"La derrota constituyente del 4 de septiembre de 2022 dejó un trauma tan profundo en la izquierda chilena que no sólo impidió problematizar la experiencia y levantarnos, sino que negó la posibilidad de soñar un país diferente", dice el autor
Andrés Kogan Valderrama (*)
El reciente triunfo de José Antonio Kast en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2025, donde derrotó a Jeannette Jara de manera contundente, confirma el escenario más sombrío que muchos de nosotros esperábamos
Nos encontramos en un Chile profundamente herido, donde la ultraderecha ha capitalizado el descontento social para instalarse en La Moneda.
Para quienes aspiramos a mayor justicia e igualdad en el país, este resultado es un golpe devastador, que llega tras un proceso constituyente fallido, un gobierno de Gabriel Boric que no cumplió las expectativas transformadoras y un fortalecimiento progresivo de la ultraderecha. Esta fuerza, al igual que en otros rincones del mundo, ha impuesto una agenda antiderechos que promueve un Estado mínimo neoliberal, racismo contra migrantes e indígenas, homofobia y transfobia, negacionismo de la crisis climática y un desprecio absoluto por las demandas del movimiento feminista.
Estas elecciones se desarrollaron en un clima político fuertemente inclinado hacia la ultraderecha, donde discursos represivos en materia de seguridad —al estilo Bukele—, la criminalización de la migración —al estilo Trump— y la idea de que el sector público es inherentemente corrupto —al estilo Milei— penetraron profundamente en la sociedad chilena, por lo que la idea de un gobierno de emergencia de José Antonio Kast caló fuertemente.
Sin embargo, este clima no surgió de la nada; se dio bajo condiciones de desmovilización social y una completa falta de articulación de demandas, a diferencia de los años previos al estallido social. La gente respaldó narrativas que pintan la delincuencia como descontrolada, la inmigración como desbordada y la economía como un fracaso total, atribuyendo toda la culpa al gobierno saliente e instalando así la idea de que el país se cae a pedazos.
¿Por qué ocurrió esto? El giro responde no solo a la capacidad de la ultraderecha para conectar con la rabia de los chilenos —quienes dejaron de priorizar la desigualdad y el abuso empresarial, como en el apogeo del estallido social—, sino también a las acciones erráticas del gobierno de Gabriel Boric, que no comprendió su rol durante el proceso constituyente y estos cuatro años en el Ejecutivo.
Desde que asumió en marzo de 2022 hasta el plebiscito de salida del 4 de septiembre de ese año, el gobierno de Boric exhibió un desempeño pasivo, temeroso e incapaz de generar condiciones políticas y económicas para sostener un proceso que necesitaba un Ejecutivo comprometido con la aprobación de la nueva Constitución. No hablo de intervencionismo electoral, sino de colocar en el centro reformas económicas estructurales que mejoraran decisivamente la vida de los chilenos, quienes enfrentaban un empobrecimiento creciente post pandemia, con desempleo, bajos salarios y endeudamiento profundizados.
En cambio, Boric optó por políticas de responsabilidad fiscal neoliberal, encarnadas en un ministro de Hacienda como Mario Marcel, representante de esa izquierda de los 90 y 2000 de la ex Concertación, que se subordinó a un modelo concentrador de riqueza sin capacidad para forjar un proyecto alternativo a la derecha que generara esperanza.
Lo peor fue que, tras la derrota del 4 de septiembre, el gobierno renunció explícitamente a la transformación, priorizando la estabilización y normalización del país. Cedió al discurso conservador, subordinándose al enfoque securitario y antiinmigrante de la derecha, y abandonó el impulso transformador que esperábamos desde el inicio. Por ejemplo, se presentó como el primer gobierno ecológico, cuando en la práctica solo profundizó el extractivismo imperante. Esto decepcionó a muchos que lo apoyamos y militamos.
No niego que hubo políticas destacables en estos años, pero a nivel estructural el gobierno falló y renunció a la construcción de un relato transformador y antineoliberal, el cual lo llevó a ganar la elección presidencial en 2021. De hecho, comparado con el último gobierno de Michelle Bachelet, que al menos instaló una narrativa y reformas educativas profundas, el gobierno de Boric no puede reivindicar avances similares, reflejando su propia incapacidad.
En cuanto a la campaña de Jeannette Jara, su agenda se centró en un programa moderado, presentándose como candidata de centroizquierda en un intento desesperado por captar un voto amplio más allá de los sectores ideologizados. Estoy de acuerdo con quienes critican su moderación: en un escenario desastroso para proyectos transformadores, su candidatura resultó confusa, contradictoria y sin narrativa clara. A pesar de sus cualidades personales —carisma, empatía y una historia inspiradora de esfuerzo—, su discurso oscilante generó desconfianza, al no aclarar qué quería realmente para el país.
Sus alianzas fueron principalmente partidistas, sin vínculos fuertes con el mundo social, limitando su alcance y posicionándose como «más de lo mismo», parte de una élite política encerrada. No instaló una narrativa transformadora por temor a perder apoyos ante la ultraderecha, un grave error en un contexto de voto obligatorio, donde el electorado despolitizado es masivo. Esto contribuyó a su derrota.
Para concluir, la derrota constituyente del 4 de septiembre de 2022 dejó un trauma tan profundo en la izquierda chilena que no sólo impidió problematizar la experiencia y levantarnos, sino que negó la posibilidad de soñar un país diferente. El triunfo de Kast es el precio de esa parálisis. Ahora enfrentamos a un gobierno que profundizará las desigualdades y las violencias. Urge que, aun creyendo en un país distinto, nos reorganicemos, superemos los traumas y recuperemos la capacidad de articular demandas de distinto tipo nuevamente. Solo así podremos resistir y construir alternativas ante este retroceso.
(*) Sociólogo / Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea / Diplomado en Masculinidades y Cambio Social
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