Miguel Passarini
Hace muchos años, más de quince, la actriz y escritora trans cordobesa Camila Sosa Villada, ahora conocida a nivel planetario, entre más, por su novela Las Malas, maravillaba a las y los amantes del teatro argentino con la recordada Carnestolendas, un repaso poético de gran belleza y provocación por los universos de las mujeres yermas de Lorca, donde al final, ella tenía un desnudo completo que llevó a muchos a preguntarse el porqué de esa escena, incluso llegaron a decir que era “innecesaria”.
Ahora, en la película Tesis sobre una domesticación, la talentosa actriz y escritora, vuelve a tener un desnudo similar en el refugio de lo que supone para ella (y también para su alter ego en el film) el teatro, un lugar de una verdad irrefutable, que es principio y es fin, donde por lo general (aunque se esté vestido) se está desnudo (y en muchos casos, en carne viva), aunque mucho antes de desnudar su cuerpo, ella deja al desnudo sus ideas, sus pensamientos, sus formas narrativas, su elocuencia ética y estética y hasta su hastío, sin importar cuántos sean los que se vayan a incomodar en ese viaje.
El personaje central de Tesis sobre una domesticación, película que por estos días se puede ver en la ciudad en El Cairo Cine público tras su paso por festivales nacionales e internacionales es, como la autora de la novela, una actriz trans que abrió caminos y es una referente.
Se trata de alguien que se armó un mundo propio, con su propio canon de felicidad y placer, defendiendo su derecho al goce, en el contexto de un universo donde, más allá de todos los logros y ascensos, sigue reinando lo heteronormado y, se sabe, todas las formas y los vínculos van mucho más allá de esa supuesta “normalidad” que buscan imponer, algo que muestra el film en detalle, con la idea de una sexualidad que se descubre y se sostiene.
Eso que le pasa a este personaje está a una distancia notable de lo que la gran mayoría de la sociedad espera o supone que debe ser su destino de mujer trans, donde el reino de la pobreza, la marginalidad y la prostitución, muchas veces sin ser elegido, es el lugar para la gran mayoría de las personas que son parte de ese colectivo.
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Lejos de todo eso, esta mujer trans está corrida de una marginalidad que sí conoció y a la que siempre está volviendo a buscar algo que la edifica, pero ocupa un lugar que se ganó a fuerza de trabajo y tiene una vida placentera: está casada con un abogado gay (el actor mexicano Alfonso Herrera), tiene un muy buen pasar económico (algo que irrita casi tanto como la genitalidad exhibida) y decide adoptar un hijo como si buscara cumplir con todo lo que la sociedad esperara de las “buenas personas” que pelean por alcanzar el cenit de la utopía familiar.
Pero en ese devenir aparecen todas las preguntas y fantasmas que el film dispara en el espectador con notable eficacia, donde se ponen en tensión el supuesto sueño cumplido que tiene casi el mismo peso que deja el vacío del logro alcanzado, donde la ambición y la contradicción van de la mano en un viaje por el glam de una mujer trans entre lo disidente y lo aceptado, entre lo que muchos suponen es lo correcto y aquello que la conecta, incluso, con un pasado donde quedaron en medio de las sierras cordobesas los despojos de una infancia de burlas, abusos, dolores y disfuncionalidades varias, que al mismo tiempo que lo odia lo desea.
El film, producido por La Corriente del Golfo (productora creada por los mexicanos Diego Luna y Gael García Bernal), Aurora Cine y Oh My Gómez! tiene a favor la presencia inquietante e irresistible de Camila Sosa Villada, alguien que puede sostener lo que es y lo que desea a través de una actuación que desconoce todos los límites pero también a través de su obra, y eso ya es muchísimo.
Acompañada de cerca pero no con el mismo nivel de compromiso por Alfonso Herrera, actor de un cuerpo y un porte hegemónicos, más cuidado a la hora de la exposición aunque con escenas muy jugadas, el film se vale, al mismo tiempo, de la mirada muy cercana y cómplice del realizador Javier Van de Couter el mismo de Mía (donde director y actriz también trabajaron juntos), quien más allá de la cuestión política y de género abre el juego al erotismo, un género que se ausentó casi por completo de la producción nacional donde tuvo grandes referentes, y que aquí encuentra, más allá de su valioso trabajo y el de la notable protagonista, una minuciosa labor en las lógicas de la fotografía (de Luciano Badaracco), los escenarios elegidos, la dirección de arte (de Mariela Ripodas) y la música (de Catriel Nievas).
Pero por encima de todo, Tesis sobre una domesticación es una película incómoda donde la provocación es un acontecimiento que no deja a nadie indemne. De hecho, entre aquella Camila que aún desconocía el éxito masivo a pesar de los elogios que se llevaba luego de cada función de Carnestolendas y ésta, aplaudida, con premios destacados en el mundo y traducida a más de veinte idiomas por una obra que la posiciona como una de las escritoras del momento, hay una coincidencia buscada y expuesta, una coherencia insoslayable.
Está claro que ella o su alter ego, donde pueda y donde sea, sola o acompañada, seguirá quemando en los cumpleaños, a modo de festejo, el muñeco de algún facho, dejando en claro que hay otro mundo posible para lo diferente o disidente que se pelea a diario y que también habita en éste, aunque muchos se resistan a ceder lo que les corresponde.
En Tesis sobre una domesticación, corrida de todas las formalidades que suponen los universos del pensamiento binario frente a una nueva invención de la carne, Camila y el personaje central del film son las mismas en su saludable destino de provocación, las mismas a la hora de dejar que el deseo sacuda el odio visceral a lo diferente que reina en gran medida en la Argentina desde hace mucho tiempo como en gran parte del mundo, las mismas en su inagotable poder de seducción que no reniega de lo trans sino que lo hace único.
Tanto es así que estrenar esta película cuando en el país un gran tembladeral de derecha intenta arrasar con todo lo conseguido en décadas de luchas es, incluso, bastante más que un gran acontecimiento político.