferroviarias. Hoy, de un lado y el otro, la avenida marca también diferentes fisonomías.

“Esas casas no tienen rendimiento inmobiliario, por eso permanecen”, indica Fernetti. “Lo que se ve hoy por la avenida son los fondos de las viviendas. Eran los tapiales, donde estaba el fondo, los gallineros. Cuando se trazó la avenida, pasaron a ser la fachada, pero en general son casitas que daban por un pasillo a la otra calle, se dieron vuelta y son frentistas. Son lotes muy pequeños”, repasó el arquitecto y arqueólogo. Con una esperanza: cree que esas viviendas resistirán el cambio.

Cuesta mucho pensar e imaginar Refinería en 1889. La construcción de la fábrica un año antes no sólo fue un hito en la industria del país, sino el emblema de lo que fue el primer barrio obrero de Rosario.

El edificio industrial permaneció en actividad hasta 1928. Allí se refinaba, mejoraba y distribuía azúcar en bruto. También era una destilería y fábrica de forrajes y melaza como subproductos de la misma materia prima.

La fábrica era de un solo piso y destacaba su chimenea. En 1915, se agregaron más edificios y para Fernetti esa fue la sentencia de muerte de la refinería: “Si no vendés, por más que agregues capital, no vendés”, indicó sobre la tensión entre más capacidad instalada y producción en retroceso.

Al norte de las hoy llamadas Tres Vías –en Gorriti y Thedy–, la Refinería Argentina de Azúcar procesaba la materia prima que llegaba desde Tucumán en el Ferrocarril Central Argentino para luego cargar el producto terminado en los barcos que la exportaban.

La fábrica nació en 1887 a partir de un convenio entre su dueño, Ernesto Tornquist, y el gobierno nacional de Julio Argentino Roca, que le dio una especie de préstamo para la construcción.

La refinería cerró finalmente en 1930 tras una agonía de años y luego de intentar alquilar las instalaciones o integrar otros procesos a base de azúcar como la melaza o jarabes.

Museo, muestras y recorridos

En 1999, Fernetti, junto con Ángela Tasca, Edgardo Platanía y Jorgelina Bernasani comenzaron a  estudiar la historia del barrio. Y fundaron el Museo Itinerante Refinería. Sin una sede física. La idea es que cada vecino mantuviera el material museológico de su propiedad, pero que lo prestara para armar las muestras.

Colaboraron referentes locales y ligados a los estudios de arqueología urbana y muestras barriales como Soccorso Volpe, Gladys Lascano y Alberto Castillo, recuerda Fernetti.

Ya en 2001, Refinería, que no tenía juntas barriales como otros barrios cercanos, comenzó a tener este tipo de manifestación: se juntaban en la única plaza que tiene el barrio (donde está hoy el destacamento policial en Vélez Sarsfield y Monteagudo) y exponían materiales para compra y venta. Así nació la muestra del barrio.

En 2003 ó 2004 comenzaron las muestras históricas e itinerantes. Las alojaron la Facultad de Humanidades, escuelas de barrio, varias bibliotecas. En 2011, obtuvo la personería jurídica y decantó el nombre: Museo Itinerante de Refinería.

Fernetti relató que las reuniones barriales duraron casi 20 años. Hubo 10 encuentros. Se acercó gente de Buenos Aires, se organizaron charlas vía skype con Chile y Venezuela. “Y estamos hablando de 2008”, resaltó el padre de la criatura.

“Generamos muchas amistades, que era otra de las misiones del museo: que los historiadores barriales se unan”, recordó sobre esos primeros años.

Siguieron los recorridos por el barrio. Todos diferentes. Y eso continuará, bajo el formato de caminatas de unas dos horas a lo largo de las cuales se cuente una parte de la historia de Refinería. Fernetti agregó que el entusiasmo contagió. A la tarea se sumaron Paula Vera y Marianela Casado,  licenciada en Ciencia Política y antropóloga, respectivamente.

El Farol que no es farol, entre el gas y el agua

Refinería tuvo muchos problemas con el agua. Y quedan curiosidades que dan lugar a malos entendidos. En la esquina de Vértiz y Monteagudo hay una columna que muchos creen que se trata del «último» farol a gas.

No es eso: es una columna de ventilación del acueducto que une las cañerías de Aguas Santafesinas con el tanque que se levanta en la esquina de Italia y Ocampo. Basta mirar hacia abajo para saberlo: a su pie hay una tapa con las iniciales de Obras Sanitarias de la Nación (OSN). Por ella, se baja al acueducto.

El historiador y docente Eduardo Guida Bria explicó hace un tiempo que el tanque ya no es utilizado como hace años. El acueducto es el más largo de la ciudad. Un túnel subterráneo que corre por debajo de la avenida Ovidio Lagos.

Forja con cadenas

En 1847, el herrero italiano Bartolo Botto, de paso por Rosario, construyó los brazos de hierro forjado para los primeros faroles colocados en las esquinas de la Villa. Y utilizó como material las cadenas del buque norteamericano “Caledonia”, varado frente a la ciudad San Lorenzo el 14 de julio de 1846.

Don Bartolo fue el encargado de fundir el “respiradero” con la forma de farol.

Hasta hace unos años, la base de la columna mostraba las iniciales del herrero, que siempre “firmaba” así sus trabajos, con la BB.

Historias de barrio: un traidor

El museo itinerante hizo que se conocieran o difundieran historias sobre el barrio que permanecían en el recuerdo aislado de vecinos o familias. Es que uno de los objetivos fue recuperar la memoria colectiva del barrio en tiempo de grandes reformas urbanas. Antes de que se perdieran sin remedio.

Un ejemplo de aquellas historias es la de uno de los empleados que traicionó a Ernesto Tornquist, el patrón de la Refinería. Se llamó Fernando Kessler.

En 1900, se suponía que una mayor tecnificación haría bajar la diferencia entre el costo de la materia prima y el producto final.

Para ello, la Refinería Argentina no dudó en contratar expertos e ingenieros extranjeros. Entre esos especialistas estaba el alemán Kessler. Lo convocaron para que pusiera en marcha la compleja maquinaria y, con creatividad, optimizara su rendimiento, facilitara el mantenimiento y diseñara nuevas formas productivas. Por supuesto, el objetivo era una mayor rentabilidad.

La idea de la compañía Refinería Argentina era que Kessler inventara maneras de producir más baratos por su volumen. Y para ello, le ofrecieron abultados honorarios. La condición era la confidencialidad: que no compartiera con otros sus inventos y los nuevos procesos. Que respetara, en términos actuales, el «secreto industrial».

En 1901, Kessler trabajaba en el ingenio santafesino La Germania, que proporcionaba caña de azúcar a la Refinería. Para atender la nueva oferta laboral en Rosario solicitó una licencia, que le dieron porque, en última instancia, era para fortalecer a un cliente.

Con sus errores, sin embargo, Kessler llevó el ingenio La Germania a la quiebra. Y el alemán partió a Tucumán. Tal vez, una huida de ese fracaso y de sus consecuencias.

La compañía finalmente le inició juicio por la devolución de los préstamos otorgados y se supone como castigo por su «traición». No hay rastros de cómo terminó la disputa legal.

Trabajo infantil, sin reparos

Una característica vergonzante, aunque común para esa época de fin del siglo XIX y principios del XX, fue la explotación laboral infantil. Estaba normalizada, acotó Fernetti. “Para hacer los pancitos de azúcar, se necesitan manos más pequeñas, se les pagaba muy mal y en condiciones insalubres. En la refinería, el problema del polvo del azúcar era mortal, se les formaba melaza en los pulmones y morían”, trazó el duro escenario.

Fotos con jerarquías y el primer muerto en una protesta obrera

Otra de las cuestiones es el tema de las relaciones sociales: “Se ven fotos grupales, era muy común sacar una foto panorámica de los obreros. Hay varias fotos así y ahí se veía que en los extremos o en el medio estaban los gerentes”.

Había una jornada extensiva de trabajo y en Refinería está el caso de “la manifestación obrera”.

Fernetti recuerda el primer muerto en una protesta en la ciudad. En Rosario, Florencio Sánchez (el dramaturgo uruguayo conocido por su compromiso con las luchas obreras y autor de El Canillita) presenció la represión policial contra obreros en varias ocasiones.

Una de esas fue durante la huelga de la Refinería Argentina del Azúcar en 1901. Allí fue asesinado Cosme Budislavich. Fue el primer obrero registrado que murió a manos de la policía en una protesta en la Argentina.

“Hay quienes dicen que murió enfrente del Atrevido, pero había tres edificios bajo el mismo nombre: el conventillo, el galpón y un bar. Todos fueron demolidos y no quedan fuentes precisas de dónde fue que cayó muerto el obrero”, explicó el museólogo.

Un mito en el barrio es el tema de los negros escoberos. “Con el tema de los negros escoberos yo entrevisté a varios y pregunté sobre el tema, todo el mundo dice que lo vio. Como una imagen que se transformó en realidad” por traslado de los relatos de boca en boca, dice Fernetti.

“Se supone que en los carnavales, los negros escoberos, personas de raza negra, escondían en la escoba un arma, un cuchillo, un fierro. Aparentemente no existió nunca. También se ha escuchado la historia en Saladillo, en Buenos Aires, lugares donde hubo comparsas”, añadió.

Las narraciones abundan en que “siempre se agarraban dos barras de negros escoberos y peleaban”, señaló Fernetti. Aclaró que “es todo muy difuso”. Y puso en tema la frágil frontera del pasado recordado con los hechos, su relevancia simbólica y lo que cuentan de los propios narradores. “Lo interesante no es tanto la verdad histórica, sino por qué me lo estás diciendo, entonces así se produce el mito que cierra perfecto”, indica.

Entre los recuerdos se destacan conversaciones tales como: «Claro, me contaron, pero yo me acuerdo haber visto…», explica. Insiste: “Es como que mezclan las cosas”.

Las escobas y los negros

Además, Fernetti aclara: “No es que hubo comparsa de negros de escoberos, eran blancos pintados. Entonces, lo podés haber visto porque hay una tradición de la comparsa negro escobero del siglo XIX. En Cuba, con la escoba se barre la mala suerte. Por eso es que generalmente nuestras abuelas decían: «No me barras, que da mala suerte»».

Las costumbres, en ese sentido, se extienden: “En las puertas se ponían las escoban para que las visitas se vayan rápido. La escoba tiene un símbolo ligado a la brujería. Entonces, es un mito complejo pero que cierra por todos lados”.

Fernetti vuelve sobre el tema. “Lo mismo que los negros. Los negros son el brujo, o en realidad los que llevan el mando. También te lleva una galera, va vestido con una determinada ropa, de colores. En Cuba todavía está vigente. Baila y desafía al del otro lado de la comparsa. No es sangriento, sino que es una lucha simbólica y el uso de la escoba es porque no pueden estar armados”, explicó el arqueólogo.

Sin embargo, destacó que “la escoba es su símbolo de servidumbre”. Como sea, el mito se hace carne y en muchos sentidos vale lo mismo que los hechos “reales”.

Anécdotas: charlas de bar

Para Gustavo Fernetti las típicas anécdotas de bares hay muchas y tienen que ver con los recuerdos. Un ejemplo que cita: “Estábamos en un bar, pedimos vermú y el de detrás del mostrador, dice alguien: «Quieren con o sin aceitunas», y uno responde «sin aceitunas», y el mozo refuta: «Ah! menos mal porque no tenía»”. Eso que es un mal chiste los hace reír a carcajadas porque trae los recuerdos de juventud.

Maltería

En 1953, la antigua refinería fue adquirida y transformada en la Maltería Argentina, una empresa estatal. La maltería dejó de existir en la década del 80.

Conventillos

En 1895 vivía en conventillos el 27,17% de la población y en 1900 ese porcentaje ya había trepado al 31%. La población estaba compuesta por los trabajadores de la Refinería de Azúcar, de la fábrica de ginebra de Schiffner, de las destilerías Altgelt y Wildemburg, La Barraca y Embarcaderos de Arijón y de otras tantas industrias y depósitos del barrio.

 

Fotos: Gentileza: https://museorefineria.blogspot.com/