"A escala mundial, cerca de una de cada tres escuelas no tiene agua potable ni instalaciones sanitarias básicas", apuntó el documento titulado "Listo para aprender y prosperar: salud en la escuela y nutrición en el mundo"
Una de cada tres escuelas del mundo no tiene agua potable y casi la mitad carecen de instalaciones para lavarse las manos con agua y jabón, situación que no solo afecta la salud de niñas y niños, sino que también «limita su capacidad de aprender», aseguró la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en un informe publicado hoy.
«A escala mundial, cerca de una de cada tres escuelas no tiene agua potable. Una de cada tres escuelas no tiene instalaciones sanitarias básicas», apuntó el documento titulado «Listo para aprender y prosperar: salud en la escuela y nutrición en el mundo».
También se advirtió que «casi la mitad de las escuelas carecen de instalaciones para lavarse las manos con agua y jabón. Y los progresos son muy lentos».
«Los niños de países con bajos ingresos tienen menos probabilidades de asistir a las escuelas que ofrecen esos servicios básicos y la cobertura es más débil en África subsahariana y en el Pacífico», señaló el texto, según consignó la agencia de noticias AFP.
Esta falta de infraestructuras impide a las escuelas ofrecer «un entorno seguro que proteja contra las enfermedades, el Covid, los parásitos, las enfermedades respiratorias, la diarrea», indicó Emilie Sidaner, coordinadora de la publicación.
Para la especialista en salud y alimentación escolar, la situación representa principalmente un «desafío» para las niñas, y a veces también para las maestros, que «no pueden ir a la escuela cuando están con la menstruación», lo que obstaculiza el «acceso equitativo a la educación para las niñas».
El impacto también es fuerte en la desnutrición infantil, ya que las escuelas no tienen agua potable para cocinar para sus alumnos, señaló Sidaner.
En ese sentido, remarcó que «hay una necesidad de invertir más en agua y saneamiento» porque eso permite un «aprendizaje de calidad», mientras que el hambre afecta la concentración y el deseo de aprender.
«Si los alumnos no están sanos, bien alimentados y protegidos en la escuela, es más difícil para ellos adquirir los conocimientos que se les puedan transmitir», lamentó la experta.
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